Anecdotario Nº 7: Cuando escibí ...

La villa de los milagros: es la más jovencita de todas y reafirma mi enfermedad , que consiste en un enamoramiento de las imágenes religiosas, preferentemente femeninas.
Adrián Abonizio

Anecdotario Nº 6: Cuando escibí ...

Plantas Argentinas: democracia recién nacida y una visión un tanto inocente del mundo. Quería sacarme el dolor y escribía por eso. Quería dejar testimonio, me sentía en la obligación cuando aún era virgen en grabaciones y tenía pavor de no poder dedicarme a la composición de canciones.
Adrián Abonizio

Anecdotario Nº 5: Cuando escibí ...

La historia de Mate Cocido: Estaba sentado, fumando, cerca del río sobre unos troncos vencidos de jacarandá. El viento hacía caer florcitas de sus ramas y me ví en el personaje de ( aquí va el nombre completo que no recuerdo) de Mate Cocido, según las crónicas policiales de los años 30, de un "delincuente sanguinario".
Yo no era ni una cosa ni otra , pero sí me sentía "afuera" como él, esperando en los caminos un golpe de suerte con que cambiar de vida.
Adrián Abonizio

Dedicatoria interior CD Extraño Conocido


Entrevista por Alumnos de 4 "A" y "B" del Colegio Parque España de Rosario

Entrevista : a Adrián Abonizio

1- ¿A qué edad diste tus primeros pasos musicales?
A la edad del colegio con el grupo que participaba de los actos escolares, para luego seguir fuera de los claustros, ensayar, estudiar música y así jugando y practicando la amistad y la composición a la vez.


2- ¿Qué papel jugó la música en el desarrollo de tu infancia?
Mucha. Ya que no había reproductores de música se oía solo radio y por ende la audición era variada.En aquella época, aún los temas mas pasatistas estaban mejor confeccionados que cualquiera de los de ahora.Y los programas que se oían constaban de orquesta en vivo, lo que le otorgaba un carácter de “primera mano”.


3- Ser parte de la trova rosarina, ¿fue fundamental en su carrera musical?
Definitivamente.Te da pertenencia


4- ¿Crees que tu obra con la trova fue el detonante para el nacimiento de una nueva música en Rosario? ¿Cuáles fueron los fundamentos de ese movimiento musical?
No sé si “nueva música·” pero sí que ocupamos un lugar que no había.Y fue una convergencia histórica interesante de ahí su particularidad.Por otra parte nos “descubrieron” de Buenos Aires y como somos dependientes de aquella ciudad generó más atención.Pero el germen estaba y tarde o temprano se iba a propagar.


5- ¿Cuáles son los beneficios y las pérdidas de desarrollar una actividad artística en Rosario?
Por un lado te da continente, referencia y cercanía por el otro te limita el horizonte.Para componer, escribir o tocar cualquier lugar es bueno.Cada uno debe medir si tiene la fuerza para irse o para quedarse.Son decisiones muy personales.No creo en los chauviunismos ni defensas a ultranza del sitio donde se ha nacido.El artista es un buscador, por ende, puede tomarse la libertad de salir al camino.


6- ¿Quién o quiénes se deben hacer cargo de la transmisión de la cultura en una sociedad?
Todos, tomando como cultura a un modo de hacer las cosas o la vida misma.Los referentes artísticos de un lugar deben estar atentos a los cambios en la cultura y ser eficaces a la hora de retransmitir esos movimientos imperceptibles.Descreo de los “artistas oficiales” que trabajan para próceres o los ponen en ese lugar.


7- ¿Cómo componés una canción? ¿Cuál es el detonante que necesitás para componer?
La canción es un ejercicio espiritual y estético que debe hacerse con asiduidad más allá de los resultados.Es como comer o dormir: necesario.De allí que la “sagrada inspiración” es o debería ser resultado de un trabajo cotidiano, arduo a veces y por lo general idealizado.Yo me obligo a componer.


8- De todas las actividades que realizás como compositor, cantante y escritor, ¿cuál es la que más disfrutas?
Escribir te da la soledad necesaria, tocar en público es un riesgo placentero.Ambas cosas en mi caso se complementan y las busco.


9- Si el día de mañana tuvieras que abandonar la música, ¿qué harías? ¿a qué te dedicarías?
Guarda fauna o alguna actividad cercana a la naturaleza.


10- ¿En qué etapa de tu carrera musical te encontrás hoy?
Siempre más adelantado que la realización en objeto de la creación.Tengo tres discos terminados y compongo mucho, de ahí que cuando salen, me “atrasan” como un mal reloj.Pero, siempre aprendiendo.Y con esa buena disconformidad que te empuja a seguir mejorando.


