Entrada al recital en La Puerta


Abonizio con Goldin en La Muestra Bar


Abonizio con Lalo de los Santos y Hugo García


Recorte de un recital en Marzo


Abonizio con Hugo García - Zapando


Abonizio en Sala Lavarden de Rosario


Rescato éste artículo por su antiguedad y porque justo ese día se moria un Rolling Stone

Abonizio en Casilda


Abonizio con Claudio Cardone y Roberto Zeballos


Reliquias del pasado, mi primer recital- 1983

La Trova cumple 15 años

30 de Octubre del 96

En Buenos Aires con Buenos Amigos


En Alta Gracia


En Venado Tuerto


Abonizio - Fandermole en La Puerta Bar


Con Fernando Montalbano


Dios y Abonizio en el Taller (una alegoría agropecuaria)

Por Paul Citraro
Finalmente, creo que vamos en sentido a convertirnos en una era matriarcal. Esa es la sensación al escuchar “Dios y el Diablo en el taller” en la versión de su autor, Adrian Abonizio. La canción encierra ningún tipo de premonición ni misterio. Es más, ha sido escrita sin otros artilugios que el simple regodeo de pasearse por una imagen sencilla y poética. Y qué contundente es. A pesar de la falta de misterios que las creencias suelen encerrar y del predominio de la razón occidental y cristiana que describen esos versos. Así fue planteada, de manera directa. Toda una confesión carente de información babélica o saturada del predominio esclavizante por figurar en las listas de éxitos del momento. Nuevamente, Abonizio, un músico de lectura comprensible, apuñala al sentido popular con una canción que al momento del pesado tránsito del tiempo, no deja de ser una canción futurista. La Composición, afortunadamente, y de seguro ajena a todo análisis al instante de la creación, se ha convertido en una retórica ingenua bajada a la asfixiante era protagonista de la desocupación y la desidia que fueron los finales de los 80. Algo parecido a ese malestar casi bizarro, nos pasa en este rato presente de aire viciado e irrespirable que nos toca protagonizar en algún punto. Desde el lugar que nos toca o hemos elegido para los que figuran en la sección; Dichosos. Esa es la intención inicial y la mirada de la creación –de esa, precisamente-, sostener la imagen de una virgen pobretona, asociada a la música como una breve descripción del matriarcado para consideraciones eclesiásticas si se quiere, o como un cierre de todo tipo de discusión social posible cuando se trata de creencias. Una mujer que al parecer, engaña, consuela, contiene y toma las riendas y manda al yugo, al Dios y al Diablo que a esa altura, eran los créditos financieros de la prole. La canción tiene unos años, unos cuantos, y de conocimiento popular es, que, el acero bueno, finalmente, tiene final de inoxidable. Era evidente y audible, ese recurso compositivo utilizado no fue nuevo, pero tampoco se agotó allí –ya lo había tratado brillantemente Discepolín, como una trama novelesca del gigante e imbatible peronismo-. Y hubo otras formas posibles y necesarias de adaptarse y readaptarse a los tiempos y seguir siendo un cronista de marras. Abonizio, una personalidad casi multifacética en el compromiso del texto, del poema proletario o de la canción testimonial, puede pasar de la seguridad absoluta del Matador cordobés a la vulnerabilidad del mocoso descalzo pidiendo un humilde milagrito. De este modo insolente y casi desde una perspectiva lateral, lleva nuevamente la canción trova al extremo de la crónica de un tiempo que vuelve a reflejarse, pero esta vez, con los vidrios rotos. Tan fugaz como el humo de su propio cigarrillo o que no es el mismo que el de los insaciables golpistas incendiarios. Y sigue haciendo de su oficio, por momentos, un lugar de tinieblas para los afónicos protagonistas del relato. Los que se quedan en silencio, sin vos y se les desvanece el sueño, entre el sudor de la bicicleta y la posibilidad perdida de la prometida esperanza industrial. Hoy, la parada del bondi sigue siendo la misma, las lágrimas y la resistencia siguen siendo las mismas, pero en otra gente. Al decir de algunos, esa gente que sólo debería ser abono para el terreno del fascismo. Mientras tanto, la palabra Mujer sobre el final de la canción, aparece como una disonancia acentuada en la esperanza de la gran mayoría. Creo que Abonizio siempre fue peronista y nunca se dio cuenta.

