Somos todos como niños


* Ambos son jovencitos implumes y atienden un kiosco de revistas de calle Córdoba. Dibujan con frenesí pero sin arte en los ratos libres que son muchos. Caballos dibujan. Caballos criollos. De cuerpo entero. Cabezas. Cuando recibieron una revista con las reproducciones de Dalí uno dijo -¿Los relojes chorreando es como de los faloperos, no?- No, eso se llama subrrealismo, le respondió el otro. Y empezaron a copiar al español. -¿Por qué no dibujan lo de antes en vez de esas boludeces?, les inquirió el padre, tutor artístico y asignador del sueldo de ambos. Como respuesta ahora dibujan caballitos chorreantes: Son espantosos, pero les asegura la dignidad vulnerada.

* Escuchó hablar del reloj biológico; El, quien tiene horarios rotativos y trabaja una semana de mañana, la otra de tarde y la restante de noche. Escuchó delirios sobre mutaciones. De mañana es un hornero, de tarde un cascarudo y de noche un murciélago. En las horas libres duerme, hibernando como un oso. Se aparea cada dos meses. Es el único animal que paga por tener sexo.

* La noche era escandalosamente bella, salieron a la terraza tras un ensayo. El patio, las plantas en la altura, los pigmentos fosforescentes cercanos al farolcito amarillo. Y la luna que creció de golpe, llena, redonda. Esos momentos sublimes donde nadie dice nada. Hasta que el brillo delató a un nuevo cartel, más grande que la luna que dejó ver una hamburguesa horrible, gigantesca y la leyenda chorreante de "un cuarto de libra de queso". El asco los invadió a todos.

* Ella es una maestra que llegó del campo, ya mayor, y vino a dar a una escuela exigente, con chicos avispados y padres paranoicos. Los chicos la abruman y los padres la cuestionan. Confunde ser atacada con su incapacidad absoluta para gobernar con arte y eficacia el grado. Se victimiza pero ni le salen lágrimas, no sabe llorar. Es incapaz de indignarse y de sentir océanos profundos en su alma hueca. Por todo ello, para sí, se suele decir ?me discriminan porque vengo del interior.

* Hay sitios que dan miedo porque nos reducen al confinamiento y la prisión: Las comisarías. Y hay otros de implícita ternura desde su fachada como guarderías infantiles o tiendas de bebés. Los primeros suelen estar atendidos por gentiles y los segundos por personas horrorosas. Así es la vida, incongruencia pura.

* Le ocurrió algo exótico y de aire fatal: Llenó sin mirar dentro del termo con agua y mateó hasta terminar el contenido. Cuando vació el resto para llenarlo nuevamente vió caer en la pileta un escorpión muerto, calcinado por el calor hirviente. Hace dos días que aquello sucedió y cada marea o escozor o tensión que siente en su cuerpo lo atribuye al poderoso influjo del veneno que siente circularle por toda su anatomía y que lo terminará fulminando. Pero los días pasan y no se atreve a una consulta.

* "Por favor espere a ser llamado", lee impreso en el vidrio. En esos lugares de trámites ella ha comprobado que inevitablemente las ventanillas son siempre seis. Y dos son los que atienden. Hay un tercero, flotante que los charla, se sonríen, pierden el tiempo, la fastidian y enervan. Hablan de sus cosas. El que los distrae siempre lleva una taza de café en la mano, al descuido. Los ametrallaría, haciendo saltar los vidrios, salpicando todo de rojo. Pero hace palabras cruzadas para no tentarse.

* Es una señora que vive en un pasillo, cuida de su perra, baldea el pasillo y escucha la radio. Laprida al fondo. Se indigna de pronto con las noticias: Las potencias saquean y hacen explotar las ciudades de Medio Oriente cada día. Y nadie hace nada. Para quitarse de encima el odio y la incredulidad, para rebelarse y no sentirse cómplice va hasta el club de la vuelta y se inscribe en un curso de danzas árabes.

* La vendedora de tarjetas magnéticas de Entre Ríos y Urquiza es observada por un caballero que desde el tercer fijo la ojea por la ventana: La posición oblicua cae en un ángulo que le permite ver el rostro y los senos. Ella, un día, lo advierte, mira hacia arriba y lo sorprende, como llamada por un pálpito. Lejos de indignarse a la jornada siguiente se pinta de rojo furioso los labios y se calza una blusa blanca ajustada. En cada señor que adquiere una, ella cree ver que es él quien se ha atrevido a mirarla cara a cara.

* Un niño de seis años lee a Max Cachimba, le gustan los Monty Pyton, Les Luthiers y Cha Cha Cha. En el colegio lo acusan de no "prestar atención". La queja llega escrita a sus padres. El los interroga y se explaya. -Se volvieron locos en mi escuela...¿cómo se presta una atención si capaz que no la devuelven?. Festeja el chiste, pero los papás saben que tienen por delante el enigma mayor de sus vidas, ¿qué hacer con él, cómo explicarle, cómo va a aprender a moverse en la selva donde gobiernan los más estúpidos de la cadena zoológica?

* Tiene caspa y además es semicalvo. El sobrino, jugando sobre él, descubrió el sembradío y le ha dicho que lleva miguitas para que los pajaritos coman. Por la noche, su novia le advierte en la cama sobre la ceniza escamosa. El cuenta lo de su sobrino. Ella hace un mohín. -Lo que quieras, pero es asqueroso igual. Esa noche decide abandonarla.

Quién entiende a las mujeres


* ¿Es acaso una campaña del Imperio Informático para meter miedo? En su hotmail primero sale escrito. Advertencia: cuide su cuenta. Luego: Cómo defenderse con alarmas. Y la definitiva: Aviso, te han eliminado. ?Hay gente de vida cretina que juega a la guerra del miedo, se dice, metiéndose de lleno en el sol de la calle. Y sabiendo que esto no es nada en comparación.

* Casualidad pigmentaria: El conteiner es verde y el pibe que entra, trabando la exclusa con un palo está vestido color loro. Sería Linterna Verde si no fuese morocho, aindiado, anduviera sucio y extrajera de la caverna plástica un par de zapatillas grises que se empieza a probar. Es más ágil que el superhéroe, pues ha salido en segundos y ya está saltando sobre el calzado: Precisa volar por la ciudad y carece de efectos especiales.

* Cada seis meses lo mismo: Se empieza a desmoronar. Es un ciclo perfecto. Siente mareos, depresión, cansancio y abulia. Se hace chequeos que le dan invariablemente mal pero nada grave. Después de pasar por médicos y autorizaciones de órdenes decide un día curarse y se reestablece, aburrido de sentirse mal. -Hasta que un día no salga más y venga la muerte, se comenta para si fatalista y previsible. Pero sabe que no es verdad: Sólo debe aprender a soportarse.