11- Hablando un poco de actualidad, ¿qué solista o banda pensás que está siendo productivo musicalmente?
Muchas.Hay un impasse en el folclore, en el rock y en el tango muy interesante.Se están combinando, fusionando y no se respetan los límites, en algunos casos, por suerte.


12- ¿Qué música no debería faltar o sería imprescindible que escuchen los jóvenes?
Beatles, Yupanki, Goyeneche,Chico Buarque, Jao Gilberto, Frank Zappa,Gershwin, Miles Davis.Utopías musicales lejanas que estan en la cumbre mientras que lo que difunden es de lo más oscuro en cuanto a composición, actitud y liberación del alma.


13- ¿Qué música te gusta escuchar?
Cualquiera, de cualquier lugar que sea con tal que me guste.Oigo más instrumental pues como trabajo con la palabra es un descanso oír algo que no sea la voz humana contando algo.


14- ¿Hay algún género musical que identifique a los rosarinos?
No sé........es muy arrogante decir que la Trova lo es.


15- Si tuvieras que salvar o elegir una canción para el futuro, ¿cuál sería y por qué?
Una sola es difícil, pero pongamos Let it be. Dejalo ser.Dejar ser lo que cada uno quiera o pueda;no poner trabas.Ni impedir, Ser generosos.Repasar nuestros egoísmos.Contribuir a algo mejor.Pasar por este mundo haciendo un bien, chico, minúsculo pero necesario.En algún lado queda escrito y sirve.


16- En tu canción “dormite patria” hablás de la relación del niño, la escuela, y la argentinidad. ¿Cómo creés que se relacionan los niños con su patria hoy?
El concepto de patria es amplio.Lo usan los traidores políticos también.Una cosa noté: que en cada región del país los chicos se relacionan con los símbolos patrios de diferente manera y en el interior más lejano del “centro” esto es Buenos Aires el respeto es mayor, como si se comprendiera mejor la patria.Es una sensación.


17- Actualmente se elijen carreras para el desarrollo de una profesión u oficio que garantice un ingreso económico importante. Muchos jóvenes apartan su verdadera vocación artística en la búsqueda inmediata de una entrada de dinero segura. ¿Qué consejo le darías a quienes tiene vocación de artistas pero dudan en el momento de tomar una decisión?
Wall Street es la respuesta.La especulación, los negocios que van en contra de la salud de la gente terminan mal, en este o en el otro mundo.
La única felicidad posible es poner todo el empeño en lo que uno deba ser.
“Nunca amés sin esperanza” dice el dicho.

Realizada por vía e-mail en el mes de Octubre de 2008, por idea de la maestra de Música Profesora Susana Francesio, del Colegio Parque de España de Rosario.

Café : "La Buena Medida" con Adrían Abonizio

Reunión de amigos : Ana , Daniel y Adrián, entre risa y exámenes, comentando los aconteceres de nuestras existencias en uno de los bares más antiguos (hoy remodelado) "La Buena Medida" de la ciudad de Rosario, mientras caía la tarde del 5 de diciembre del 2008.

Crónica del recital en Morrison Bar por Marisa Artale

Abrió el recital cantando 2 canciones de Rubén Goldin : Basura en Colores y Sueño de Valeriana.Agradeció a todo el publico , haber ido un dia domingo. Siguió el recital con el tema Te hablo , tan romántico ....dedicado a una admiradora.Fue muy aplaudido y ovacionado en todos los temas mas conocidos especialmente en : Historia de Mate cocido, Mirta de regreso y el Témpano cantado por todo el publico ...Continuo luego con La Oración del remanso de Jorge Fandermole , Mas tarde invito a cantar a un amigo de Santa Fe , el cantautor Martín Sosa, quien le dice que era muy chiquito cuando conoció esa canción ,y Adrián le contesta que todos eran chiquitos y el único que envejece siempre es el ....Cantaron juntos otro tema de Fander "Cuando " y "Corazón de Barco." de Adrián .Hablo de un tema homenaje a Litto Nebbia , que se llama Canción de niño en cocina , con todo el estilo del virtuoso rosarino..Otro tema que recordamos fue Todo es humoAclaro que tiene un montón de temas nuevos , por suerte , pero esta noche quiso recordar temas viejos con nosotros ...Azules, Príncipe de manicomio , Nos sorprendió con el tango El dia que me quieras , muy bien interpretadoCerrando el recital con El Témpano cantado a coro por todo el publico y un bis que fue Dios y el diablo en el taller ..Aplaudido y ovacionado en la ciudad de Santa Fe , realmente se lo merece ...Se lo vio tranquilo y su voz sonó muy clara y linda , realmente no pasan los años para Adrián ....