Crónicas Rosarinas por Adrían Abonizio

CRONICAS ROSARINAS
Mis parientes, los locos, me persiguen

Los locos me persiguen.
Se quieren tomar venganza por mi huída de su ghetto consistente en camas desventradas; expuestos al viento, cigarrillos mangueados y coronitas de flores de papel de cigarrillos, al decir de Charly.
Los encuentro a la vuelta de cada esquina como quien se topa con parientes en una ciudad donde la familia ha pasado a ser el vulgo menesteroso. El abuelo fue a fosa común y los nuevos venden estampitas. El primo es aquel que vende muñequitos y el tío, el de más allá, cuida las motos. La prima lejana vende gorilas de plástico que dan vueltas. O patitos de patas giratorias en una palangana.
Están ahí. Son muchos. Es una parentela de miles. Flotan, semiahogados por debajo de los 550 pesos de indigencia obteniendo, en mugrosas oficinas, 150. Saben que 8 pibes se mueren de hambre por día. Llevan la información en la sangre mutante: están conectados allí por un vínculo indestructible. Venden biromes en las tardes anestesiadas de este otoño que presagia —lo sé, lo sabemos— un hongo venenoso consistente en una plaga de inflación o licuación del sueldo o jucio sumario y fusilamientos sin cadáveres. En las paredes hay calaveras pintadas que observan y te miran desde sus huecos: Soja Muerte . Hay leche derramada en vano y la cara de un Neustadt todavía vivo en las vidrieras muertas con televisores gigantes: Piper Dakota para de Angelis, Pueblo contra pueblo, Evasión en el campo, Daremos batalla. Titulares de films sin estreno.
Derivan trepando montañas y peldaños con una tarjeta mugrienta que exhiben en los colectivos, mientras hablan del Sida y entregan un almanaquito a cambio de ahorrar para medicamentos de tres dígitos que no existen. Abajo, por los bares, tobas de pelo que más de un Giordano quisiera para sus modelos, ofertan pajaritos multicolores por dos pesos que merecerían estar expuestos en el Malba.
Los locos están sueltos. Les faltan algunos dientes.Usan pulloveres que encontraron en bolsas. Están demasiado zarpados para vivir así. Detecto a un padrino desde el ómnibus: almuerza, merienda y cena al paso, apoyado en la barra de una cantina pero sin barman, solo en el conteinner azul, cuadrado, tan duro como el acero pero plástico: masca algo verde y marrón, que puede ser lechuga con asado, erguido arriba de su caballo pero en cuerpo de bicicleta.
Están locos, tengo miedo por ellos, porque me recluten nuevamente. Soy uno que se les ha desbandado y ya no los quiere reconocer. Viajo más o menos acolchado en mi campera evitando mirarlos a los ojos. Ya no intento hallazgos ni dejo que me expongan como carne salida de manicomio. Este nuevo amanecer me trae remembranzas fuleras: yo fui al colegio, yo tuve una vida, ¿por qué caí entonces? Ahora puedo pensar, elaborar una frase, escribirla en un cuadernito celeste mientras camino y me cruzo con un pariente que no me ve, ocupado en despiojarse. Ha madrugado el pibe alto, un primo de mano pesada que supo hacer guantes con soderos de zona sur y que a todos dejara fuera de combate. Es insomne por épocas. Limpia los vidrios de la civilización de Tribunales que, a esta hora, lleva prolijamente sus hijos al colegio. Y él con las manos en el agua helada, meta estrujar el trapo.
Otro anda por ahí, me tienen cercado. Vende praliné, pero vencido. Es el que los roba de los cines, abandonados en las butacas y al fuego de los que han dormido fuera, los calienta un poquito y los encaja a desprevenidos.
Me da verguenza haberme salido de mis cosanguíneos sin ayudarlos: si los rozo, me caigo al pozo con ellos; si me alejo, los cruzo en cualquier lado. Mejor andar callado, con el conchabo ahora y ser uno más, disimulado, conciente de su destino, uno que alcanzó el trabajo y la salud y al que ya no tocarán ni electroshock, policías o asistentes sociales.
Fue hace unos días, pesqué una buena. Me bañé, resté al canibalismo la necesidad, emboqué un triple y pegué un trabajo seguro apartándome de la selva donde ellos, pobres, todavía están dando vueltas, mareados, enfermizos y babeantes, muy serios con su inconciencia de bestias montunas y yo, esquivándolos, huyendo por ese terror helado de no ser nadie, luego de haber pertenecido a la progenie recolectora de las llanuras junto al río pardo y haber huído de los pabellones, de las lunas frías y los bancos de madera carceleros, la leonera y los huecos en los parques. Del perraje que busca para hacerte compañía como si se dieran cuenta que estás en la vía, del pegamento con que soportar todo o el 22 para llevarte a alguien con vos, a tu agujero, a tu mismo dolor por uno o dos disparos, total, pocas cosas duelen y hay que cobrarse la lastimadura con que se viene a este mundo.
Ya no soy del club ni de la familia de los enajenados: creo haberme salvado. Soy custodio de un gordo de pelo blanco. Me mandó al dentista, me dió este 38 con funda de cuero, otra para el colmillo y una obra social. No quiero saber nada más con los lunáticos.
Solo a un loco se le ocurre que eso que hacen todos los santos días de sus vidas, se le puede llamar vida.