* Ella es como la caja negra de un avión. Así son los secretos de la que cuida el rectángulo lleno de guita del banco español rojizo y aromatizado, mientras afuera bulle la primavera y los reflejos de los autos veloces parecen retazos de filmes que se proyectaran sobre las cabezas de los clientes. Nada de esto dice, con nadie habla de sus imágenes. Algún atardecer va a reventar de colores y la encontrarán en su cama, traslúcida y sin nada adentro. Ese día, recién valorarán su poética.

* Le suena el celular en la cintura, donde ya hace meses ha dejado de usarlo en ese lugar por temor al cáncer. Pero le suena, lo siente reclamarle. Alguien le habla del síndrome del miembro fantasma pero él descree. No obstante, el costado le vibra cinco o seis ves al día. Incluso cuando está desnudo, durmiendo.

* En la ciudad no hay más clásico de fútbol pero lo revive cuando dos empleados de correos, repartiendo correspondencia se cruzan en una ochava. El rubio lleva la auriazul y el morocho la rojinegra, en el diseño de sus uniformes.

* Todo empezó con un casual "-señor, me dice la hora" desde la voz de una jovencita. Luego la notificación que ya falta muy poco para empezar los trámites jubilatorios. En los colectivos ni mira a los chicos sentados por temor a que alguno le ceda el asiento.

* Nunca pensó ni remotamente en la posibilidad homosexual de que gustase de un hombre. Pero ahora que la posibilidad inversa existe -alguien gusta de él, se lo han confirmado-, lejos de horrorizarse se siente calladamente halagado. Sabe que nunca dormiría con otro hombre ni lo besaría, pero gustarle a alguien no deja de ser un viento de nutritivo polen inmerso en la adrenalina del bienestar. Lo reconfortante es que no siente pavor.

* Es rubia, bonita y habla con su celular. Habla apoyada en el semáforo de Santa Fe. Del otro lado la secreta dicha parece estar contestándole. Y sucede que con cada gesto de afirmación de la buena ventura cambia la luz con mayor entusiasmo.

* El la quiere retener en Rosario. Es su hija pero ni la atiende. Lo hace de rabia porque su ex esposa se fue a vivir a España con otro. La mamá, necesita tenerla con ella, pero la hija extraña a ambas familias carnales. Para que entren en razones el juez debería proponerle a los padres que la hija en común se quede a vivir en medio de océano, en una islita donde ellos no la perturben con sus miserias. Pero no tiene imaginación ni sabiduría.

* Sólo su perro y su analista conocen a fondo su doble vida. Ambos a veces lo miran, pero el bicho es el que menos parece cuestionarle alguna cosa. A los dos alimenta puntualmente.

* Ese no encarna más, extiende ella desde el trono arrogante de su soberbia belleza de reina de la videncia adquirida. -¿Por qué?, inquiere él, quien le gustaría atragantarla de un beso o de un baldazo de agua saborizada. Señala a un viejo -es cruel esa basura, susurra. El se siente insignificante y paralizado de tanta altanería. Están bajo una luz violácea y ella le comunica que la rueda de la vida gira en sentido estricto. El suspira -con todo lo que tengo por hacer. -A vos te falta mucho todavía, culmina ella con un apio en la boca. El clima esotérico poco favorece a su idea de llevarla a la cama. Por eso, recio, con la noche perdida, sorprende con un eructo. -!Fantástico! se alboroza ella, !Los espíritus liberan los malos efluvios!. Ahora sí confirma para sí la oración fundacional del macho criollo: "¿Quién entiende las mujeres?".

Por pudor se mezcló entre la gente



* Sube la pendiente natural de la vereda por Maipú hacia San Lorenzo y se sorprende en una vidriera, encorvado como un alpinista ?La vida tendría que tener más de estos altibajos terrenales, así no se notan a simple vista los defectos corporales.

* Cuando alguien cierra el mensaje a su celular con un "bs" que significa besos él deduce que en Buenos Aires el epígrafe resultaría una redundancia abreviada.

* Recibe invitaciones por correo para hacerse crecer el cabello. Alguien le comentó que hay un método que consiste es extraer pelos del culo, de la zanja oscura, para implantarlos pues crecen más firme. Aún no sabe si es una joda o qué. Por las dudas, ayer mientras se bañaba tomó un espejo y se examinó el trasero: Comprobó que de ser necesario tiene de sobra: Luego se avergonzó por ser tan crédulo. Y más aún cuando su novia le preguntó qué había estado haciendo con su espejito que dejara olvidado sobre el borde del bidet.

* Martín le dicen, o Luis algunos. Cualquier nombre que le pongan él acepta pues el suyo es intraducible. Cantonés chino. Lo hicieron de un equipo fantasmal: Tiro Federal y a él le gustó el emblema del tigre pues de donde proviene constituye un animal sagrado. Pero lo que hace no tiene nada de sagrado: Cuenta y recuenta las botellas de vinagre y al llegar a la heladerita con quesos siempre comprueba que le faltan trozos pues se los distraen demasiado algunos clientes veloces ?!Chirizos!, explota en su media lengua. Y refunfuña, pretendiendo decir "chorizos". ?¿Chizitos? ¿Qué pasa con los chizitos?, le contesta la cajera, burlona y parapetada detrás de la registradora gris que conserva su perfume y su aburrimiento.

* Una vez al mes, por motivos laborales se reúnen algunas horas para intercambiar ideas y proyectos en un bar de Barrio Martin: pero hablan de él, terminan haciéndolo. Son ex novias suyas. El lo sabe. Lo que le da mayor aprensión no son las infidencias o que lo destruyan en el recuerdo sino porque tiene la poderosa sensación de que se juntan a hablar como de un difunto.

* Vió a una señora momificada, pero encorvada caminando con cara de mona y progmatismo ?mandíbula saliente? que se le cruzó en la peatonal y llevaba en brazos como ofreciendolo a un bebé de quien no quiso fijarse en el aspecto. Temía encontrarse un feo cuadro de Goya. A veces contempla sin maldad lo espantoso del mundo y se arrima a preguntas tales como? ¿Por qué la alguna gente tiene hijos? ¿Para qué?. Se averguenza un poco pero olvida rápidamente.

* Descubrió en la multitud con la detección certera de rayos X a una ex compañera de la primaria, deteriorada, casi senil y le dió un vuelco el corazón. Por pudor, se mezcló entre la gente y se cruzó de vereda. La sorpresa fue mayúscula: Ella había hecho lo mismo y en sus ojos vió la fingida sorpresa que tenía Lucrecia Bernardi, que así se llamaba, al encontrarse cara a cara.

* Encuentra los parecidos de una gran familia invisible. Sube al colectivo una chica y detrás un señor mayor: por el perfil, el aire similar deduce que son hija y padre respectivamente. Pero no sucede lo que preevé. Ella pasa la tarjeta y él la suya. Y se sientan separados. La genética no existe ni existe el presentimiento, menos aún el golpe de visión. O bien todas estas cosas hermanadas que no dejan de asombrarlo. Somos una interminable manada mutante y a la vez iguales, muy iguales quienes no se hablan entre sí por miedo a que las devore un lobo ancestral.

