Letra de : Cuento de gallegos de Adrián Abonizio

Viniste en un galeón con un mar de fondo
tu mujer parió un sueño redondo
aunque el almacén es una cosa dura
fin de una aventura y el principio del ayer.
Llegaste al bordo con un solo traje
libros de oleaje y la guerra civil
no estaban tan bien vistos los que habían ganado
su nombre era franco, pero el hambre es si o si.
Ella tuvo hogar y cocina de leña
no pudo hacer un hijo en sangre morena
cortando batatas puso a dios en la balanza
y una noche de bruma, con un criollo se fue.
No hay nada más patético que un gallego triste
no entran en la bolsa el luto y el chiste
parecías un reo por la España ajusticiado
corazón nacional, en frente republicano.
Y desafiando el dicho y el rumor de los vecinos
el la perdono y a traves de un primo
ella se entero regreso en silencio
y por no golpearla, subiste los precios.
Ella se puso gruesa como una manzana
tras el mostrador ni se le notaba
tuvieron una hija "milagros de la fe"
deseada por dos, concebida entre tres.
Una historia chica contada en los mesones
me la dijo un tipo que vive allá por flores
el la había querido con las manos llenas
y era suya la hija, a la que llamaban "la gallega".
Unas frases obvias plagiadas de algún tango
la verdadera novia y algunos golpes bajos
que puedo hacer decía para olvidarme
fui solo un padrillo de sueños de madre.
Bajaba la botella, se hacia luna llena
el tipo estaba en medio de su radionovela
lo deje a las cuatro sin saber el resto
y escribí esta historia para comprender.
Que el amor es cuento
que el amor es puro cuento
que el amor es solo cuento

Historia de Mate Cosido de Adrián Abonizio

Sentado entre maderas
y las flores caen.
La llama del tabaco
y la cruz de los barcos.
Allá lejos,
cuando salen
de la iglesia los compadres,
se sientan a jugar al sol.
Una fiesta cuesta arriba
hubo anoche y en la esquina
amaneció lloviendo.
Sentado entre maderas
y las flores caen,
la llama del tabaco
y la cruz de los barcos.
Si las luces de este pueblo,
te preguntan cómo he muerto,
deciles: que no sabés,
que no sabés.
Mi revólver, mi campera,
mi hacha, mi trampera,
mis viejos perros,
mi prontuario.
Tenés que estar prevenido,
un día la lancha va a llegar,
la esperaré tan tranquilo,
me cambiaré de camisa y de puñal.
Para que un oficial escriba
en el parte de salida,
una O.
Se ganará un ascenso
como padre de familia.
Para que un oficial escriba
en el parte de salida,
una O.
Lo contará en la guardia,
que no tembló.
Para que el río se detenga
a la hora señalada, llegará.
Como una puñalada,
como una mano más.

Letra de : Alfabeto para locos de Adrián Abonizio


Un millón de casas mudas y un farol
que apaga el az del sol
y el rencor de aquella luna
que se va por el espejo del retrovisor
y no saber si uno ha de volver
a ese lugar que amó y fue la voz
de un acertijo entre los ciegos
de este alfabeto para locos.
Yo no sé que preparó en su arcón
la musa esquiva y gris del cantor
que en la mitad de la oración
vio el escenario de humo y de rubor
lleno de viento el corredor,
pues entendió qué es tocar.


Tocar sabiendo que no alcanza
cuando te comen hasta el alma
ser corazones de los otros
es un oficio peligroso
otro acertijo para ciegos
un alfabeto para locos de verdad.


Sé que tengo que dormir
en las copas del licor
teclas que transpiran,transpiradas de otras vidas
sin saber lo que doy
tan cansado de soñar
los sueños por la mitad
me escapé, marqué tres y así como me ven
sin vanidad sembré.