Pescando tras el muro de la Patria

CRONICAS ROSARINAS

El tipo, un cincuentón quemado por el sol; con la brasa entre los labios volvió a encarnar y arrojar la tanza lo más lejos posible. Cada atardecer, desde su viudez, ocurría lo mismo: cargaba el maletín de pesca en el renaulcito y se iba al muelle, a estrellarse en la confirmación de una liturgia del aburrimiento descolorido: ya no había pesca en el muelle de Rosario.
Tenía una manía, contar barcos. Una hora diez y 23 barcos de calado enorme. A razón de uno cada tres minutos. Ellos le estaban espantando las bogas. Habían dragado demasiado hondo para permitirles el paso a los monstruosos buques y ahora las barrancas temblaban de miedo a caerse. Y las redes finas que los pescadores menores habían puesto, luego que a ellos, desde las factorías, les habían puesto otras más finas aún para que no pase ni siquiera un feto de bagre, completaban el revés. Una guerra submarina para darle de comer a vacas de Europa, pescado nuestro aplastado, reseco. La bosta de ellas sería barrida por ignotos franceses, alemanes rudos, para ser tiradas en una acequia final. Ahí quedaba el victorioso Paraná. En esa ciénaga apartada. Los hijos del río yacían definitivamente hechos desperdicios, pero antes deberían de cruzar el océano en cubos olorosos a pez, licuados en una harina degradante.
Negó con la cabeza: no quería ver eso. Se lo imaginaba y le quemaba la razón. El Monumento a la Bandera, a su derecha, se encendió de golpe: le habían puesto una corbatita blanca consistente en una franja blanca con costados azules de neones, cosa que luciera como una bandera erguida. El puente, otro espantador de peces, tambien se encendió de golpe y el tipo tuvo en ese momento una nostalgia de lejanías tangueras: extrañaba lo que no conocía. Irse; ya era tarde. Conocer los puertos de mujeres exóticas y fragancias prohibidas, ya no podía. Ya no quería más desearlo porque en ello se le escapaba ese deseo de animal que olía a la esperanza por un mundo distante y tal vez inexistente, como contrapartida de éste, previsible, parado en el lanzadero sopesando que ningún tirón del otro lado de la línea le daría un vuelco en el corazón al fin y su confirmación de pescador de raza.
Los del campo estaban ahí nomás, de pie pero agazapados, las manos al frío, incomprensibles e incomprendidos, llamando a la gente junto a los guardarails y los tambores con fuego. Los del gobierno, se asentaban, cálidos en sus ministerios, tironeando una soga con olor a bosta. No se entendía el por qué de tanta saña. O sí. Uno tira diez gatos hambreados en un campito y sobreviven dos. Eso era esta guerra, la submarina y la terrestre. Comer, hartarse hasta explotar. No pensar en el mañana, engordar, morir sin morir. El que hace sufrir se muere, se solía decír para sus adentros. El era distinto. No entendía mucho pero hubiera resuelto mejor estas pendencias. No hubiese empezado la pelea o bien, hubiese sabido aplacarla con eficiencia si hacia él la dirigían.