* La doctora es joven alta, atractiva y levemente andrógina. Se han hecho amigos. El juega en el consultorio, le pide medicación exótica y se pesa distrayéndose con la balanza: Le cuenta chistes, enigmas; ella sus experiencias de guardia. De pronto, en un alto de la charla mientras le mide la presión, ella se confía. ?Vos que sabés tanto, tenés que ayudarme?. El atiende ?Preciso algo para el alma, algo que me cure. El se conmueve y se decepciona. Le da la mano y se apena por la soledad que suele haber tras los títulos y los guardapolvos blancos.

* En televisión hay un coro de hipoacúsicos dirigidos por una señora que ladra, destrozando sucesivamente Merceditas y el Ave María. Será un coro de señas, sordos plenos pero ignoran que quien las conduce es una burra que las conduce al naufragio auditivo. La gente, tal vez se conmueve más, pero él siente un hormigueo de verguenza en el pómulo que lejos de causarle gracia lo apena. ?Hay que avisarle a esta gente, se dice. Y toma la dirección del coro. Cuando era chico fue a cantar para los ciegos y le rayaron con unas pezuñas de peludo la guitarra flamante. Y sintió, con culpa, una leve repugnancia que no supo identificar y menos aún poner en palabras.

* El cortejo fúnebre pasa despacio por el Parque Independencia pero a la vez como una exhalación tortuosa. Distingue a un gordo morocho al volante que preside y que llena toda la ventanilla con su corpachón; detras otros autos y cerrando la fila tres taxis: Toda la gente va apretada, encimada, con la ventanillas cerradas por el frío. El único que viaja cómodo es el muerto.

* Hablando de muertos, el portero limpia todas las mañanas un rectángulo de mármol, marrón veteado, recién puesto. Es cerca de la cortada Verano, al sur. Parece el lateral de un gran panteón. Dentro, ?era el piso seis? en otra década de sangre joven el supo acostarse con una señorita que podía hacer revivir a los muertos. Pero ya esa loza y la falta de recuerdos la han sepultado y las únicas flores posibles son el rememorar aquellos melancólicos polvos del atardecer, mientras su esposo abría el restaurante.

* La felicidad es leve, poderosa, menguante e inhallable. Se la puede descubrir acccidentalmente, impalpable pero rotunda. Es una felicidad sin testigos que le va a durar todo el fin de semana: Dos chicas al pasar; la más bonita lo miró de lleno al cruzarse en la entrada de una tienda. Son esas miradas que liberan del dolor de sienes y la ausencia de besos. Salvan la vida. Por eso a la tardecita, mientras oía pesares se encontró sonriéndole a quien los contaba porque estaba recordando esa mirada. Lo han amado en segundos y sin testigo alguno. Le están narrando un infierno, pero la avenida Pellegrini se parece a la puerta de un Edén.

Fotografiando la zona


* Se suele despertar en los albores del día con nombres de jugadores de fútbol retintineando en la oscuridad. -Vanderley, le dice la voz. Y lo ve con la camiseta de Peñarol. -O Willington o Candau o Bernao. No sabe qué significa el llamado de esos nombres. Tal vez un anhelo del fútbol pausado, como el andar de los astronautas. El jugar elegante y práctico de otra epoca. O aludirán a un pasado de radio, sin cuerpos ni siluetas ni colores. Pero lo que más lo inquieta es el relato de un anónimo cronista que susurra!. "!..Viene..viene el centro cruzado, un buscapie propiamente!". A veces en esos momentos abre los ojos y otea por las hendijas de la ventana que aún no es de día y él está despierto, malgastando esa media hora previa al campanazo del reloj, enredado en figuritas viejas, en el álbum que nunca pudo completar porque la difícil era Didí.

* Las mujeres lo desesperan. El ve belleza donde nadie la ve, él siente acordes complejos donde hay apenas un instrumento intocable, él sabe lo que hay dentro de cada mujer y a la vez no sabe nada. El completa sus vidas cuando las ve de espaldas. -Una nuca, la cadenita, el pelo húmedo camino al trabajo o volviendo de él. Y presume que en esa cabellera sin rostro lo espera la felicidad que le es negada desde el comienzo de los tiempos.

* Se encuentran en la calle. Son dos amigas. -Estemos en contacto, dice una. -!Dale!- chorrear de entusiasmo lleno de dientes -!A ver si nos vemos un día de estos!, retruca la otra. Se sonríen. El afirma que se volverán a ver seguramente, pero claro, en otra dimensión o dentro de una década. Le dan ganas de acercarlas y regalarles una hora de café para que se pongan al día con sus mundos y no necesiten mentir tanto

* -Ja,ja, le responde la amiga por el mensaje que él ha enviado y que a ella le causa gracias. Ese ja,ja congelado en letritas cuadriculadas lo desespera. -Qué ja, ja, pelotuda, se dice, pero no lo pone, claro. No hay ningún ja, ja. La risa no se escribe. Los libros se leen y la voz es la voz siempre, no esos arrebatos comunicacionales donde se escribe sin sonido, se transpira sin correr y se hace el amor sin desnudarse.

* Hay ropa tendida en un patio, toda violeta. Uniforme de un restaurant. ¿Cómo se lavarán las manchas de grasa, tuco, vino, sopas, manteca?. Tarea imposible. Habría que quemar cada pila con cada lavado: Una fogata azulina y gris y rehacer toda esa humanidad manchada de los efluvios de una civilización que engorda como un cerdo. Pobre, se dice. Distingue a la madraza lavando a mano toda esa torre de ropa mugrosa y construye un mal tango de piletón y viejita que lo desanima. Por suerte el lavadero simplifica todo. Que lo hagan todo las máquinas que para eso le damos de comer fichas manoseadas.

* Tiene cerca de cuarenta y aún hoy se sigue preguntando sin resolver el enigma de dónde afloran esa gotitas de agua pernennes que están en todas las farolas encastradas en el cemento del piso y que suelen enmarcar las entradas de algunos edificios. Y ni hablar de los insectos muertos atrapados en los globos de vidrio: Un misterio todavía insondable.

* Hay una dama que le escribía por el messenger que el descartó porque andaba con la panza llena y además que no lo satisfacía físicamente. Le parecía vulgar y ansiosa de un encuentro. Ahora que volvió a estar solo, se arrepiente y la añora, transformándola en la más atractiva de las mujeres, la mas apetecible y la más misteriosa. Pero ella lo bloqueó.

* Por la Plaza Montenegro, domingos a la mañana en la cola del 137 esperan siempre un grupo de negros haitianos. Pertenecen a una congregación que viene de rezar por allí cerca. Siempre la ve: es una reina ancestral, diamantina, de piel azulina. Viste de violeta y de negro. Zapatos en punta y una cara preciosa. Siempre anda con un chaperón que puede ser su hermano o su novio. Cree que lo mira, pero no sabe cómo acercarse. Sueña con cambiar de vida rotundamente y este cambio la incluiría si no mediaran las distancias.