Un millón de casas mudas,
compartirla mesa de un hotel
y el humor por estar vivos
pues tocar es un oficio que puede curar
mas no saber si uno ha de volvera
ese lugar que amó y fue la voz
tocar sabiendo que no alcanza
cuando te comen hasta el alma
ser corazones de los otros
es un oficio peligroso
otro acertijo para ciegos
un alfabeto para locos de verdad
tropecé en tu corazón
cuando al piano puse un sol
y te vi lagrimear como un maral cantar junto a mí
desvelado por cantar
el sueño de los demás
me escapé, marqué tres y así como me ven sin vanidad.

Tan cansado de soñar los sueños por la mitad
me escapé, marqué tres y así como me ven sin vanidad sembré.

Letra de : En Tierra firme de Adrián Abonizio

Te escribo sobre los muebles rayados por los años
y espero estés conmigo para que yo pueda contar con vos.
Y si canto este cuento voy contando el momento
entre estos cuadros viejos lo que va pasándome.
No vengo de otra costa de exiliados ni homenajes
ni alabanzas ni falsa idolatría ni coronas de espigas ni de estrellas
Una ruta insegura pero de la estatura
de un amor de la bruma que se fue con el sol.
Vengo a decirte que la libertad no existe
que nacimos para títeres
que los sueños son de oro
aunque en tierra firme la tierra sea de otros
que la verdad no viene en racimos
y se oxida en boca del asesino
la señora justicia anda enferma
por las noches alguien le arranca las venas
espero que me comprendas
espero que te comprendan.
Después de todo no soy quien para darte estos consejos
cada cual aprende de sus tropiezos
el hijo que no tengo vendrá un día
a terminar lo que yo no podría
hay que plantar un árbol en cualquier parte
demasiadas cosas para desanimarse
te lo digo con el corazón como una ofrenda
vale mas perder el tiempo que las fuerza
Espero que lo comprendas
espero que te comprendan

Letra de : Canción esdrújula de Adrián Abonizio

Pibes escuálidos
rubias histéricas
perros nostálgicos
y focas antárticas
lunas fatídicas
gordos palúdicos
sexo inalámbrico
y goles estrábicos
en horas buenas
los buenos parásitos
en horas malas
los malos arácnidos
venenos fálicos
que entran en pánico
viendo al tráfico
del beto mársico
alma escolástica
y ángel potásico
leyes impúdicas
jefes afásicos
viudas hipnóticas,
falsos agnósticos
tortura fóbica
error de diagnóstico ay!
Magos misóginos
falsos metódicos
madres voltaicas
y bodas católicas
sangre antirrábica
y bombas satánicas
almuerzo escuércico
y muertes fantásticas
aves marías criadas a plástico
tangueros cómicos
y besos cáusticos
concursos mágicos
balazos prácticos
novias sarcásticas
hechas a máquina
pugliese único limpio y onírico
brillos de túnicas lifting lunáticos
crazys macáyicos,gatillo islámico
ratas asiáticas comidas rápidas ay!.
Tengo una ciática de tanto ácido
un sueldo único y un hijo póstumo
ningún monómico
me otorga un préstamo
preso del próximo
programa hipócrita
frics terroríficos
venden pacífico
culos estrábicos y patria monárquica
un abuelito del paleolítico
con un acrílicomata a un político
y mis pronósticos
sin mis mayúsculas
un sueño náutico el alma reumática
rubias histéricas ,fé de fanáticos
rayos catódicos
canción esdrújula ay!



Fiesta de pobres por Adrián Abonizio

Jueves, 30 de diciembre de 2004
Fiesta de pobres

Ignoro cómo serán las fiestas actuales en un lugar donde abundan el hambre y la desazón. Imagino el calor y el olor, el espacio hostigado, la alegría exorbitante y rabiosa del que no tiene nada y nada espera, la conmoción de ver un cielo lleno de fuegos artificiales ajenos disparados por quienes se dan el lujo de gastar en eso.

