Adrián Abonizio presentó su álbum "Tangolpeando" en la Plataforma Lavardén

Adrián Abonizio presentó "Tangolpeando", su nuevo álbum de tango, con un concierto que ofreció anoche en la Plataforma Lavardén, Sarmiento y Mendoza.
Abonizio aborda el tango con el primer disco de la serie "Tricota", que denominó "Tangolpeando" y reune 12 temas de su autoría con músicas de Rodrigo Aberastegui. (Foto: H.Río)

Adrián Abonizio presentó "Tangolpeando", su nuevo álbum de tango, con un concierto que ofreció anoche en la Plataforma Lavardén, Sarmiento y Mendoza. El compositor e intérprete rosarino actuó acompañado por Erica Di Salvo (violín), Rodrigo Aberastegui (guitarra y piano), el "Muerto" Sainz (contrabajo) y Federico Pereiro (bandoneón).
El artista aborda el tango con el primer disco de la serie "Tricota", que denominó "Tangolpeando" y reune 12 temas de su autoría con músicas de Rodrigo Aberastegui.
Como un equilibrista de la música, más acostumbrado al riesgo que al camino seguro, Abonizio justifica su incursión en el tango tras ser considerado uno de los mejores compositores argentinos de música urbana y de haber integrado la denominada Trova Rosarina. "Obviamente por nacer acá y con toda la influencia sanguínea, hormonal que uno tuvo, las resoluciones filosóficas, retóricas y poéticas van a estar vinculadas con el tango", reflexionó el músico en un diálogo que mantuvo con Escenario.
—¿Por eso hace tango?
—Es como un mal necesario. Es como la gripe: todos nos hemos engripado, todos hemos silbado un tango y todos hemos compuesto un tango. Un amigo de la Academia del Tango me dijo: «Bienvenido; ahora sos un hombre de tango». Para mí fue como que le digan a un chico «Vas a jugar a la pelota con los grandes».
—¿Antes no hacía tangos?
—Estoy seguro que no hacía tangos. Obviamente por nacer acá, con toda la influencia sanguínea, hormonal que uno tuvo, las resoluciones filosóficas, retóricas y poéticas van a estar vinculadas con el tango. Pero la forma no era tango, porque uno odiaba al tango en el sentido de que representaba todo eso que uno negaba. Y es bueno negar a la generación anterior, hasta que te vas avivando y tratás de modificar para bien. Entre Jimi Hendrix y Troilo, era más atractivo Jimi Hendrix. Pero uno también escuchaba a Troilo. 
—A Pugliese le atribuyen la frase: "El tango te espera a la vuelta de los 30". 
—Los encontronazos en la sociedad nutrían al compositor de tangos. Actualmente las cosas han cambiado. Hasta que no descubramos qué tango hay que contar vamos a estar a media agua, anhelando el pasado y con miedo por el futuro. Pero yo pienso en tango todo el tiempo.
—Mencionó la época en la que el rock se contraponía al tango cuando la expresión juvenil pasaba a través de ese género. ¿Hoy el tango podrá ocupar ese lugar?
—La respuesta musical ya la dio. Yo veía que muchos grupos sonaban tan bien como Piazzolla pero les daba vergüenza parecerse. El tango es un ambiente muy faccioso, muy pudoroso, entonces muchos pibes, instrumentalmente pasaron esa línea y empezaron a mezclar con cosas más bien del Río de la Plata. Por ese lado está bárbaro. Lo que no está bien equilibrado es por el lado de los letristas. Hay un montón de tipos sueltos —entre los que me incluyo—, que no nos decidimos formalmente porque es un desafío muy importante y por ahí te dicen: "Mirá que está Manzi....". El tango tiene que ver con el afecto y no con romper lo anterior. Todo lo contrario; se trata de mantener lo anterior, cuidarlo, entederlo y honrarlo, pero ser uno. Yo no sé si voy a escribir como Manzi o como Discépolo, pero no tengo porqué considerar que no voy a escribir como ellos.
—¿Entre los que le dieron la bienvenida al tango alguno lo recibió con una sonrisa sobradora, como diciendo: "En algún momento ibas a caer"?
—No. Desde los 20 años aclaré que siempre me gustó el tango. Mi entrada al tango fue espiritual, en la noche de Buenos Aires. Un día dije: "Soy un hombre de tango", porque estaba repitiendo los modismos, la forma de vivir de los tangueros que yo me imaginaba: la relación con la noche, la no relación con el día. El tango me penetró, con perdón de la palabra. Yo vivía en Buenos Aires, entonces me llaman de la Academia del Tango para hablar de las letras del tango. ¡Había tipos de la academia dispuestos a escucharme! Entonces dije: "No solamente soy un hombre de tango que anda en la noche, sino que también me escuchan". Me cayeron todas las fichas y sigo adelante tratando de generar la mayor cantidad de tangos posibles.
—¿Para hacer tangos cambió el método de trabajo?
—No. Lo que te permite el tango es abordar temáticas que en el rock no existen. Les paso una data a todos los escritores: "Escriban tangos, porque con el tango se van a permitir largar todas las miserias".
—¿El tango es más introspectivo que el rock?