Gracias a nuestra FANS N° OO corresponsal en Santa Fe.

Recital éste Domingo en Santa Fé



Ciclo "En versos y trovas"
presenta a...

ADRIÁN ABONIZIO
Domingo 30 de Noviembre de 2009 - 21.30 hs
"Morrison bar" 25 de mayo 3428, Santa Fe

Crónicas Rosarinas: La fermosa Formosa

La fermosa Formosa
Por Adrián Abonizio
Cuando dije que me iba a Formosa faltó poco para que me recomendasen la vacuna contra la fiebre amarilla o la sugerencia de grabar sonidos de monos aulladores.
Pocos conocen a alguien que haya ido a Formosa. No es ni siquiera una provincia olvidada, es solamente la no recordada. Figura en álbumes familiares de remotas casas donde su dueño está retratado bajo el sol, surubí en ristre. Donde jugar un partidito de fútbol a las diez de la mañana con 48 grados de sensación térmica puede ser una experiencia límite. Como cenar yacaré, mientras las barcazas del contrabando suben y bajan de Alberdi, Paraguay, donde se consigue una imitación posible de cualquier cosa.
Un rosarino se debe cuidar en el lenguaje ante todo. El habitual “boludo” o la expresión cordial “¡Qué hijo de puta!” pueden hacer crecer un muro alrededor nuestro. Las tres etnias que comparten el lugar viven entre los demás pero apenas si hablan con la comunidad. Pero se llaman “hermanos” entre sí. Son los tobas, los wichis y los pigalás. Entre estos últimos, un amigo al que intenté vanamente hacer hincha de Rosario Central apelando a los colores vivaces de su enseña, me susurró que no está en su lengua el uso frecuente de la palabra amor, sencillamente porque pareció sugerirme que lo que está no se expresa. Está implícito, de ahí que al nombrarlo se lo desgasta. Las Lomitas es un paraje hechizado y son frecuentes en sus cercanías los accidentes viales: es lógico, pues en su alcaidía estuvo recluso el presidente más mufa de todos los tiempos y también el más temible por su capacidad de daño: Carlitos Saúl Menem. De su hijo putativo se dicen cosas como que baleó su propia casa para llamar la atención y que no puede dibujar ni la O con un vaso, dado la acatación a su negativa de retener algo de los magros estudios cursados. Ahí lo tenemos, en Buenos Aires, engordando con nuestros dineros, derrapando coches lujosos, haciendo crecer su imbécil fama de virilidad.
En Formosa florece el lapacho de tres colores, y la estación fría se llama invierno mientras que a la de verano le dicen familiarmente “infierno”. Hay en primavera un llamado al oxígeno y la luz, mientras para el fumador es un paraíso enmarcado en humo: en muchos bares es frecuente extraer un cigarrillo y pitar, mientras se mecen las palmeritas bajo el asador del cielo. Un cartelito anuncia “Si se va a embetunar no se saque los zapatos”, dado que era costumbre que el lustrador se los llevara fuera, a la vereda, para darle más enjundia a su trabajo.
—Hay tres Formosas—, me ilustra un maestro de grado. —La del estado brasilero de Goias, la isla de Taiwán y esta, la “fermosa” como le llamaron los españoles.
Yo le enumero todos los Rosarios del mundo y le gano por abandono: el sol del mediodía empieza a caer y huímos hacia distintas madrigueras. Paso por la Cruz de las Avenidas que de noche intimida por su descomunal tamaño encendido y de día se asemeja a una instalación postmoderna. Lo cierto es que, tras el cenit y hasta las cinco, todo se cierra y el averno con sus diablitos de tizne gobiernan la calle. Ni el Pombero asoma.
Leo un aviso en el Mediodía, diario local. “Se hacen sepelios a domicilio”. Intrigado, pregunto y me dicen que es común sepultar a los deudos en casa propia, de ser posible en los fondos.
Qué lejos y qué cerca estamos de entendernos. Parte de una Argentina ignota que solo aparece en algún documental, con sus palmares, sus flores exóticas y sus cercanías con la selva: un mar interior tan nuestro como desconocido donde la resignación y el cariño por las cosas propias constituyen una extraña mezcla. El llamado, como cualquiera que sea de altura, supera todo: se arman grupos de música, de teatro, cuyo horizonte es la ruta que limita al sur o con las boyas verdes que en la noche delimitan el río Bermejo. Un cable invisible cortado que a nada comunica.
Formosa era, en mi aula inicial, un rectángulo pintado de rosa. Más sabía de la 9 de julio que del lapacho, mucho más del actor de moda que del wichi alucinatorio vestido de monte, de animal mágico, en su fiesta principal.
¿Quiénes somos? ¿Qué elucubración monstruosa nos dispuso así, tan lejanos, erráticos los saberes, tan dispares y tan desconocidos? ¿Por qué miramos a la otra gente como si fuesen habitantes de otras galaxias? ¿Por qué son tan distintas y no hay pasarelas mientras los hombres no se lookean y no hay metrosexuales, ni metros, ni aires sexuales?
Es una tierra de picardía en sus dichos y de ingenuidad en sus haceres. He oído discos tobas que si Peter Gabriel los escuchara los convertiría en world music y en famosos. La belleza de sus morochas es proverbial pues no proviene de la producción: está en ellas, en sus líneas humanas que dejan ver alguna cintura excedida. En sus pinturas rústicas, sus colores selváticos, su candidez que está fuera del áurea de moda alguna.
Hay un riacho —Pykysyry— que conduce a la isla de Oro donde dicen que el ejército paraguayo, en retirada por la masacre de la Triple Alianza, enterró allí una fortuna. El islote está lleno de pozos y las monedas no aparecen. Por el sureste conviven correntinos junto a polacos. Por el este, alemanes con suizos y más al oeste, en tierras wichis, sirios libaneses con españoles. Todos saludan al paso de una canoa. La misma que condujo a Lucio V. Mansilla a ensoñorarse por estas tierras y sugerir el nombre de Punta Hermosa. Recién en 1955 se declaró a la provincia perteneciente a la Argentina. Un territorio salado y dulce, acuoso y reseco, cuyos durmientes o postes se multiplican por las vías transitables del país.
Al llegar a mi Rosario, atribulado de imágenes descubro que a la nomenclatura blanquiazul de la calle Presidente Roca, proverbial asesino de aborígenes, le han pintado prolijamente el nombre de Pocho Lepratti, el Angel de la Bicicleta que cayera por las balas policiales en el 2001 defendiendo su comedor infantil. ¿Cuántos formoseños habrán caído en las misiones, en las guerras de conquista, en los obrajes?
Habría, creo, que tapiar de anónimos nombres las denominaciones de sus calles, del país entero. Formosa, la “fermosa”, con su condescendencia de deidad selvática y su mansedumbre, lo habría de permitir.
También que se declare a Las Lomitas, donde pisó aquella lacra de ex presidente con apellido de anagrama maldito, jurisdicción del Mal.
Fuente Revista Zoom