Mis fiestas de pobre fueron hace tiempo e ignorábamos que lo éramos. Solo sabíamos que no andábamos por pisos de tierra y el destino podía ser mejor. No éramos "negros", ninguno cirujeaba y había honrados padres de familia con un crédito en el lomo, casa propia y un lujo extra como el tomarse vacaciones en Soldini, qué tanto. Supe que éramos pobres más tarde, en comparación y en retrospectiva. Hablo de mi familia y la de tantos que espiábamos tras los tapiales. Aquí va una reseña para identificarme: flotaba en el aire una expectación inusual, una urgencia por algo que no sabíamos pero tenía que suceder antes o después de las fiestas, como un fin del mundo en miniatura. La heladera lucía repleta de manjares nunca vistos y pesaba la pena de muerte sobre el que desarmara un plato. Nuestros padres discutían de economía airadamente como si se avecinara una guerra. Se extraía el arbolito del ropero y el pesebre, ambos cada vez más raídos. La carta a Papá Noel o Reyes era desviada en el camino o adulterada por espías: en lugar de un fuerte o un robot a pilas, llegaban una docena de soldaditos o un humillante calzoncillo. Santa Claus era un gordo farsante y el trío más mentado siempre estaba endeudado. El Niño Dios constituía un bonus track, hasta que entendimos que el premio venía unificado. Las gaseosas se racionaban con logística militar y constituían un tesoro. Al champán se lo mencionaba con un respeto hasta supersticioso y para consolarse exaltaban las virtudes de la sidra, más sana y más nuestra. Las mesas eran tablones, los cubiertos rejuntados, los vasos desiguales y no había detalles de ikebana navideña: nos lo hubiésemos comido. Las mujeres sudadas como mulas de arreo revolvían el fuego o fregaban en la pileta, mientras que los hombres venían de cazar en la selva y entraban con animales muertos sobre sus espaldas, hielos gigantescos y una transpiración con vapor de yetis. En el camino alguno de nosotros "cobraba" por el malhumor y flotaba en el aire más que un clima de celebración y concordia, uno de tribal matanza, un halo de asesinatos. Los enjuages se exponían en sordina o explotaban en burlas siempre al borde del crimen. Los buenos vecinos, juiciosos y callados, sufrían las provocaciones de algún pariente que les vociferaba su condición de patio a patio. Alguna novia de un primo mayor era acosada por algún tío bebido y no se pasaba a mayores por distracción más que por respeto.

Dos o tres hombres llegaban sobre el filo de la medianoche o bien se iban con ella: eran policías que tomarían la guardia y mandarían saludos a algún pariente infortunado que estaba entre rejas. A veces, contrariando el reglamento, disparaban al aire, feroces, contentos. Con la certeza prosaica de un tango, regresaba a la familia alguna mujer descarriada con el perdón en las manos y acompañada siempre por algún morocho adusto con cara de cafiolo. Repartía besos, nosotros le espiábamos el escote, nos llenaba las mejillas con un rouge pecaminoso y en la siesta del otro día la habríamos de evocar en grupo en la terraza mientras oíamos de fondo el parte médico de un pariente que había sido internado, sin gracias ni gloria alguna, por la comilona nocturna.

Algún pariente de sexualidad distinta sufría las mofas baratas de la mayoría, mientras que una tía vieja lo protegía; otra tía no bebía alcohol porque estaba medicada ya que sufría "de los nervios" y una tercera había enviudado recientemente por lo que vestía de negro y sonreía detrás de una máscara kabuki. Le daban el pésame y el saludo de Año Nuevo todo junto. Salíamos a ver el auto flamante de un pariente próspero, de quienes todos desconfiaban por el modo de obtenerlo: era el que "andaba en la política". Y cascoteábamos perros y abollábamos portones y sangrábamos y nos enloquecíamos y estábamos felices de esa hermandad salvaje donde todo se exponía en una noche como si fuese la última en el mundo. Se nos mezclaban los significados. ¿Qué hacía un Papá Noel congelado llegando a estas barriadas de calor africano y mosquitos? ¿El era también el Niño Dios o lo traía en una bolsa? ¿Qué papel jugaba Cristo en todo esto?