* El colectivo tiene una barra a la altura de las caras que al estar dispuestas en una elevación errónea, hace que para ver por arriba uno tenga que estirar el pescuezo y para ver debajo encorvarse. Cuando le toca uno de estos modelos suele meditar acerca de la crueldad humana como la una acechanza brutal y sin arreglo.

* Obama aparece en el noticiero: Tiene las sienes grises. Ya empezó con los crímenes, y no toma helados en su Hawai natal o besa a los niños: ahora apunta a las barriles de petróleo y continúa la saga de cowboys. -Un sherif negro, piensa. Un Ku Kux Klan al revés. Le hace acordar a Antonioni, el morocho cabeza mota de la cuadra de su niñez que en busca de aventuras se fuera a Norteamérica a trabajar de sastre en Hollywwood. Mira a Obama y se pregunta si no será su amigo de la infancia con la identidad cambiada.

* En el parque las parejas jovencísimas sueltan el mantel y toman mate, como lo hacen los viejos. Ella, la chica vestida de aldeana tirolesa tiende con practicidad la mesa sobre el césped, saca mermelada, unta, ceba mates. Parece su madre cuando lo llevaba al Parque Alem y deduce que todos, más allá de los almanaques, nos terminaremos pareciendo a alguien.

* Lejos, en alguna parte del final del domingo suena la sirena de un barco y el aullido de un gol en la garganta de un locutor. Reconoce que están en mismo tono y eso lo amansa como si al fin hubiese en el universo un poco de certeza, cordialidad y un abrazo entre las cosas invisibles.

* Cuando piensa y siente en la posibilidad de ser plenamente feliz lo inunda una generosidad que le permite ver a sus enemigos con un odio mesurado, objetivo y hasta fraternal. Pero le ocurre muy, pero muy pocas veces.

* El día es soleado, apabullante de pajaritos,luz. -¿Cómo está el día?, pregunta ella, aún en la cama y bajo las colchas, depre y con la culpa a flor de piel. -Para los optimistas es un día perfecto, contesta él para reconfortarla en algo.

* Recuerda que tiene que llevar el lunes sin falta la partida de nacimiento para un trámite. ?Toda partida es un nacimiento y todo nacimiento es una partida, escribe en su cabeza. Igual a la pintada del Parque España: El cuerpo tiene fecha de vencimiento, el alma no. Le da pudor, quisiera no ser tan obvio. Al fin se toma el 128 hacia los confines de Rosario.

Aldo busca un horizonte


-Tengo la que me cuelga que parece un bonzai, se reconoce en el espejo, chanchina rosadita, de orificios oscuros con pelambre amarronada. -Cuanto hace que no la meto, a ver...y enumera hasta perderse en los polvos malhabidos; abonados entre las mesitas de luz con vidrio encima, el vaso de alcohol dulzón en la petaca, el tabaco apretado en los pulmones, los cortinados que simulan discreción pero ocultan vidrios agujereados y refaccionados malamente con diarios, el olor a perfumes no tan desagradables pero que el resume como aromas de la pobreza disimulada mientras ella invariablemente gira su cara, siempre la misma, por más que las modelos de su sombra de pesadilla sean siempre diferentes: Achinadas, mofletudas, solas damas pérfidas maduras de corazón helado y pasados luctuosos, muertas a la deriva en el océano donde el mismísimo Aldo navega en una balsita de alcahofa y pasto obligado condescendiente a espiar en la soledad ajena. Ellas controlando el relojito o repasando mensajes de su celular o a lavarse si se puede pero rápido e irse por el pasillito y hasta siempre mi amor, mi gordi querido, chau chau, volvé pronto.

Se mira -Arco superciliar izquierdo, se dice, hinchado por la piña que le pegara el cana antes que el otro, el grandote policía de apellido Mendiolaza aparecido quien sabe de donde, se apiadara o comprendiera todo ese merengue y lo sacara, destrabándolo del infortunio. Las muñecas con unas marcas de acero que lo indignan y que solo vió en las películas de torturados. Ahora está de pie, con sus patas de búfalo, desnudo frente al espejo, recién bañado, a punto de salir para la terminal y subirse al de las 16.30 con destino a Runcal, donde según el aviso piden personal de vigilancia para empresa ribereña de producción de pescado. Huir de la yeta, rajar, ofenderse pero sacarle el cuerpo al dolor intenso de no poder dar un paso sin salpicarse. Nada más: Un adiós indiferente de los dos. Inteligente era ella, tanto como para darse cuenta que él debía huir del encierro de los dos, se corrige mientras se pone las medias y el calzoncillos y se contempla frente al espejo largo del ropero y se dispara con el dedo hacia el medio del pecho; un tiro certero que lo desnuca y la sangre salta y su nombre que aparece mal escrito en el periódico local, con errores de tipeo y todo el trámite hasta que reconozcan el cadáver y el epílogo funerario.

-Lo haría para darle un disgusto a Mary, y siente temor al evocarla porque ha entendido que el solo pronunciamiento de su nombre le agrisa los rasgos y le da una puntada en el corazón pese a que ya ha sido destrozado de un balazo propio -¿Cómo se verá la cara de ella ante mi, fiambre en la morgue, sabiendo que no tengo nada y debe cargar con el muerto?. ¿Lloraría?. ¿Podría comer después, tendría acidez, pena, depresión, lástima, arrepentimiento? ¿Pensaría en los gastos?. Se persigna como antes de entrar a una cancha y sale de la habitación a la que nunca más retornará. Hotel San Carlos, mufa, baba del diablo, trampera de buche.

Afuera el sol le hace caricias en su narizota colorada y estornuda de placer. Detiene con el brazo un remis blanco, del año de Onganía -A la Estación, le dice al chofer. -¿Cuál? ¿Tren o micros?. Tiene un instante aéreo, de liviandad. Tomo un tren, quien sabe para donde y me bajo quien sabe donde o voy en busca del destino escrito en el diario en el guión que estoy tecleando desde lejos, mientras que desde arriba sobre él, Aldo, Aldito solitario se ve morirse de miedo ante la aventura o ante la posibilidad de no conseguir empleo que le permita comer. -De colectivo, gracias. Y parte, se parte ya mil veces partido en varios pedacitos que saltan y rebotan en el piso de madera lustrada de la terminal con olor a lustre a la vez que llega el colectivo verde y gris plateado que lo lleva hacia un confín donde nunca estuvo y que promete calor, ciénaga y olvido. Eso por sobre todo, olvidar, ser nadie, ser otro, ser padre de dos nenas como de figuirín, lejanas, recortadas en cartón y de una esposa a la que trata de difuminar pero no lo logra porque sabe que sin ser gladiador ni héroe está haciendo lo correcto: Partir, romperse en fragmentos para evitar que todos, que cuatro almas lo hagan en lugar de la de él solamente. Aldo, Aldito, fantasma y angelito de las terminales que de aquí en más habrán de ser tu sino como si fueses ya una hinchada golondrina enferma de pelaje impermeable y habrás entendido que no te deben doler ni la ausencia, ni el horizonte terroso ni el pago que perdiste como también lo perdiera Martin Fierro, allá lejos, en las hojas de un librito que caprichosamente recordás ahora de pronto, con el pie en el primer escalón del colectivo que te lleva quien sabe donde.

Mediolaza salva a Aldo


Algo en su olfato de perro de la policía le dijo que debía seguir al patrullero hasta la taquería. Sabía que habría de desarrollarse algún hecho que él palpitaba molesto, por eso los mantuvo cerca y cuando se detuvieron y bajaron al gordito con las manos en la espalda sencillamente dió un portazo al auto y subió la escalinata. Lo saludó el cabo de entrada quien le preguntó a quien buscaba. El respondió con un apellido japonés y el tipo se rió, moviendo la cabeza "Estos son así. Se les dice cualquier cosa y por tener uno mayor autoridad apoyan aunque no hayan entendido ni jota el chiste posible". Caminó por el pasillito y se sirvió agua helada con una mano: en la otra llevaba la tacita de plástico que le ofreció al reo que estaba en el banco cabeza gacha, todavía con las manos esposadas. -Ey, gritó con voz de trueno que hizo dar un respingo a Aldo. -Vení, vení le dijo al cabito rubión. -Decime, ¿Así se trata a un sospechoso? Mirá: tiene las muñecas hechas mierda, ¿O no ven que le pusieron un talle menor?. Yo, yo...Yo, las pelotas, comprate un yo-yo para el caso. Una mano le detuvo el gesto que señalaba al policía joven- Eh,defensor de solitarios. Era El Colo, el del teléfono, su compañero de apenas 48 horas atrás, cuando dejara la dependencia. Lo llevó a su oficina. -Ja, ¿Ahora defendés pobres y ausentes che?. -Mendiolaza suspiró; nunca se había sentido así, libre, pero con un cuerpo ajeno. En otro momento le hubiesen empezado a doler las sienes y hubiese desentreñado el kilombo en un ratito de análisis pero ahora estaba fuera de la institución y su amigo, el Colo era quien ocupaba su escritorio.

Sacó un cigarrillo y sin preguntar lo encendió. El Colo, por cortesía solo abrió la ventana. -Mirá vos, ya te instalaste en mi lugar rápidamente. -¿A ver? Fotos de esposa, hijos y perro. Yo no tuve ni de Perón, pero son estilos. -Sí, se rió el Colo. Mi estilo es la familia y el amor. -El mío es haberlos perdido. Y ambos carcajearon por las frases que ya parecían de una telenovela. -Dale, servite de este café verdadero que ese parece tinta. ¿Qué te pasa que venís detrás del gordito del pasillo? -No sé, pálpito profesional, a lo mejor mi primer caso como particular. ¿Qué hizo además de robarse una torta?. -¿Torta, que torta?. No sabemos; ayer amasijaron un agente durante el robo a la joyería Lux y el gordito este, Aldo Zampapiglietta como se llama, estaba siendo interrogado por el mismo tipo que lo detuvo presuntamente porque manoseó a una mina, que justo, justo era la socia del choro, ¿me seguís? -Clarito. ¿Y qué hizo además el gordo? -Nada, se dejó detener y anduvo a los gritos proclamando su inocencia, luego boletean delante suyo al agente que lo tenía haciendo declaraciones por abuso deshonesto en la vía pública, todo muy confuso. Encima huye.

Miró el techo que bien concocía y lanzó una bocanada. Luego el gesto de Belgrano en un cuadrito y el ciprés del patio del que sólo se podía ver parte de su follaje -Es un pichi. Debe haberse hospedado en el hotel más piojoso y vuelto a él. Un miembro de una banda no hace eso. Además no anda por los bares cagado de hambre metiéndose una tarta en el bolsillo del saco, sin arte. Yo lo ví. Es un papelonero con mala suerte. -¿Vos lo viste? Ah.. ¿Por eso estás acá? ¿Eso pasó?. Llaman a la puerta, entra el agentito colorado que al ver a Mendiolaza se pone más colorado -¿Usted es homosexual, señor? Cada vez que me ve se ruboriza, espero que sea de odio. -!No señor! y se cuadra. El Colo suspira. -Vaya Martinetti, el comisario no pertenece ya a la Fuerza y tiene un consagrado sentido del humor, retírese. -Con tipos que se ponen nervioso de nada es seguro que los sospechosos mueren en el traslado por algún tiro que se le les escapa. -Dejá de cuestionar todo, que así te fue, alarga el Colo mientras lee el papelito insignificante que le alcanzó el agentito.

-El tipo es de General Villegas. Sin trabajo fijo por ahora. Laburó de mil cosas y jamás tuvo una entrada. Tiene esposa y dos hijos. Ahora le pregunto que hace en la zona y lo largo pero lo voy a tener vigilado. -Dejalo que es tan boludo que se vigila solo. Mira la habitación a la que jura no volver a entrar nunca jamás y agrega: -No hace falta preguntarle nada. Debe ser separado y está huyendo de la Justicia matrimonial no de algún delito. Y está en la zona buscando trabajo. El Colo se cruza de brazos, mira a los ojos tratando de estarse serio -¿Y cómo sabés tanto de un pobre infeliz?. -Olfato de perro viejo y mal culeado: ¿Sabés por qué el agentito ese que achuraron lo tenía en un callejón en vez de llevarlo directamente a la comisaría si lo estaba acusado públicamente de acoso?. El Colo no quiso arriesgar.-¿Porque se habían enamorado?.-Me extraña: se dió cuenta que no tenía un pedo que ver y lo intentaba coimear. En eso se produjo el choreo y el agente corrupto por cincuenta mangos recibió lo que merecía; el cuetazo de un 38 corto.

El Colo enmudeció y buscó un camino alternativo. -Ajá, y además del acertijo genial, ¿cómo carajo sabés que lo bajaron con un 38 corto? -No se va a reventar una joyería ni con un 22 que queda chico si hay kilombo ni tampoco con una bazooka que queda grande. El 38 va justo, amigo. Se largó a reir sinceramente y aplaudió de gozo. -¿Por qué abandonaste esto gil? Si seguís siendo el mejor, te lo juro por ellos, dijo señalando la foto enmarcada de plástico. ?Soy el mejor pero tengo los riñones de plomo de tanto correr en vano. El Colo se tomó unos instantes e inquirió como quien hace la pregunta final con que desbaratar al participante. -¿Y cómo adivinaste que el tipo efectivamente estaba buscando trabajo por la zona? -Ah, por adivinación de vidente...Coincidimos esta mañana en el bar y noté que dejó de lado el diario completo para empezar a marcar en birome la página de avisos, ¿elemental, no?. El integrante de una banda criminal no anda buscando trabajo ni robándose comida torpemente, según creo. Buenos días, amiguito detective.

Al Colo, en cuanto se quedó solo, le entró un torbellino de bronca. Tomó el interruptor. -Soy yo, dejen ir al gordo boludo, ese tal Aldo Zampapiglietta. Decile que lo salvó uno que pasó y declaró su inocencia. ¿Apellido? Qué se yo, poné cualquiera. Mirando el Cristo de bronce agregó: -Escribí que el tipo se llamaba Cruz y fue el mejor sargento de la policía.

Aldo mira el río


Está metido en la noche de perros, hocico bruno al norte desde donde ventea el ruido de la civilización que le llega amortiguado en los chapones del puente cercano que retumban como sobre un tapizado de algodón por el peso de los neumáticos de los camiones rodando indiferentes camino a Santa Clara con fondo de las luces verdosas del puente y los fanales que a cada hora, ostentando que llegan del mar abierto, cursan el trámite del horizonte pidiendo telegráficamente entrada a puerto, a casita que llueve, bajo una llovizna gris, no queremos nadar en lo pútrido del río y quien sabe a expensas de qué monstruosa cosa que se levanta del fondo de estos remansos de pavor que no conocemos, gritan callados los marinos de Africa o de la Rusia que desde sus literas se asoman a ver el porque están detenidos en medio de la nada y perciben solo la orilla que se adivina tras el pantallazo sobre las copas de los arbolitos y la autopista por donde pasan camioncitos de juguete y algunas lucecitas tenues. Una de ellas, es la del almacén-pensión que ahora, justo en este instante es la que se apaga para que Aldo, fumando, mirando por el ventanuco, se vuelva a percibir triste de nuevo. Ignoran que ese hombrecito daría su vida por estarse en alguno de esos barcos, con caracolas en los estantes, una mesa rústica, coñac y barbados compañeros de un truco interminable, mientras se huele la amistad, se habla de cosas añoradas y aconteceres extraños, de las fatigosas enseñanzas y la agradable indiferencia por la espera para entrar al puerto, cortejando el empinado bosque que se adelanta o se levanta allí mismo, cerca de la ribera como un muro y todo no termina de ser porque pesa una nada y la nada se disuelve en un sueño sin vigilia puesto que la llovizna casi no moja y uno puede salir a cubierta a fumarse algo. Aldo lo hace en calzoncillos agarrado a la baranda, tirando el humo hacia abajo, para que suba y busque el orificio cuadrado del patio y se lleve los sinsabores, el malestar de araña que le está picando la barriga y más arriba donde se supone late el corazón, cuando le oprime en algunas de estas noches en que deambula por el pasillo alto.

-Soy un paria, se sorprende pensando. Paria, viene de parir, por ende soy un mal parido, deduce alarmado pero no por ello con la certeza de que hay un error flotante en algún lado de su historial llano que le provoca rebelión y no sabe bien la causa. Le sucede seguido: Está viendo la nada, dejándose llevar de las fatigas cuando le empieza a subir un vapor, un calor que es rabia presa en una jaula y que no sabe como descomprimir. Nunca ha sabido. En movimiento es distinto, se puede uno sacudir, pero en quietud se oye pensar. Recuérdase jugando a la pelota, gritando por un partido de truco o hasta shoteando tenuemente un disparo de casín y aquello le otorga al movimiento un relajado enojo traducido en la concreción de un logro, tapiando la ira de no saber porque se embronca.

Allá lejos suele haber un patio con las baldozas enjabonadas y las piernas de su madre con la escoba odiosa repasando todo; el olor a flit, el padre oscuro llegando para deglutir y dormir la siesta. Con eso solo le alcanza. Un cuadro de soledad, de abismo familiar. -Nadie habló conmigo nunca, se dice, maravillado por el horror. Y la frase es arrolladora, matemática: Un muerto, un pibe muerto se sabe que fue. ¿Dónde? ¿Dónde estuve y quién fui? ¿Cuándo fue que me velaron? ¿Quién me hizo nacer para después ni hablarme? Padres mudos, padres fallecidos, padres sin voz, padres que tendrían que haberse ido antes que el mismo naciera. Padres míos, padre nuestro, amén. Baja la cabeza y entiende que es un sólo un chico solo, al borde de una baranda, mirando pasar barcos como aquel otro, el que veía pasar carros rumbo a la ciudad céntrica y la premonición que debía escaparse escondido en uno de ellos, como ahora que fuma y tira el humo que se arremolina en la bajante de la escalera como antes lo hacía el ollín de la estufa a kerosene entre las batientes de la ventana y él era el negado a salir y ver la vida, solo porque sus padres clausuraban pronto la estancia para oir la radio y el mundo afuera se ponía tormentoso de a poco, era otoño y oía cantar una ronda infantil que lo martirizaba

-El puente va a caer, va a caer....somos lo soldaditos que venimos del Perú...hu,hu,hu. Rondas, juguetes truncos, café con leche, pan con manteca. -Alguien me va ayudar a sacarme este gusano negro que llevo, se dijo sonriente por una vez en la huida,...alguien. Se quedó mirando el río infinito que se hizo un telón oscuro sin él darse cuenta y entonces bostezó y sintió dentro del tumulto de cosas horrorosas algo parecido a la calma de no ser nadie, de no saber nada y de no tener pasado. -Es como andar sin pensamiento, se dijo, como en el tango. Y antes que esa sensación poderosa lo abandonara se metió en la cama del hotel para dormirse acompañado, por fin, de una idea envuelta en algo parecido a la ternura.

Mendiolaza en la noche azul


La noche gira alrededor del bar y lo envuelve hasta depositarlo contra un reservado, de espaldas a la puerta por profesión, enmascarado tras los vidrios viselados: algo que le permite ver sin ser visto. No hay ya cacería, teme que lo confundan con un animal viejo en las pasturas porque la muñeca que ya viene a sentarse en su mesa es delicada y bella, ostentosa y desenfadada, lo que evidencia su edad menor, por más pinturas que se ponga en la cara. Sonríe y es una iluminación. Ante esa certeza Mendiolaza no puede evitar un entrecerrar los ojos para evitar encandilarse. Le sugiere se siente. El mozo atraído como un insecto ante aquella ofrenda a la que no ha dejado de mirar se acerca prontamente sin sacarle los ojos de encima. -?Un coñac del bueno para mí, un jugo para ella y lupas para vos así mirás mejor, ¿te parece? Andá, andá, le dice con un imperceptible girar de dedos. Ella advierte todo pero no entiende. Se queja: -?Yo quería una copa de vino.

-?Sos chica para tomar alcohol.

Lanza una risotada que se atenúa cuando advierte que ha producido un chasquido imprevisto en el aire. Llega el mozo de ceño cerrado. "Mirá -- empieza Mendiolaza--. Yo busqué verte no porque seas hermosa y trabajés de prostituta. No voy a descubrir nada, ni quiero nada de vos".

-?Ya me di cuenta: la otra noche no le gusté.

-?No, todo lo contrario: estabas como para matarme si no te tocaba, pero elegí la muerte, digamos. No me gusta sentirme indigno, ¿se entiende?

El mozo anda por allí cerca, él se interrunpe, luego lo llama y se pone de pie cuando llega.

-?Si no te vas en dos segundos te voy a clavar entre los ojos esta cucharita, ¿estamos? Y da un pequeño empellón con la uña de su índice, como quien empujara una mosca muerta al piso.

-?¿Siempre tan peleador?

-?No me gustan los que escuchan, ni tampoco los que te manejan la vida a vos, ¿entendés adonde voy? Odio a los vivos, a los metidos y a los proxenetas.

"¿Los que?", alarga ella con la pajita en la boca.

-?Nada, te cité para decirte que te cuidés y que tengo algo mejor para vos, un trabajo decente. Ella gira como un girasol en la noche; azul en su vestidito caro, azul los ojos delineados, azul la punta de sus tetitas bajo el corpiño que asoma azul en los breteles. ¿Entonces de modo que así es la vida? ¿La empuñadura falsa de un paraguas para una lluvia que no acaba nunca de caer? ¿Esto? ¿Un raspado corazón de viejo que pretende salvar a la chica y en lugar de caer en la cueva de los malandras a tiro limpio le aconseja como a una virgen y le consigue trabajo? ¿Esto es la vida? Esta quietud exasperante de vigilar la oscura entraña sucia que hace obligarla a desfilar como mascarones de proa en otro desfile de cartón a la belleza para entregarse a viejos inmundos, a malditos hijos de puta que habrán de celebrar por otra cosa después, no por haber pasado en el medio de estas dos piernas y haber rozado la belleza para siempre. La belleza, la belleza. Hay quienes susurran el horror, el horror, antes de morirse y entran también en la belleza. La belleza, el honor, el perfume, la cabriola de la bala que debe buscar el ojo del águila que hace comer carne descompuesta a estas delicias de la vida. ¿Y por qué entonces proteger? ¿Quién soy? ¿Dónde caigo? ¿Dónde mierda caemos todos sin nadie que ponga una red? Mundo hijo de puta, Colorado de mierda, vida, mierda, vida, nada sirve en esta simiente fatigosa. Pero la observa y recompone el gesto.

-?¿Que pensás?, dice ella.

Termina él de hacerlo, vuelve al mundo real y azul que los circunda. Ella bebe; está muy seria. Debería estar en el colegio ahora, uno nocturno y esperarla un novio verdadero a la salida en su moto que los llevaría hacia la casa de extramuros donde ella vive, santamente alegre y un día se habrán de casar. Ella levanta el mentón, le toma el dedo meñique y se lo lleva la boca para besarlo.

-?No hay nada que hacer, mi general: debo mucha plata y mi familia, imagínesela. Es tarde para armar todo de nuevo. El mira lejos por la ventana azul, evita mirarla hacia el azul profundo que emana la figurita preciosa de Klim que se levanta frente a él como un milagro.

-?Además,esta noche también está paga gracias a su amigo. ¿O no se dio cuenta de quién es el director técnico del equipo?

"Colorado, hijo de puta", responde él por dentro. Ella sigue: un equipo grande, muy grande compuesto de chicas muy chicas, ¿caza la onda? Ahora bien: si usted habla, me matan. O lo matan. Déjeme darle solo esto, y le da un besito adormilado a perfume, suave en el medio de los labios. Luego la noche giratoria se la termina llevando afuera, donde desaparece cruzando la calle, subiendo a los techos, hacia la estelita de brillos que deja caer la segunda estrella que se ha animado a salir en esta noche de perros.

La Mary, sacudida por la vida real


Ha sido la esposa de Aldo Zampapiglietta. Está en cuclillas de frente a la ciudad del tercero H, interno, desde donde se puede ver un pedacito inconcluso de ciudad, con sus perreríos en la terraza, las antenas de fierro movidas por el otoño y las luces de las torretas altas con su apariencia engañosa de aeropuerto. Está en perspectiva de espiar todo esto que bien conoce de memoria pero en este momento algo la distrae: se está dejando visitar el trasero por vez primera. Su mentón, producto de la inclinación paulatina ya está reposando en el apoya brazos del sillón que fue verde allá hace tiempo con el casamiento y los días largos con el Aldo y su furia concentrada por no poder escapar de sí mismo. Todo esto lo puede advertir La Mary, porque piensa en ello ahora, mientras siente el empuje que le suena a niebla difusa, como de agrisada está la habitación en el living de su casita magra. Todo es indoloro pues el galán, un cableador de televisores a quien ha tomado como amante hace un mes, se le atrevió, previo consentimiento de ella tras el muestreo de un frasco de Johnson y eso la terminó persuadiendo. Entonces él, un guerrero penetrador de cimientos, paredes, vigas, paneles y chapones lo está haciendo con una tranquilidad de sabedor, mientras percibe con un regocijo que le empieza a retumbar en el pecho que el mentón de la Mary está reluciente de sudor porque ella se está mordiendo los labios pero no hay dolor, mas bien una reconcentración y una expectativa por adivinar cuando va a empezar la conmoción pues así le han contado que sucede y así lo ha entrevisto en su propia carnecita de pimpollo lacerada por los arrestos impropios de su ex esposo, quien en medio de la propia impericia y la natural torpeza de cinco vasos de Royal Comand y una cena intensa, pretendió a los postres imponerle su montura de macho y no logró porque ella se cerraba y porque él, ofendido con el mundo, con su esposa, con su miembro que se había bajado, abandonara el asunto y fuera a la cocina a servirse otro whisky y luego encender el televisor para ver a Racing. Ella, La Mary, sin los chicos en su casa, siente además, el dedo pétreo del Carlos el cableador que la empieza a acariciar por delante y entonces sí, descubre sus tetas en el reflejo del vidrio, siente el olor a sudor y fragancia a Colbert y comprende que no precisaba más que esto para empezar a ser íntegra y conocer lo que significa el culminar. Una noche oblicua, distinta, sin palabras, que se va enderezando según pasan las horas y que comienza a entrar vertical dentro de su ser como si una lanza delicada la tocara en un lugar inadvertido que no pude explicarse ni menos aún situarlo, porque se sabe, las mujeres transcurren una tierra inconclusa donde el olor a cría, la cocina y el detergente amortiguan todos las demás sensaciones y las ganas, sumergidas bajo esta barcaza de hierro pesado como lápida, se hunden en el secaplatos. La Mary, seriecita, oblicua y sensual de caderas bajas, imperfecta como una modelo realista, envuelta en las sábanas cruza el living sin hacer ruido y trae para ambos la botella de whisky que el Aldo abandonó cuando huyera de la madriguera para perderse vaya a saberse en que circuitos de pereza, hastío y depresión que rodean como una maldición al Hombre Separado. El, que ha comprendido que quedarse inerte es la muerte y moverse es la inquietud de lo que sobreviene al deceso. ¿Huir hacia adónde? ¿Con qué armas? ¿Con que convicciones? ¿Con cual dinero? ?-¡Eh, muchachos!, nos grita Aldo, ahora apoyado en el borde como de musgo del casín mientras los demás apenas lo escuchan porque está hablando demasiado fuerte de algo que se debe contar reciamente en voz baja, en confesiones de mesas marrones, con naipes y café filtrado con una caña. No así, despellejado y monstruoso, descarnado de tal forma que da pena, somnolencia y ganas de borrar de un golpe esa figura trágica, un poco bebido contando sobre su pasado de ayer, de acá a la vuelta y encima tener que soportar como se imagina la nueva vida de su ex, a quien todavía quiere pero ya siente que es tarde para todo.

La verdadera María está allí nomás a algunas cuadras, mientras regresa del living y como una jovencita y madre sirve en una tacita de té el whisky que le da en la boca a su hombre, mientras los chicos duermen tranquilos, y ella siente que su casa la cobija y que por primera vez vuelve a tener veinte años y el mundo mañana, cuando claree y el cableador mágico haya desaparecido y los chicos llevados al colegio, la lluvia, esa compañía que había abandonado en medio del caos del matrimonio volverá a ser su amiga.

Pero esto Aldo no lo sabe ni imagina y sigue con la cantinela, mientras afuera ha empezado a garuar y ya nadie, ni el fantasma de su propio cuerpo enmohecido en el espejo, lo escuchan. Pobre Aldo, ya sin nosotros siquiera que hemos vuelto a nuestras casas a guarecernos y el retornará al Hotel San Carlos como un perro a quien cualquiera que pasase puede hasta tirarle una patadita de desprecio, de vergüenza para querer olvidarse de ese dolor en carne viva; pobre Aldo que ha caído de repente y nadie sabe porque lo ha hecho, porque de ser un tipo común se ha mutado en esa forma horrorosa que lleva el nombre de Aldo, el que dejó a La Mary.

Aldo Busca Trabajo


"...Ahí está la bandera chilena que más que ondear una estrella azul parece el resultado de un piedrazo, chilenos facistas que le prestaron las pistas para que se reabastezcan los aviones ingleses en Malvinas; chilenos feos de minas más fuleras todavía, porque no se vuelven a sus chozas y a aprender un curso de cómo hacer mapas sin querer cagarnos, mentirosos, porque no se caen todos al mar..." Aldo está parado frente a la empresa, con un cansancio en los riñones con un odio y un frío milenario hacia esa situación de estarse en la esquina a punto de solicitar el empleo en la empresa que resultó trasandina y que él, movido involuntariamente por el rencor, la oscuridad del miedo a no trabajar y la humillación que representa, se la ha emprendido contra todo lo que le signifique un rencor valedero y le impida pensar en el suyo propio, el de verse vencido de antemano porque hace mucho ya ha puesto en el tablero las fichas y las jugadas erróneas. Flamea junto a la Argentina, allí en el hueco entre el río y la ruta. Aldo ahora la mira pensando en aquello de la energía positiva y hasta la ve linda, prolija y vehemente, una amiga en el desierto que le tiene que dar cobijo. ?-Vamos, se dice y entra en la boca del monstruo. Hay en la entrada un diagrama de acrílico: venitas azules, diagonales rojas, flechas grises, nomenclaturas y túneles. Está en un hormiguero. Y lo están llevando hacia las pupas y posteriormente hacia el encargado mayor de las obreras y los soldados, donde se irá adaptando para recoger y garantizar el insumo de hojas nutricias y habrá de vigilar por ellas a cambio de un jornal flaco
Pasillos de verde agua, fosforescencias en una pista cercana, tambores internos que rebozan un líquido azulado y atravesar lo que parece haber sido una cancha de básquet para ingresar de nuevo a un pasillito con luz del día y allí a cinco metros la salida el molinete donde un guardia, sin mirarlo, le está permitiendo la salida. Ha conseguido el puesto. Ahora debe tener una guarida. -?Habrá hoteles en este pueblo de perros, se pregunta. Y va hacia la parada de micros, de donde descienden cerca de una docena de operarios que rumbean para el portón por donde el acaba de salir. Un olor ondulante pero firme a caliza, a amoníaco, le recuerda su barrio de Refinerías y siente un puntazo leve de angustia. Arriba el cielo se ha cerrado y empieza el torpe atardecer sin matices, sin horizonte, sin vida. El almacén luce oscuro, en esa hora incierta en que las luces aún no se encienden. Aquí mismo, le responde el viejo que atiende a su pregunta acerca de donde poder hospedarse. Separa las cortinas de tiritas de nylon y le muestra un ancho patio tapiado, una escalera gótica y arriba en un pasillo cuatro puertitas de color naranja. -?Elija la que quiera que estan todas vacías. -?¿Tiene baño privado? se escucha decir. Y se siente un idiota. "Este viejo mono no debe saber que es un baño". -?Claro, pues, le contesta. La 3 tiene, pero le va a salir un poco más. No importa, cierra Aldo y extiende los doscientos sobre el mostrador. Al rato, arrollado en la cama matrimonial, no sabiendo si morirse o dormir mientras la televisión le devuelve una novela siente al viejo que en vez de tocar a la puerta parece escarbarla. Suavemente, le susurra
-?Aquí le traigo, amigo. Y Aldo se ve después en aquel espejo rectángulo del cuarto devorando el sanguche y metiendo el hocico en el tazón de café con leche y siente invariablemente que el mundo ha pegado otro giro y ha salido esta bola misteriosa que lo deposita donde está, envuelto en una manta ruana, lejos de todo, comiendo como un cerdo y con unas ganas inmensas de ponerse a llorar hasta que se borre el mundo que lo tiene agarrado desde que se empezó a desplazar en defectuosos territorios donde no existen ni el hogar, ni la familia ni los amigos.
Hay un azul de metileno dentro del iris de los pájaros; el se sienta en una sillita de paja, hace frío pero está bien: siente que bajo la piel le circula algo caliente: la pintura pugna por salir y se estrecha en el cuello del pote. Lo empuja, salta sobre unas mazorcas ya dibujadas y aquello lo enoja. De pronto el cielo se rompe en un gris de hueco, en un gris de comarca volcánica bajo un cielo que él sabe asfixiante y que se denomina el fin del mundo. Lo sabe, toma como puede la pintura que se le cae en el barroso surco de los carros. Está solo y se avecina una tormenta o algo peor: la muerte en pleno graznando bajo la silueta de los cuervos que le empiezan a poblar el cuadro entero. Entonces, ya es Van Gogh fulminado por el desastre; se despierta transpirado, extrañando no al sueño de artista sino que inexplicablemente se le ha diluído la caja de pinturas que le había prometido al hijo mayor la tarde en que se tuvo que ir, de desaparecer de aquella vida con la Mary. Y ahora, ya no sabe que es peor, si continuar, regresar o estrolarse desde un puente. --?No, se dice, bajando de la cama para entrar al bañito helado... Todavía falta, todavía falta. Afuera, sobre la claraboya el cielo se ha puesto azul noche y por el efecto del viselado se asemeja a los cielos del holandés con sus luces y soles nocturnos, girando, girando como girasoles que buscan el mostrador de la noche igual a borrachos en la larguísima noche de los hombres divorciados.