Un chiste del destino por Adrián Abonizio

HOMENAJE A FONTANARROSA. AL NEGRO LO VENÍAN VELANDO DESDE HACÍA MUCHO Y ÉL ASISTÍA A ESOS VELORIOS ANTICIPATORIOS, ESTIMO, CON GENEROSIDAD Y SENTIDO DEL HUMOR.
Su empuje es legendario ya y su previsión ante lo que lo aguardaba digna de un gigante. A Landriscina en uno de los múltiples homenajes el inconsciente le jugó una mala pasada: se deshizo en elogios sobre su figura allí -presente- y culminó con un chiste sobre muertos.La costumbre argentina de llorar sobre el artista caído hizo que se apilaran estos encuentros. No desmerece el fervor por el Negro: solo llama la atención y macabriza la escena de despedida que nadie se quiso perder. Hasta tuvo la gentileza última de facilitar la nota póstuma: morirse a una hora razonable para que los diarios de mañana puedan narrar su adiós. Vendrán ahora los Mendietas angélicos y los Inodoros del más allá; el bronce, los nombres a algunas arterias del país, la biografía y su cara en todas las remeras. Yo no tengo palabras y eso que como tantos sabía el final de este chiste del destino.Yo no puedo escribir más que esto: tuve la fortuna de que una noche lejana, allá en el viejo Cairo de mesas blancas y sillas violetas espeluznantes, haberlo hecho reír con mi pedestre ingenio. A él, justamente a él. Y que recitara mis versos en un disco de Central, justamente él, el mismísimo dueño de las palabras exactas que uno nunca tiene.Confieso en verdad que me alargó la vida como ocurre con los magos: te tocan de una vez y para siempre abriéndote las puertas más oscuras de las cavernas que uno visita en su horizonte de palotes que pretenden ser cuentos y gags nunca bien resueltos. Me reconcilió conmigo, me hizo ver lo absurdo y tierno de lo humano. Hizo que dejara de tomarme tan en serio.No estoy triste, estoy sorprendido de que se haya ido. Creí que era inmortal, que alguien que dio, da y dará tanta felicidad es imposible que se termine. No lo creo, por más obituarios que lea o estatuas que se descubran. No lo creo y estoy en mi derecho de inventar la ficción que más me guste: el Negro lo entendería.
Fuente: Diario "Rosario 12"
Más información: www.pagina12.com.ar

Reflexiones: Elogio de la estupidez

Jueves, 23 de diciembre de 2004
Admiro a los que lucen inteligentes, opinan cosas brillantes y son perspicaces. Yo me siento torpe, al extremo de que mis pálpitos se pierden, pues son pálpitos de un distraído.

Admiro a los que creen en un dios, cuando los horrores de la condición humana alcanzarían para desconfiar de su mediación divina y de su "a imagen y semejanza". Los envidio sinceramente y con fervor; mi estupidez es tal que deposito mi pasión en mirar pasiones ajenas.

Admiro a los que son limpios de espíritu, a la gente que muestra sus sentimientos sin reparos, porque en ello reside su fortaleza. Yo esquivo exponerlos por miedo, creyendo que lo hago por delicadeza.

Admiro a los honestos de bolsillo y de alma: yo soy un fluctuante entre el ser y el parecer y a menudo he propiciado pequeños hurtos con el atenuante que el mundo me debe algo por tratarme de tan injustamente.

Admiro a los que descubren en los catálogos cómo funcionan los aparatos domésticos; a los que recuerdan los nombres de cada actor, cada película, cada libro; a los entendidos en tópicos inasibles como circuitos eléctricos o mecánicas de objetos necesarios. Mi ciencia sólo sabe de dispersión y desmemoria: cuento estrellas y las clasifico por color hasta que me quedo dormido.

Admiro a los prósperos que se han labrado un porvenir mercando con necesidades ajenas como la salud, la comida o el sexo. Debo ser un estúpido que no podría dormir tranquilo sabiendo que lo que tengo lo necesitan otros y sólo pagando evitarían sus hambres distintas.

Admiro a los que saben seducir. En la mayoría de los casos las mujeres a las que accedo terminan contrariadas con mi cortejo y aceptan más por aburrimiento que por deseo.

Admiro a los náuticos, a los marinos de verdad que conocen la lucha brava contra los elementos. Yo sólo soy un estúpido que sabe mucho de literatura de oleaje pero de seguro vomitaría en cubierta ante un leve azote del pampero. Además cree que bajo la superficie hay algo monstruoso que acecha y me está esperando desde siempre.

Admiro a los que logran salir indemnes de las mentiras; psicópatas domésticos e imperturbables, triunfantes de oratoria sensual. Yo soy un estúpido que cree que las palabras tienen vida propia y que su mal uso las envenena. Soy de los que tartamudean con cualquier sanata inofensiva.

Admiro a los que cuentan chistes con gracia y se constituyen en el alma de las fiestas. En ellas suelo elegir un rincón y se me pegan chifladas, solitarios o poseídos indefectiblemente.

Admiro a los ambientalistas que protegen el aire, la tierra, el agua o que salvan especies enteras del exterminio. Soy un estúpido que aún hoy tira los papeles en el piso y al ver a un animal no deja de pensar cómo sabrá su carne a la parrilla.

Admiro a los diseñadores, a quienes saben combinar pigmentos y ropa: yo no puedo ponerme una camisa y un pantalón sin parecerme a Piñón Fijo.

Admiro a quienes disfrutan con el baile y se los ve ligeros, libres en serio. Yo soy un estúpido fóbico y anorgásmico para las cuestiones de la danza; uno de esos que sueñan con lanzarse a las pistas y volar dentro de sus zapatos, pero éstos están rellenos de plomo y toda la gente no hace más que fijarse en nosotros, esperando que caigamos en ridículo.

Admiro a los felices sin testigos ni sombras de acechanzas: soy como ha dicho otro, un paranoico al revés que teme que la gente busque hacerlo feliz. Admiro a quienes tienen paciencia con los niños y los entienden: soy un estúpido sin talento para el hecho. Son para mí unas presencias animales insondables como las criaturas que viven en el fondo de los mares.

Admiro al que cree en el más allá. Yo no dejo de pensar que es un placebo redentor que nos hace conformistas, pero amortigua los dolores. Debo ser un estúpido que solo compra cosas nuevas, nunca usadas. Admiro a los vencidos que lucen estoicos, a los héroes que no están en el bronce, a los luchadores sociales con el corazón intacto. Yo sólo soy un pobre estúpido que desconfía, aun de las causas justas.

Admiro a los elegantes y a los nocturnos, a los revolucionarios y a los audaces, a los agnósticos y a los ilógicos, a los libertos y a los libertinos. A los jóvenes amables, a las mujeres prácticas, a los viejos expertos. A los argonautas y a los astronautas, a los pacifistas y a los paisajistas, a los perdedores y a los emprendedores, a los exóticos y a los exagerados.

Admiro a todos ellos y a muchos más. Todo lo ajeno me deslumbra y me parece rotundo. Yo sólo soy uno que no entiende de nada y deduce que el mundo ha de ser por siempre ancho y ajeno. Un estúpido al que sólo le interesa cómo se combinan las palabras.
Autor: Adrián Abonizio

Letra de : La Vitrina de Adrián Abonizio

LA VITRINA

No me importa el qué dirán,
ni si mañana es mejor,
no soy la bonita flor
perfumada y obediente.
Si debo apretar los dientes
y arremangarme la ropa,
un ancho es el as de copas
y a cualquier carta me apego
y al varón le sigo el juego
poniendo cara de sota.

No presumo de exquisita,
el lujo me importa un corno,
mujeres que son de adorno
se caen de la vitrina.
Soy morocha y argentina,
ni posmoderna, ni nada,
no sonrío a la carnada
ni acato la voz del amo,
yo no como de la mano
y más si es mano enguantada.

Me enamoro porque sí
sin preguntarme la causa,
el corazón es la balsa
que siempre va a la deriva.
Cuando me piden que escriba
sobre el juego glamoroso,
la casita o el reposo
y el nido de enamorados
yo contesto que a mi estado
no le conviene un esposo.

Aguante los vendavales
del criollo más macanero,
bacanales de soltero
con aires de nuevo rico,
puro jarabe de pico,
entre cuervo y golondrina,
soy morocha y argentina
y el brillo me importa un corno,
mujeres que son de adorno
se caen de la vitrina.

Me enamoro porque sí
sin preguntarme la causa,
el corazón es la balsa
que siempre va a la deriva.
Cuando me piden que escriba
sobre el juego glamoroso,
la casita o el reposo
y el nido de enamorados
yo contesto que a mi estado
no le conviene un esposo.

Puro jarabe de pico,
entre cuervo y golondrina,
soy morocha y argentina
y el brillo me importa un corno,
mujeres que son de adorno
se caen de la vitrina.

Foto Abonizio en El Altillo


Foto Interior CD Todo es humo de Abonizio


Recital de la Trova Rosarina en La Florida

Lalo de los Santos , Rubén Goldín, Jorge Fandermole y Adrián Abonizio

Disculpe la molestia por Adrián Abonizio

Viernes 03 de diciembre de 2004.
Ya no sé qué siento realmente. Mi cabeza me pide condescendencia y armonía, pero un fragmento de ella me contraría, empeñada en mantenerme de malhumor. Con mi tendencia bien argentina de erradicar los males de forma impropia, les echo la culpa a los demás; al verano en ciernes, a la cercanía de las fiestas y, tal vez, al campeonato adverso de una divisa que sienta sus reales por el parque de la Independencia. Aduzco un cansancio acumulado, el abandono de la plaza de buscador de encuentros amorosos y de una edad más que adulta con su consiguiente menopausia varonil. Antes, y no hace mucho, me molestaba por ejemplo la invasión de propaganda yanqui, ahora lo que me disgusta es que sus productos sean tan caros. Antes me ofuscaba el ocultamiento de la verdad, ahora me preocupa cuando una amante no sabe mantener el secreto de su condición. Antes me contrariaban los lejanos disparos de una guerra, ahora me pone nervioso el silbato del cuidador nocturno o el estúpido carrillón del vendedor de helados. Antes me enloquecía no poder establecer una comunicación telefónica, ahora las indicaciones interminables de una voz grabada. Antes el libre albedrío que debía reinar en una casa, ahora las miguitas en la cama, el olor del sanitario o un mate mal cebado.

He pasado de una molestia universal, poética y humanitaria a otra de cabotaje, pequeña, mísera, caprichosa. Es mi nueva condición y lo admito. Hay menos selvas pero más desiertos. Menos golpes de Estado pero más Estados forjados a los golpes. Menos fábricas pero más humo. Menos petróleo pero más automóviles. Más democracia pero menos ideas. Poco ha cambiado, no obstante. La gente se asesina por un plato de fideos, un color, una divisa o una mujer. Y el mundo sigue andando, sólo que ahora, en mi territorio de nuevo varón adulto, sencillamente me electrizan las minucias que yo antes reservaba a los otros, a los tontos, a los llanos, a los chatos.

Mi malestar se compone de fobias puras, de dolores agudos en el alma de las cosas y los objetos; una superstición sobre la malignidad del destino que vive haciendo lo imposible para que no me sienta pleno. Y para muestra un resumen de incomodidades: los vendedores que te atienden como si te hicieran un favor enorme; las confesiones ruidosas en los bares y con celulares; los autos en doble fila o los que pasan atronando marcha o cumbia; los artistas callejeros sin talento, los enfermos de optimismo, los pibes en los cybers, los graffitis idiotas, los taxistas que se creen filósofos y las modelos que se creen actrices. Los festejos del Día del Amigo, las reuniones de ex alumnos y los clubes de enólogos. Los ascensores pequeños, los relatores deportivos y los bares mugrientos. Los que rechinan los dientes en busca de una basurita, las biromes secas y la demora de los remises a domicilio. La gente que habla del tiempo, los que silban una melodía interminable y desafinada, los choferes que te abruman con la mecánica de sus cascajos, las canciones parroquiales que emanan de algún antro religioso, los conductores de programas infantiles, la Operación Triunfo, los que dejan ladrar a sus mascotas durante horas, los galanes bronceados. Y así, un sinfín de pequeñeces que me hacen la vida difícil.

Ya no sé lo que siento en mi nueva piel. Antes era veloz y despectivo con estos avatares; los eludía con elegancia juvenil, ahora me atropellan. Esta mañana, por ejemplo, muy temprano en la pantalla de mi tevé apareció un funcionario cortando una cinta inaugural de algo; luego un cantante me aulló acerca de una verdad reveladora y una propaganda de manteca me instaba a creer que gracias a un pote redondo la familia estaría más cerca del amor. Luego, quise salir y no encontré las llaves, ni el paraguas, ni mi diente postizo. Vivo contrariado, confuso, ofuscado y a años luz de lo que fui y presentía para mi futuro.

Debo estar mutando, envejeciendo, enloqueciendo, asistiendo al magro espectáculo de haberme convertido en un ser normal. Qué lejos estoy de aquel que vivía en una burbuja sin odio, navegando en el cielo de las utopías. A salvo de elecciones presidenciales conformistas, falsas revoluciones y besos de ensueño. Promesas de redención, de una patria justa y soberana, un paraíso en la tierra y la cercanía de un dios piadoso y gentil.

Sin embargo, no estoy emplazado por mis acreedores, ni hay una picota sobre mi cabeza, ni tengo cita en Tribunales. En ciertas noches, luego de un día de calor como para abatir búfalos, me siento en los reinados del patio a merced del alucinógeno destilado en alambiques propios que llevo instalados en mi cerebro y me dejo arrastrar por abstracciones de epifanía. Mi equipo sale campeón del mundo, humillo y echo a un volcán a los dictadores y aquellas mujeres que me fueron negadas se ahogan en el mar o escriben sagas con mi nombre. Ningún vecino cuida sus bienes en exceso, los medicamentos son gratuitos, no hay llaves en las puertas. La basura no sirve como alimento, las clases son una fiesta en los colegios, las prostitutas se emplean como guías turísticas. El fútbol sólo se propaga en domingo, las islas no se incendian y los amigos nunca mueren. Nadie rubrica un acuerdo con papeles, los jubilados dictan cátedra de vida, los ladrones donan sangre todos los días. Y ya no preciso de la comida, del sexo como cucarda o de la gloria como pendón. Les pido a todos disculpas por la molestia, por el enjambre contradictorio y tal vez ilusorio, por el palabrerío de este insomne descarriado que, pese a todo, sabe que es feliz.

Funcionarios de carrera por Adrián Abonizio

Jueves, 09 de diciembre de 2004
Vienen por lo general bien paridos al mundo. Prolijos de antemano, en la sala de partos adoptan una postura eficiente; apenas si lloran. Salen en las primeras fotos muy seriecitos. Sus juguetes son inmaculados y sus deposiciones certeras. En el colegio rehacen los palotes con una insistencia inquietante y pocas veces juegan en los recreos. Prefieren la sombra alada de una maestra reparadora que los cobija o la charla con algún colega que comparte sus aficiones sobre el largo de los lápices y los zapatos lustrados. Algunos compartieron los claustros conmigo. Fue imposible ser amigo de ellos: uno temía mancharlos con el aliento. Eran soberanos levemente despectivos que levantaban la mano cuando nadie lo hacía y ponían una muralla de cartucheras entre sus trabajos y la mirada de los demás. No eran malos bichos, sólo eran indiferentes y de corazón frío. Eso los convertía en blanco de las maldades infantiles, pero las repelían con una cuota de suficiencia y mucha filosofía del que se sabe superior. Yo usaba a uno de ellos para pararlo junto al poste en los centros cuando irremediablemente tenían que salir de su cubil prolijo para la clase de gimnasia: eran grandes reboteros y soportaban con estoicismo los pelotazos que los rivales hacían caer sobre nuestra valla. Servían para eso: para tapar chutazos y desviar todo lo que se les tiraba sobre sus humanidades.

Luego, en la vida de la jungla habrían de operar igual, tirando todo afuera, lejos del juego verdadero, pero importantes a la hora de ser frontones. Se convirtieron, así, en funcionarios de carrera. Desarrollaron una supervivencia en el arte del disimulo, el orden, la diplomacia, las breves frases, los aforismos y los libros de historia. Comenzaron recomendados para sentar sus feudos en algún laberinto estatal y allí prosiguieron hasta alcanzar otras alturas. Les agregaron alas a sus cuerpos hinchados y con proposición animal fueron especializándose en escaladas y ascensos, sin temer a las alturas ni a las cabezas que iban dejando caer al abismo. Jamás fue notorio que derramaran sangre, por eso sus triunfos fueron más imperceptibles y parecían no dejar víctimas en el camino. Ya crecidos se unen a una dama congelada que les da una piara estable de crías y comida a punto. Se aburren y no lo saben. Procrean por generación espontánea, pocas veces dudan sobre la maldita condición humana o la alegría vertiginosa del absurdo y del amor. Leen revistas de diseño industrial, de oratoria y de crónicas de viajes. Coleccionan habanos o mates de plata. Algunos adoptan creencias religiosas porque deducen que deben tenerlas y mascotas para que les cuiden el pórtico de sus casas. No dan propina ni estimulan a nadie ni sueñan utopías. El mundo ya está hecho: ¿para que preguntarse si está bien o mal? Cada uno sabe, se repiten con su filosofía sin tropiezos. Son dialoguistas sin encono y solo evitan la rabia para procurar llevar el agua para los molinos que administran. Siempre a metros de la cocina de los menjunjes decisivos, siempre en la antesala, siempre funcionarios, siempre fusibles. Nadie los recordará ni evocará por ellos frases emotivas. Son chanchitos prácticos y de voracidad controlada. Y paradójicamente, son incapaces de arrastrar una moneda ajena a sus bolsillos. Son útiles, como los útiles del colegio, como las carpetas, los mapas o las gomas: una vez que cumplen su ciclo, sencillamente se los tira al cesto. Ignoran la agonía de no saberse nada, administran sus magros talentos como un tesoro, prendidos a la teta materna del Estado o un jefe, mamando la leche de un sueldo seguro, una casita de fin de semana y un entierro sin gastos. Se harían matar por el amo si fuera necesario, pero nunca por la patria. Una vez me encontré con uno cara a cara y créanme que parecen cartilaginosos y da un poco de vértigo tenerlos cerca. Parecen no transpirar, parecen no respirar, parecen algo que no es ni vegetal ni mineral siquiera. Son algo, otra cosa inclasificable y poderosa en su condición de fantasmas rellenos con unos kilos de carne humana. El que vi ostentaba corbata de punto piqué, uñas esmeriladas, todos los dientes sanísimos y una enorme lapicera que blandía para dar explicaciones.

Me impresionó la ausencia de rubor en sus mejillas y el aspecto mortuorio de sus ojos. No eran tristes, ni apenados: estaban fallecidos bajo la mortaja de sus anteojos perfectos y una luz monacal descendía desde la ventana trasera hasta sus espaldas. Yo estaba allí, frente a él, a su merced y necesitaba de su aprobación para salvarme de un entuerto financiero. ¿Sobornarlo? ¿Conmoverlo? ¿Apelar a nuestro pasado común? Porque él, el funcionario de carrera, había sido compañero de claustros y según deduje, había borrado todo su pasado como si nunca hubiese existido y con él mi cara, las mañanas en el colegio, su puesto junto al poste, aguantando pelotazos. Me retiré como había venido, sumido en promesas que nunca se habrían de cumplir, admirado por su lógica de hacer el mal, creyendo que se hace el bien.