Como fuera, todo servía para embucharnos toneladas de carne y turrones de mármol, beber alcohol por vez primera en el centro de un galpón con un único ventilador que giraba esquelético derramando en el aire olores a colonia, pólvora quemada, música de cumbias, estampidos de corchos y una melancolía indefinible de estar festejando algo incierto en el lugar equivocado. Luego, con la luz de un sol de lava, todo se amainaba y se barrían a baldazos los cohetes extintos como cadáveres. Estas fueron mis fiestas pobres y, pese a todo, no las cambiaría por ninguna.

No hay Dios por Adrián Abonizio




Jueves, 16 de diciembre de 2004
En mi barrio había abrumadora mayoría católica. A los judíos los llamaban "el pueblo hebreo", que era una forma elegante de no nombrarlos. Un eufemismo piadoso que usaban los que se consideraban mejores. A los fallecidos les llamaban "disidentes" con tono neutro. Admiraban, eso sí, los jardines floridos, la pulcritud de sus lápidas y el heroísmo propagado por la radio en algún aniversario de guerra. Los judíos que yo conocía eran relojeros, fotógrafos y tenderos. Especialmente estos últimos eran gente amorosa y entrañable que me acariciaba la cabeza al verme y descubrían en mí un parecido con Tony Curtis. Mi madre sólo tenía algunas veladas quejas cuando le pagaban por el trabajo que ella hacía como costurera, pero se resarcían con un cariño inmenso hacia su hijo. Mi padre reparaba la escena diciendo que todos pagaban mal pero que los peores eran los italianos y que ya van a ver cuando vuelva Perón.

Los católicos de mi barrio parecían tener la contienda asegurada: contaban con una maquinaria bélica poderosa basada en la propaganda y en sus agentes laicos. La Iglesia estaba presente en las campanadas del disco en los domingos de mañana y en los azulejos santos o en alguna virgen tutora del hogar. En los talleres mecánicos, en el tablero de los colectivos y sobre el lecho de los esposos. Yo jugaba a la pelota en la cancha trasera de la parroquia, frente a los enfermos de tuberculosis. Se me ocurrió preguntar si alguno de ellos era judío. "Ellos van a otro lado a enfermarse", me contestó el curita que nos dirigía. Era malísimo jugando, pero sermoneaba como si fuese hábil y encima otorgaba tarjetas amarillas invisibles para todo aquel que blasfemara. En el mercado de la vuelta escuché hablar de los judíos, de sus guetos y martirios. La vereda estaba manchada con sangre bovina y unos peces de plata me miraban desde sus cajones funerarios con ojos de ahogados. Me pareció muy triste la historia aquella, pero ni en la escuela ni en catecismo se hacía mención alguna. Un compañero avanzado que esperaba el 8 de diciembre para ganar unos pesos me advirtió que a Cristo lo habían matado ellos, los judíos. Que también ellos tenían su infierno y sus leyes sagradas, pero para entrar a su religión había que tener plata y que si habían hecho tamaña salvajada eran capaces de muchas otras cosas peores. Que habían perdido con los alemanes porque no tenían patria ni ejército y que salían en todas las películas sufriendo. "Nosotros somos mejores", concluyó señalándose el pecho. "Tenemos un infierno alegre: es como un cabaret lleno de chicas desnudas". Estábamos en la entrada principal de la iglesia presidida por una deidad sobre el túmulo de piedras y coronada de espinas eléctricas que se encendían por la noche. "Mirá, hasta la virgen nuestra es linda, en cambio ellos no tienen a nadie", concluyó.

Tomé la comunión sin fervor y al recorrer la parentela disfrazado con un saco gris que picaba con el calor, repletos los bolsillos de monedas, comprendí que mi amigo tenía razón. Nuestra religión era buenísima; te dejaba una renta sin hacer nada. Ahora era libre: nunca más andaría en esos pasillos plagados de imágenes monstruosas del pecado con demonios obscenos pinchando con tridentes los trastes de los santos y aguantando a esos curitas sin oficio que te retaban pero no sabían ni pegarle de punta. Absorbido por la pasión futbolera imaginé un picado de católicos versus judíos; el que perdiera descrucificaba al Nazareno y de paso le daba una mano de pintura al madero de la nave principal. ¿Y que ganaban los judíos en la lidia?, me dije. Ya sé, me respondí: me hago del cuadro de ellos si ganan, pero primero le tienen que subir el sueldo a mi mamá. Y así transcurrían mis días bajo el cielo admonitorio y práctico del catolicismo. Me fui del club avergonzado por tanta sangre derramada, pero al otro no lo comprendía intuyendo que portaba una barbarie parecida. Ellos, los judíos, eran los contrarios, pero mi equipo era impresentable. No creí perder cuando abandoné el traje de impostor: ya no sentía nada por nada sobrenatural y la cuestión judía me apareció más clara cuando accedí a algunas lecturas políticas sobre las barbaries sobre ellos derramadas y las que luego volcaron sobre los demás. El judaísmo y el catolicismo cabeza a cabeza en la tabla, mientras que abajo estaban los cuadritos sin figuras emblemáticas y que jamás saldrían campeones de nada, con sus iglesias donde tocaban panderetas y sus rubios foráneos en bicicletas. Y lo peor es que nadie, ni aun los clubes chicos, se iban al descenso.

Toda la literatura religiosa estaba plagada de carnicerías, paranoia, hermetismo y conspiración. El verdadero amor, el amor infinito vivía en otros libros, más heréticos pero más humanos. Estaba en otro lado, en la música, en las ideas, en el fin de la esclavitud de bolsillo y de alma. Estaba en el aire, no en sus templos. Estaba en mí, que ahora había alcanzado un dios cotidiano y propio, sin tierra prometida ni ruega por nosotros pecadores. Movía montañas y era capaz de andar por el desierto para llegar a mi felicidad. El más allá en el más acá. No es fácil: es sacrificado no anestesiarse con dardos divinos ni salvaciones a medida. Si quieren de mí un creyente o un converso o lo que fuera, sólo deben demostrarme que están a la altura del Dios que dicen defender. Aún sigo esperando.

Letra de: Todo a mi favor de Adrían Abonizio

Siempre preocupado, como sin destino
igual que un marinero recién embarcado
siento como cantan el Ave María
las viejas del barrio allá en las casillas
cara de ladrón, ropa muy antigua
como un extranjero en su propia quinta
abre la ventana la rubia ligera
pero ella solo invita a los que tienen tela
perdedor por muchas cabezas,
ganador de la sutileza
mientras que otros persiguen el oro
solo me contento por durar un poco
sé que esta no es forma ni filosofía
solo la defensa de mi pobre vida
tengo esperanzas, no las pierdo
porque soy un ganador
pero creo que este año me irá peor.
Por eso la otra tarde
con ánimo de lucha
yo me fui p'al centro como quien disfruta
pero en el 59 aunque iba muy atento
una mano amiga me rapiñó el vento
no importa me dijo, vamos pa' adelante
sin tener en cuenta que andaba cesante
y por andar pensando en esas cosas distraído
no vi ni la sombra de ese colectivo.
Perdedor por muchas cabezas
ganador de la sutileza
mientras que los otros persiguen el oro
solo me contento por durar un poco
sé que esta no es forma ni filosofía
solo la defensa cuando estaba en vida
ahora vivo en una nube que no para de llover
pago al día mis impuestos más el alquiler
los diarios de aquí arriba son todos oficialistas
traen las hojas en blanco con la cara del barbita
aquí arriba se comenta
que hasta el cielo está empeñado
que levanten ese muerto, San Pedro y sus asociados
tengo esperanza, no las pierdo
porque soy un ganador
pero creo que este año me irá peor.