—Sí. El tango te permite ser cruel, así no lo seas; te permite hablar de cómo es la relación con las mujeres. No hace falta ser políticamente correcto. Con el tema del lunfardo, del absurdo, uno puede darse el lujo de decir: "Soy el hijo de puta más grande del universo ¿Y qué pasa?". En el rock lo tenés que justificar. 
—¿El tango es más marginal que el rock?
—Si uno lo toma así, sí. Para el tipo que escribe, te permite hacerlo desde un lugar como más oscuro, o más tragicómico, o más cómico.
—El tango puede interpretar un momento sentimental de alguien que lo escucha.
—El tango se anticipó mucho a los existencialistas franceses. El tango es lo que decía Camus del existencialismo: "Es vulnerable pero obstinado, injusto pero apasionado de la justicia, hace su trabajo sin vergüenza y con orgullo, a la vista de todos, siempre entre la pena y la belleza". El tango siempre está entre la pena y la belleza. La vida está entre la pena y la belleza. 
—Hubo una conjunción de géneros musicales que tuvo que ver con la inmigración: desde el fado hasta la canzoneta.
—Al tango lo hemos matado con todos los cantantes llorones que hemos tenido. Hemos alejado a mucha gente. Yo me quedo con el tango canyengue y criollo de Rivero, y el tango canción de los 40 o 50. Es lo que yo escuchaba. Era como un torbellino de imágenes y cuando salís a la vida decís: "Puta, esto lo escuché en tal tango, pero tengo 18 años y me gusta Jimi Hendrix. Tengo que olvidarme". Tratás de olvidarte pero el tango es una maldición. Siempre te va a encontrar a los 30. Y esto es como un juego: soy un cantor de tangos que no usa gomina, no usa saco, ni corbata. Después de la secundaria ya cantaba tangos y quería cantar como Nino Bravo. Después vinieron Los Beatles y se mezcló todo. Después llegó la Trova Rosarina y uno se va olvidando hasta que llega un momento en que uno dice: "Voy a hacer tres discos de tango".
—¿Ya tiene el material para los otros dos discos?
—Sí. Este —el primero—, es de tango más criollo, súper simple: la voz y una guitarra o dos, que es lo que predomina. Tratamos de copiar el sonido de las guitarras de (Edmundo) Rivero: el guitarrón grave y las guitarras. Es muy despojado este disco. Después tenemos otro disco que es tango-canción y se llama "Tango en años luz" y el tercero es "Psicodelia Tango". La trilogía se llama "Tricota" y éste es el primer disco.
—¿De quién escucha consejos?
—De Rodrigo (Aberastegui). Lo encontré en la calle y es como mi hijo. Lo adopté, se fue a vivir conmigo y, como en las películas, fui como un gaucho que tenía un rancho, lo encontré por ahí y se fue a vivir a mi casa cuando tenía 18 años. La llamé a la madre para que se quedara tranquila ya que estaba viviendo conmigo. Después el tipo —como en las películas de Favio— hizo su vida. Tenemos una afinidad espiritual muy grande. Ahora que tiene 28 años le pregunto: "¿Dónde aprendiste a tocar tango?"."No sé", me dice. Sabe mucho y es un tipo a quien le rindo pleitesía. Con él somos los Batman y Robin de este disco.
—A cierta edad hay que utilizar el tiempo con sabiduría.
—Tengo más de 50 años y sigo corriendo más riesgos que un pibe que empieza en el rock.
—¿Por que no incluyó tangos ajenos?
—Porque quiero tener mi propia voz de tango. Dentro de mi pluma convergen todas las plumas que yo escuché. Yo quiero tener la mía. Quiero mi pluma dentro de los caciques del tango. Me quiero ganar una pequeña estrella en la constelación del tango. No persigo ni fama ni dinero. Quiero ser una pequeña estrellita que titile dentro del firmamento del tango.
Un rosarino en la transición del rock al tango
“Tangolpeando”, el nuevo disco de Adrián Abonizio es el primero de la serie “Tricota”, que continuará con “Tango en años luz” y “Psicodelia Tango”.
El nuevo álbum editado por el sello rosarino BlueArt Records, reune 12 temas compuestos por Abonizio con música de Rodrigo Aberastegui y evoca el estilo bien criollo de los tangos de Edmundo Rivero con acompañamiento de guitarras y un bandoneón que aporta las pinceladas sonoras que terminan de redondear las imágenes tangueras.
El repertorio grabado incluye “Mi flor querida”, “Un bosque en la frontera”, “Lo tuyo está al salir”, “Río Negro”, “Pata flaca”, “Constitución de noche”, “Dealer”, “Afuera”, “Luna de alpiste”, “Paranoia S.A.”, “Calamar” y “Cómplices”.
Todos los temas fueron compuestos sobre letras de Abonizio con músicas del autor y de Rodrigo Aberastegui.
El disco fue producido artísticamente por Abonizio y Aberastegui y se grabó en los Estudios Cuarzo y los Estudios Moebio, con las participaciones de los músicos Gabriel Rivano (bandoneón), Rodrigo Aberastegui (guitarra, contrabajo, acordeón y piano), Erica Di Salvo (violín), Horacio Hurtado (contrabajo) y Hugo Pico (bandoneón).

Por Marcelo Menichetti / La Capital