Mielamor

CARGADA DE PRODIGIOS
GIRA LA MIEL
OBTUSA
ESDRUJULA
CARNE CONDENADA A SER FELIZ
BRUJA TERNAL
FAROL INTERMITENTE
ENTRE VARIOS AMORES
COMO GUIÑOS
MIS CANCIONES
EN TUS PIERNAS DE BAILE
ENREDADERA SUBMARINA
CRESTA DE BARRO
CABALLO CIEGO
ES LA MUERTE
DE TANTO LLAMARLA COMERÁ
EN TU MONO.
CORTALA , DULCEMENTE TE DIGO,
EL PORVENIR REMOTO,
ES EL AYER DESPREVENIDO
ÁSPERA VOZ QUE GIRA
DULZURA DE AVISPAS
QUE SE HUNDE PARA CERRARSE
Y TAL VEZ EVAPORARSE
SIN DEJAR MAS QUE EN LA TIERRA
UNA MIEL


Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

Cines bai gente media

por lo visto
el oído hace mella
resbala y se ciega
a todos los frentes
traslúcidos y frontal
como un grito de auxilio
larga el ceño la duda
la mascarada
gente arremolinada
gente de fes a plazos
media clase del domingo
sudando por imágenes de guerra
sonriendo ante el patético
cómico tropiezo nueva york
y el volver
con que los inaugura
el cantor de tangos
y por un momento
los reconoce
los aterriza
en su tierra, la argentina
mirá vos
no nos habíamos dado cuenta
a no ser por ellos
los de siempre
los negritos
que a la salida
piden
un balazo

Autor: Adrián Abonizio

Libro: Casa de fieras

Aplausos

Los artistas dicen que se alimentan con aplausos
como los pececitos en la pecera necesitan de otras manos
para llenarse el buche
Las maestras enseñan las marcas coloridas de los límites
pero desconocen los lardosos confines de sus broncas y sus ligas
a ambas muy pocos llegan
Nadie me llama para decirme que hice un viaje con buenos sentimientos
En las tripas. O te quiero y punto. Sólo ella, la mártil, a la que contesto
ausente, que sí , que ya va, que todo es ficción
Sólo ella me desespera
porque me desespera
Tragaluz en el desayuno
Es una islita ciega
tanta locura no llena
tanta geografía nos confunde
ambos no cabemos en una solo cabeza
Necesitamos de las dos
pero la mía sobra
Es el rastro de una mosca
aplaudida sobre un mapa

Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

La vida difícil de un tigre de papel

“Ustedes hagan que yo gane mucha plata, después me encargaré de repartirla.”
Ex dueño de supermercados Tigre.
Francisco Regunaschi se hacía llamar Pancho y regenteaba desde su sillón la presidencia de la Cámara de Propietarios de Supermercados de Rosario y el Gran Rosario.Un título extenso que le habrá sonado a ínfulas de virreinato.
En 1989, en pleno saqueo, se quejaba de la ausencia de mano dura contra la comunidad hambreada y, más adelante, convertido en el príncipe de las góndolas, inauguró el primer super en la ciudad. Tigre le puso, vaya a saber basado en qué regias imágenes feudales criollistas.
Impartía justicia como un terrateniente, con un sistema de premios o castigos. Era el patrón y sus hijos, los patroncitos. “Sería incapaz de hacernos una macana, si es como un padre para nosotros”, murmuraban los incautos. Pero no se pagaban las horas extras pues eran el estímulo con que mostrar la adhesión al régimen.
Sucede. La gente tiene fe y cree que el que tiene más es el que más sabe. Y que por su abundancia es imposible que nos falle. Los Tigres se multiplicaron en la city con un hambre depredador inigualable. Se impuso el no descanso dominical. Pero aún las bestias saciadas se cansan. Vaya a saber si fue su desencanto por tomar conciencia de que habría de empujar mucho para enriquecerse más velozmente, la añoranza de plata dulce o la pérdida de fe empresarial, lo que lo llevó a vaciar paulatinamente sus cuevas: deudas acumuladas ex profeso, venta de herramientas y maquinarias, acaparamiento de insumos ocultos sin pagarlos, el silencio impuesto hacia sus asalariados, la creencia de poder vender sus activos al estómago extranjero y vivir sin estar condicionado nunca más al olor del sudor laburante o si la leche se excedía de precio.
Lo cierto es que don Pancho eligió vivir de rentas, excluido de la actividad: el sueño espúreo del inmigrante atroz, la bellaquería del vivo argentino, el liberal vaciador, el asesino invisible en cuotas. Mientras, los empleados, algunos expatriados con el retiro voluntario u otros desfondados o cansados de aquella vida, se fueron exiliando en otras changas. Otros, los sobrevivientes, cansados del rigor y en vista que perderían todo si no apostaban al menos algo, se empezaron a movilizar, juntándose de a cinco, de a diez.
Carlitos Ghioldi, ya un referente en el Sindicato de Comercio, vio el rayo en la oscuridad y se puso al lado. Cuaderno de bitácora en ciernes, estuvo a la cabeza y fue detallando la lucha en “Crónica de un conflicto en curso”, prolijamente, intuyendo que escribía la historia. Desde el prólogo, Osvaldo Bayer los saluda y se emociona. “Proeza de los hijos del pueblo”, resume en un lenguaje reminiscente, libertario. Lo cierto es que pasaron bajo el puente el concurso preventivo de acreedores, la Marcha de las Máscaras —con caretas de tigres debido a la persecución policial—, las gomas ardidas cerrando las calles, los retiros voluntarios, la flexibilidad laboral del traidor Menem y el paralizado De la Rúa, el apoyo a todo tipo de lucha similar hasta arribar a la apertura de un sitial con calidad de proyecto comunitario, y posteriormente Centro Cultural, Biblioteca, Teatro, Comedor Estudiantil.
“Jamás había visto una obra con actores o una muestra de escultura”, dice un trabajador. “Decidimos esta elección de vida para poder mirar a los ojos a nuestros hijos”, dice otro y el tercero alarga, sintetizando: “Acá se aprende a luchar”. Hay unos viejos cuadros apoyados cerca del baño, el televisor encendido y es mediodía. Entran los gorriones al comedor como si entrasen a un santuario: nadie los corre mientras saquean miguitas. El estofado es barato y rico. Guardan en la heladera, como en las viejas fondas, la bebida abierta con el nombre de su dueño. Y los cocineros, a veces, no te piden el vale de caja para darte la comida. Creen en lo que uno dice. Vienen de las trincheras, del frío, de la inclemencia, la enfermedad y de una patria horripilante, la de la cruz y la espada, que les diera la espalda. Sin embargo, no están ofendidos: hoy tienen esto pero saben que nadie los gobierna, solo ellos.
Esperan la Ley de Expropiación para Uso Temporal, lo que les garantizaría ser dueños de lo que los irresponsables abandonaron. “Elegimos no decir la frase Empresa Recuperada, sino Establecimiento puesto en marcha por sus propios obreros. Es más largo pero refleja la no voracidad empresarial. No somos nuevos propietarios, somos gente en lucha” resume como lo permite su verborragia Carlitos, mientras vestido de negro va y viene por las escaleras, puesto que, debajo, en la entrada del Centro Cultural, se están remodelando stands flamantes. Hay en el aire un olor a pintura estimulante, que es el perfume del posible bienestar y la victoria.
Paradojas. Nació como un tigre, quiso ser golondrina y terminó comido por un horóscopo leonino, escapado de la cárcel de los sinsabores, un 27 de julio, fecha en que abrió para siempre lo que en Rosario se conoce como La Toma, Tucumán 1349. Debería ser declarado Monumento Histórico Viviente.
La Toma. El chorro de un pequeño gran triunfo, porque la corriente del cambio va entre las piedras, parece estancarse a veces, pero nunca se detiene.