Crónica de un viernes marplatense por Ramiro Bibiloni


Este viernes 26/09/08 se presentò en Mar del Plata , el maestro Adriàn Abonizio en el complejo del teatro provincial auditorium , en la nave llamada "Bodega del Auditorium" .

Este pequeño lugar ,fuè el escenario ideal para contactarse con el maestro .
Esta vez se presentò solo ,guitarra española en mano y su inquebrantable voz .
Abrìo con "Cuando" y llamativamente para mì , continuò con "Basura en Colores"
versiòn que jamàs habìa escuchado por èl . Seguidamente sus obras dijeron presente
Desde Corazòn de barco hasta La Villa de los Milagros...y esta canciòn , yo sin saberlo ,se la escrbiò a Joaquìn Sabina en una especie de desafìo español-rosarino , textual de Abonizio ,en donde en repetidas veces contò que Sabina le decìa: tu Abonizio...eres un pelotudo...
Si,si dijo Adrìan , pero el partido lo ganè yo...

Y hablando de partidos , toda la noche estuvo pendiente del resultado canalla , que segùn los espectadores resultò 1 a 1 .-

Tambièn me enterè de la musa inspiradora de su obra cumbre para quien escribe , "Prìcipe del manicomio"...
Para quienes no conocemos Rosario , la anècdota fuè por demàs emotiva...como la describiò...creì haber vivido ese momento con Adriàn .-

Nos adelantò 3 tangos muy graciosos e irònicos de su trabajo Tangolpeando...y se despidiò desde El tempano pero dandose la mano con Dios y el Diablo en el Taller....

El bis , muy particular por cierto , sorprendiò a Abonizio buscando en sus carpetas una nueva canciòn , inèdita aùn que me dejò "patinando..." como muchas canciones de èl que tardè 10 años en entender...

Para los casi 30 espectadores que estuvimos en el Auditorium saboreando al maestro...una vez màs...el autor en carne hueso , nos ofreciò sus frutos...su trabajo...y su legado.-


Ramiro Bibiloni

Letra de: Fuí mujer de Adrián Abonizio

Dificil olvidar
todo lo que perdí
eso no es para mi
material de vida,
botellas y almas queridas
que la noche sublima
en su medialuz.
Antes de ser varón
yo se que fui mujer
lo siento al recordar
algunos tramos
cuando me miro las manos
y son de un lejano
país de otra piel.

Nostalgia de otra vida
carbón que da la mina
la fuerza necesaria para arder
y en los ojos del espacio
va silbándome despacio
que soy trigo
pa' que otros puedan comer,
esto no termina nunca
el amor es la pregunta
y si estuve en otra vida fui mujer.
Conozco la canción
falsia del querer
la trágica comedia de la hombría
creen que llorar afemina
y el dolor los obliga
a llorar como mujer.

Ramiro y Adrián en Mar del Plata - 26/09/08

Letra de : Amor siciliano de Adrián Abonizio


Aprendiste las palabras prohibidas
porque nunca consultaste al diccionario
de acero inoxidable eran tus tripas
para bancarte a un país tan sanguinario.
Con una mano encima de la otra,
y el surco de la guerra en los bolsillos,
estabas en la foto de familia
desafiando el aire de los conventillos.
Ni bueno, ni malo, ni sueño prestado
lejos del lirismo afila el cuchillo
para cortar en dos la luna llena
y alimentar al mundo de posguerra.
Y una noche de julio en medio del campo
al borde de un camino empantanado
se apareció el demonio y lo corriste
con la estampita de San Cayetano.
Fundaste un sindicato clandestino
hecho de sudor y de destierro
Perón los hizo suyos y argentinos
con una mano dulce como el hierro.

Ni bueno, ni malo, amor siciliano
dolce farniente, vendetta caliente
buscando el sueño de la juventud
te convertiste en un fantasma, a plena luz.

Letra de : Constitución de noche de Adrián Abonizio

La noche en Constitución
tiene un aire particular
la lleva la brisa del rio
la trae los autos al clarear.
Nunca andes solo por ahi
que te roban el corazón
las brujas del tráfico pintarrajeadas
con algo tan oscuro.
Y hay quien ve la luna
como por primera vez
enganchada en un cartel que dice: "No habrá mas
penas"
Enganchada en un cartel que dice: "No habrá mas
penas".
La botella calma su dolor
de Santiago bajo y bajo
lustro tan tiempo que si pagaran por metro
el tendría un continente de cuero.
Como la capa de un torero
roja y roja es Constitución
la viven gastando las balas del diablo
la sangre del alcohol.
Y hay quien ve la luna...
Enganchada en un cartel que dice : "Síganme".

Letra de : Mami de Adrián Abonizio

Mami,
que lástima no pueda llorar
me enseñaron que la tristeza
no hay que mostrar
Mami.
Que lástima no pueda cantar,
cantando uno aleja la locura de los otros
los que te enseñan sin saber.

Mami
que lástima la lástima del fin
debe haber una medida que soporte el corazón
y no tengamos que esperar.
Mami, te enseñaron con sentencias, coordenadas,
ordenadas
con florcitas dibujadas en cuadernos Rivadavia
Mami, ya no creo en nada.

Mami,
hubo una luna de invierno, la gomina para el pelo,
las escarchas en el cielo y la noche el misterio
de unos cuerpos.
Mami,
te trajeron de una isla, te educaron bajo el sol
luego el mundo se complica y ya nadie te lo explica,
por eso es que algunas noches
yo te escucho murmurar
por eso es que algunas noches
yo te escucho que rezas
diciendo Mami.

Letra de: Alguien que ve más lejos

Sirena del río, te busco
andando en la noche, te siento.
Sirena de luna
vos estás antes que todo.
Te pido una cosa, hacé que te vea
antes de que me vaya
antes de que me muera.
Sirena del faro, tu luna
no es la misma luna de los mortales.
Perdí las estrellas, jugando a los dados
y en la mesa del Diablo y ahora no tengo nada.
Sirena del tiempo, tu tiempo
es cosa en el agua, se escapa.
Atále un dorado, un hilo de tanza
a mi corazón, él no sabe nada,
menos de guerra, mi corazón es de playa.
Mi corazón solitario.
Sirena, sirena, mi mamá
dejó su atadura, hace poco.
Guiala en la noche
sílbale bajito, ayúdale.
Es como una niña, le basta el reflejo
para levantar vuelo y allá nos encontramos.
Sirena del río, te busco
andando en la noche, te siento.
Sirena de luna
vos estabas antes de todo
te pido una cosa, hacé que te vea
antes de que me vaya
antes de que me muera.
Mi corazón es de playa
y ahora no veo nada
y allá nos encontraremos
que allá nos encontraremos
que allá nos encontraremos.

Letra de : Te hablo de Adrián Abonizio

Te hablo desde el corazón
yo se lo que es vivir en las tinieblas
parece que el alma se queda
sin salir a escena.
Te hablo desde mas aca
sigo buscando lo imposible
hacer que la vida sea vivible
y no engañar.

Habra pasado mucho tiempo largo
habra quedado tanto en el costado
habra llegado un tiempo tan distinto
seguro te habras enamorado.
Si esto es la vida
no se que hacer para que creas,
te han confinado te han lastimado con mentiras,
no puedo prometerte nada
no puedo decirte nada
mas que vivas.

Te hablo desde el corazón
no vale ya vivir arrepentido
no hay deudas posibles, ni culpas
te matan pero te dejan vivo.
Habra pasado ...
Si esto es la v ida ...
mas que vivas.
mas que sigas,
mas que vivas,
mas que sigas.

Archivo; de un recital de Rosarinos