El Rosario del General Belgrano estaba allá abajo, con sus baterías apuntando a la nada. Un gordito enfermo, loco y armando la patria de la nada, según había leído. La patria. Se le figuró un muro enorme, con agujeros de bala, pintadas y graffitis donde cada uno escribía o asesinaba o comía o hacía su deposiciones según su credo. Pero el muro nunca se terminaba, encalado y ceniciento. Un muro que delimitaba vaya a saberse con qué cosa. Estamos encerrados en la patria, pensó. Y se sobresaltó. Dejó la caña y, como cada vez que un pensamiento gigantesco lo absorbía, tenía que sentarse y disolverlo, entrarle al centro. No era de hablar, era de pensar el tipo.
Así estaba cuando arribó al apeadero un colega. Venía de buen humor, fumándose el frío de la noche que se insinuaba. —¿Y? ¿Pican, amigo?—, le dijo sabiendo que no le contestaría, porque hace mucho tiempo que nada bueno estaba sucediendo en esas aguas con olor a sorgo descompuesto.

Otras letras consagradas

* Miedo del Miedo - Disco Rock Rosario 83´ - 1983
* De Mami - Disco ¡Mami! - 1988 Baglietto
* Costitución de noche - Disco Ayudame a mirar - 1991 Baglietto
* Alguien que ve mas lejos - Disco Ayudame a mirar - 1991 Baglietto
* Todo a mi favor - Disco Ayudame a mirar - 1991 Baglietto
* Corazón de barco - Disco Corazón de barco -1995 -J.C. Baglietto
* Amor siciliano - Disco Corazón de barco -1995 -J.C.Baglietto
* Fuí mujer - Disco Corazón de barco - 1995 -J.C.Baglietto
* Cuento de gallegos - Disco Corazón de barco -1995 -J.C.Baglietto
* Y ahora - Disco Rosarinos - 1997
* Un discepolin sin arrabal - (Lalo de lo Santos - Abonizio )Disco Rosarinos -1997 -Dedicado a Fito Paez
* Postales del alma (Vitale-Gonzalez-Abonizio) Disco Postales del alma -1999- J.C.Baglietto
* Principe del manicomio - Disco Baglietto-Vitale - 2001- J.C.Baglietto
* Canción esdrújula - Disco Baglietto-Vitale - 2001 - J.C.Baglietto

Cualquier tren a ningún lado


1- No estamos a salvo
2- Carta de un ladrón
3- Descreo
4- Naranjas
5- Noche
6- Pibe del sur
7- Volar
8- Oración del remanso
9- La sombra de la guitarra
10- Tus brazos en la cruz
11- Fauna marina
12- Cualquier tren a ningún lado
13- La negrita de morón
14- Esta velocidad
15- El como y el porque
16- Historia de mate cosido