Por Adrián Abonizio
Fuente: Revista Zoom

Pocho Lepratti un héroe del 2001

“Claudio Lepratti nació en Entre Ríos el 27 de febrero de 1966. Abandonó el seminario para participar de las organizaciones de base. Optó por los pobres con un talento sin igual. Se convirtió en el Angel de la bicicleta y en inmortal”. Anónimo
“Para lograr sus objetivos, los subversivos han usado las canciones de protesta, las historietas, el cine, la literatura, la universidad y la religión y, fundamentalmente, han usado, sin conseguirlo, el pánico.” Almirante Lambruschini, Diario La Razón, 3 de diciembre de 1976.
Pocho Lepratti es un ente mágico. Caja de encastres que funciona desde adentro hacia afuera y viceversa. Produce libros, pinturas, canciones, graffitis, educación de ojos abiertos en definitiva. Si algún santón y mártir ejecutado en antaño viviera diría de él, con una ironía tierna y sin pecar de apología: “! Bueno es vivir, pero así da gusto morirse!”. Y le convidaría un mate.
Es algo extraña esta reproducción: desaparecer para vivir, generar aún luego de la parca tanto torbellino, tanta fe en medio de la guerra, se asemeja a algo vinculado a una espiritualidad de altura. Claro que quienes lo tuvieron cerca lo extrañan, pero creencia al fin y al cabo, una bala espúrea abrió una herida y un camino multiplicador. Hay monumentos, cátedras, canciones, hits con su nombre. El, estimo, se hubiese sonreído con esto, pero las cosas suceden más allá de uno, de la ausencia misma.
¿Qué se imaginaba que Gieco le pondría en su recuerdo el premio Gardel a la mejor canción? ¿Qué sabía de esto el policía que le pegó en la tráquea? ¿Qué los de investigaciones que intentaron cambiar la evidencia haciendo pasar por casquillo de bala verde-goma lo que fue una naranja-plomo? ¿Qué el artista plástico Traverso cuando empezó a pintar las 350 bicis negras en memoria de los desaparecidos de la UNR para que luego coincidan en simbología con Pocho y su bicicleta errante?
Desde los asesinos hasta los pibes que comieron gracias a él, nada sabían que el 19 de diciembre de 2001 policías a cargo del móvil 2270 balearían la escuela donde había pibes alimentándose. Pocho sería la víctima premeditada y sin embargo el puente de sangre, el cordel invencible para atar a la gente entre sí en un abrazo de bronca y de justicia. ¿Quién sabría que luego esta pena se trasmutaría no en odio sino en construcción y vida? Milagros fuera del santoral. Destinos de flechas angelicales dirigidas hacia el espacio pero inscriptas en láminas callejeras, en pintadas, no en libros virginales ni sagrados cálices para el manso rebaño de las cosas congeladas.
Carlos Núñez lo recuerda y muestra las fotos cuando se inauguró esta casa: “Debe ser la única biblioteca que se abrió sin libros”. Pocho está bello en la foto, mirando la altura, rodeado de chicos. Está sentado en un banco, entresoñado. Resuenan voces: “Siempre recordamos ese día que se disfrazó de payaso para el Dia del Niño: había armado el comedor barrial y cocinaba. Estaba festejando eso”. “La primera vez que te vi, Pocho, rodeado de pibes me hiciste acordar a ET, por la ternura”. “Zafé de la droga, escribo en el diario nuestro y sé hacer pan”. “En diez minutos te organizaba un taller, una comida, una charla. A veces desaparecía con su bici: estaba multiplicando eso en otros barrios”. “Claudio no fue un mártir: fue un héroe que logra la inmortalidad en la memoria colectiva”.
¿Cuántas, cuántas hormigas hay pintadas en la ciudad que representan al Pochormiga? Cientos, miles. La hormiga gregaria con un fin supremo. La hormiga que acumula y a la que si le patean su casa, vuelve a reconstruirla. “Un mundo donde quepan muchos mundos”, decía Pocho con alocado razonamiento poético.
Su cuerpo está enterrado en Concepción del Uruguay desde donde vino, luego de abandonar los claustros y aún así elegir los votos de pobreza. Seguirle los pasos se hace difícil; si parece que estuvo en varios lados a la vez: protestando, curando, enseñando, contando, aprendiendo, animando.
Pobre de la policía que estaba como endemoniada aquel 19 de diciembre de 2001 entre los saqueos. Nadie los recordará con amor. Ni a sus jefes políticos. Les dijeron que el que mejor apuntaba y daba en el blanco tendría premio. No serán amados, los asesinos van a quedar sepultos y no entrarán a cielo alguno. Eso se sabe.
Claudio Lepratti, en cambio, no hay día en que uno no vea una pintada nueva que certifica que Pocho está, que Pocho vive, que le hizo un truco de magia a sus asesinos.
Por Adrián Abonizio
Fuente Revista Zoom

Música para canallas


Anecdotario Nª 13: Cuando escribí... En tierra firme

En Tierra firme : en plena democracia conocí muchos falsos mesías de falsos países, de falsos mensajes de salvación y lucha. La hice en medio de una mudanza, mientras otros descargaban por una larga escalera caracol los restos de una casa que se denominaba Palacio. Nos pagaron con unos cuadros viejos que nunca supimos su valor y que seguro malvendimos o abandonamos en alguna pensión.
Adrián Abonizio

Anecdotario Nª 12: Cuando escribí... Cantandolé a los vivos

Cantándole a los vivos: de la misma época que Plantas. Un casado joven, primera convivencia femenina, enamoramiento y el recuerdo de largas siestas sin dormir, trabajando en otra cosa, mirando el mundo desde un oficio ajeno, odioso.
Adrián Abonizio

Anecdotario Nª 11: Cuando escribí... Dormite patria

Dormite patria: una canción de cuna para la patria, sólo eso. Como si ella fuese una niña, un animalito herido y no esa cosa conmocionante de los libros y los mapas.

Hace por Adrián Abonizio

Hay otro mundo sé que lo hay
empantanado de éste, debajo
en la curva gastada del coral y más plena que ésta
hay uranio que proviene de las vírgenes
luz, auténtica luz de molino, del corazón
como esas pantallas que suscitan esperas en los bares
una veladura de suave manso vino
Hay otra vida, importunada de recuerdos
en los enlutados hombres que fabrican magia
y no lo saben o no lo dicen
van como silenciosas matanzas ven clarear las cosas
desde el timón de sus bicicletas
y son como desvelados grumetes entre las rocas
Hay una ventana abierta y te recostás
encontrás bajo tu almohadón una malla de dorado
con algas enganchadas y anzuelos y tanzas
rejunte memorioso de cuando eras chico
Poderoso ,claro ,ancho y diminuto allá en la caverna
en la indescifrable caverna de los días por venir
y que han llegado y son solamente esto: un cuerpo
para ser tomado a fondo , a fondo blanco
y un pecho que es de palmo a palmo una penitencia dulce del verano
una plaza a medianoche con bancos raspados de leyendas
y los banderines de otras tierras ornamentando la frente raspada
Hay otro mundo y nada se tiene en la vidas
sólo la arboladura de una ciudad que nos nació
la consistencia de una confesión
y algunos nombres propios.

Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras