Letra de: La Negrita de Morón de Adrián Abonizio

Cuando se baña no se destiñe
La negrita de Morón,
Usa el pañuelo al día
Y de noche el corazón
Tiene las alitas negras
Y brilla en la oscuridad
Es buena en cuestión de amores
Y hermana en la soledad
Cuando la tocan la animas
No siente ningún temor
La negrita de Morón
Porque ella nació de noche
Alimentada a carbón
Es una piedra preciosa
Que sirve de talismán
Fabrica rayos que curan
La yerba seca del mal
Si alguna vez en las rutas
Te cruzas con su querer
Te aletearán en el alma
Murciélago de oro y miel.

Autor: Adrián Abonizio

Reflexiones: Hojas de paradojas

Jueves, 17 de marzo de 2005
Hojas de paradojas
Adrián Abonizio
El tipo construye canchas de tenis. Apisona los cascotes molidos, marca los límites, observa los desniveles del terreno. Sus ancestros edificaron terrazas imperiales allá en el Cuzco; él plancha la tierra hasta dejarla lisita. En sus uñas hay un depósito terroso y colorado que vive quieto desde siempre. Hace esta labor de jovencito y lo hará hasta su muerte: nunca jugó ni jugará al tenis.

Las salinas son un espejo envenenado. El sol allí se agranda y enceguece las córneas; la luna parece enfriar el sopor de ese doble fuego multiplicado. Trabajar allí es fatigoso y mal pago. Tanto que a veces falta la sal en sus mesas y se abstienen del condimento. Encuentran caracoles de cuando este piso de sal era mar. Caminan en el océano invisible y suelen ahogarse no por el agua, sino por la falta de ella.

El tipo trabaja en pompas fúnebres y ha ido construyendo un futuro trabajando para el pasado. Sus cimientos son el escombro de las vidas y el los mezcla con pasión artesanal; tanto que parece un gusto estar fallecido entre sus manos. Los cambios climáticos lo ponen de buen humor: habrá más ancianos dispuestos a partir y más niños en desventaja. Es una buena persona, pero vive la vida pensando en la muerte.

Matices de un mundo de sobrevivientes que van pisando sus sombras y tal vez no vean que la alocada brújula de las paradojas los ha llevado a ser centro de un absurdo. La sombra de una sombra. Agua en el agua y contrafuego en el incendio. Cristo, hijo de un carpintero, terminó su vida clavado sobre un madero. Ernesto Guevara fue declarado no apto para el servicio militar. Y a Da Vinci le auguraron un mal futuro como dibujante. El fuego es una rápida oxidación y la oxidación es una combustión gradual. Un escándalo que da notoriedad es una caída para arriba y el beso de la mafia sella la suerte de la víctima. Hay gente bonita con el alma descompuesta y horripilantes capaces de un acto poético tan sublime como anónimo. Me encanta esto de insistir buscando lo inverosímil que no sobresale, enquistado en las costumbres. En muchísimas terminales de este país, sitio simbólico del Viaje y el Tiempo, sus relojes o funcionan mal o brillan por su ausencia. Hay pescadores alérgicos a lo que sacan en sus redes y prostitutas que desconocen el orgasmo. Llaman "madre" a las superioras de los internados o congregaciones, justo allí donde la maternidad ha sido proscripta. Un pediatra atiende, amonesta y aconseja a los padres primerizos, pero no tiene hijos. En Auschwitz había un cartel a la entrada que rezaba: el trabajo os hará libres. Los religiosos trabajan de ello: obedecen y hacen obedecer un mandato que han obtenido cual franquicia comercial. Dicen recibir órdenes de un jefe que nunca verán. Dicen dialogar con él en el colmo de la paradoja: un enunciado que otorga jerarquía y poder a la invisibilidad. Hablan por Uno que nadie ha visto y sin embargo alegan ser sus ojos y sus oídos. El ginecólogo que trabaja donde otros se divierten; el cómico que vive amargado cuando está bajo el escenario, el meteorólogo que no lava su auto a pesar que ha pronosticado sol, la chica que limpia casas y que en el fin de semana se dedica a limpiar la suya como tarea lúdica, el boxeador al que le asusta ver sangre, todas son ramitas paradojales en el árbol de los malentendidos, en la enredadera surrealista que está en nuestras vidas asombrándonos, regalándonos una dimensión de asombro. Finalmente está la gente como este oscuro escriba, que escribe leyendo párrafos ajenos de buena pluma; lo que se dice palabra sobre palabra; componer en caliente, robar sin delatarse demasiado. Puede ser una hoja de paradojas si se lo mira magnánimamente, mas creo que es llanamente, hay que decirlo, envidia. Y de la hay que deducir en su favor que encierra una buena acción también: sirve para despertar la luz del movimiento en almas dormidas a pesar de ser un sentimiento mal nacido y en las sombras. Les dejo la última con respecto a los políticos: la gente pidió el "que se vayan todos" y de a uno están regresando. Constituye una mínima paradoja y una gran vergüenza.

Reflexiones: Grandes misterios del Mundo adulto

Jueves, 10 de marzo de 2005
A quién le importan los pequeños misterios? ¿Quién se interesa por los enigmas devaluados? ¿Qué tienen de atractivo hoy la maldición de Tutankamón, el Triángulo de las Bermudas o la vida sexual del Yeti? Pavadas de la historia. Nomenclatura barata de mitos sin estirpe. Relatos de náufragos aburridos en bibliotecas con aromas a orines de roedores y papeles amarillentos. Ya se sabe hasta cómo pateó Cristo su primer penal, quién fue el arquero y si tomó carrera. Misterios quedan pocos y encima irrumpen en casa desde una pantalla.

Los míos son difíciles de sobrellevar en la adultez sin exponerlos al escarnio de la burla. Aquí empiezo: los jugadores en las canchas se ven chiquitos como hormigas, no obstante los relatores los reconocen en milésimas a pesar que nunca antes los habían visto. ¿Cómo diablos hacen? Los religiosos que aparecen en la medianoche seguramente grabarán sus programas todos en un mismo día; luego, al verse, ¿no les dará impresión esa ristra fatigosa de máximas y pasajes bíblicos? Yo aún me quedo absorto deduciendo por dónde entran los bichitos que yacen momificados dentro de los globos de luz. O que nunca sorprenda a los que escriben los graffitis. No poder comprobar la efectividad de esas botellas dispuestas en las veredas para que los pichichos no orinen. Ignorar si algunos policías ya nacieron con esa pinta de guardianes o el trajín los fue torneando. No encontrar el porqué de las curanderas cuando el empacho hace que la cinta métrica cada vez se acorte más. El misterio de algún artefacto que en la caja se veía esplendoroso y una vez abierto imposible de armar. Desconocer qué mecanismo mágico crece dentro del pabellón del oído de algunos mecánicos para que determinen que achaques tiene el auto con solo oírlo ronronear. Uno se golpea y le crece un chichón, ¿es el hueso que se hincha?. Uno mira la ciudad y tiene un pensamiento extraño: ¿cuántas muertes, cuántos nacimientos y orgasmos simultáneos se estarán produciendo? ¿Habrá alguna máquina para comprobarlo? ¿Por qué parece que la gente buena se muere antes que la dañina? ¿Qué significa ese cartel que nos anuncia que estamos siendo filmados para nuestra seguridad? ¿Será para identificar mejor a los cadáveres en caso de un robo violento? ¿Por qué en las tragedias viales los accidentados pierden sus zapatos? ¿Habrá que entrar a la eternidad descalzos? Debemos ser serios y no pensar en abstracciones. Debemos silenciar al pibe que se pregunta cosas, porque por algo crecimos y nuestras conversaciones deben versar ahora sobre los motores diesel o la consabida frigidez femenina. Sería suicida entrar a un bolichón de extramuros con tauras y asesinos en donde uno, además de ser un extraño, empiece a cuestionarse estos tópicos y provocando a los señores con acertijos, pullas y pedorreos. ¿Le parece peligroso? Mucho más lo es ir tapiando los enigmas, sintiéndonos mayores sólo porque nos aburrimos como ostras. Lo insano no está en exponerlo en sitios inconvenientes, sino en esconderlos en lugares convenientes. Por eso, amigos, yo ando con mi candidez ilustrada siempre a mano. Alguna noche pretendí sacar a bailar a la musa de los misterios para develar bajo su máscara de rouge la verdad de las verdades, pero tras mis pisotones me invitó a que no entre más a una milonga donde acceden sólo los buenos bailarines. ¿No son esas obras de arte modernas similares a las que realizan sin saberlo los albañiles en los laterales de edificios reparando la gusanera de la humedad, o los chapistas torciendo el metal? Hay mujeres que al besarlas evocan el gusto a malvón en sus labios y a animal marino en su sexo, y hombres que huelen a las cebollas crudas en su axila y a bosques quemados en su aliento ¿No seremos naturaleza plena y no lo admitimos? ¿No será el misterio mucho más sencillo de lo que parece pero que no conviene explicar? Yo admiro muchas cosas como un chico: el políglota es para mí un poseído; el que derrama una estrategia de ajedrez con eficacia un médium, y un semidiós al que dibuja una carambola de billar un gol prodigioso. Debo ser un imbécil que quiere creer en magias. Un bicho exótico que no encaja en el manicomio. Soy capaz de ver bella a una mujer sin fortuna ni gracia por el sólo hecho de haberme mirado de alguna forma particular. Soy capaz de admirar el sonido sinfónico que despide un matricero trabajando en una pieza. Y no crean que finjo ser un sensible permanente, amigos. Todo esto lo mastico en silencio. No me creo nada, pero creo en todo. No soy nadie porque soy muchos. Veo cosas que son sagradas y gratuitas sin pagar entrada. Oigo el mar o el viento sin salir de playa ni internarme en los bosques. Aprendí a ser callado y a disimular. Es que muchos me han llamado idiota por esto o impostor o aficionado a los brebajes alucinógenos. Sepan disculparme la arrogancia pero prefiero ser un boludo alegre a un inteligente triste.
Adrián Abonizio

Dedicatoria Cualquier tren a ningún lado


El Puente por Adrián Abonizio


Recorte diario La Capital de Rosario
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Dedicatoria de Todo es Humo


Foto Abonizio

Interior de Cd Todo es Humo

Baglietto Abonizio

Foto interior del Cd Todo es Humo

Dedicatoria tapa cassette Los Años Felices


Dedicatoria Libre Aguafuertes


Abonizio, Fandermole y Goldín en recital Buenos Aires


Foto Abonizio

Interior de Cd Todo es Humo.

Dedicatoria del Libro Casa de Fieras

Fué a la salida del Auditorio Fundacíon, mucha gente se quería acercar, si bien no era la primera vez que me acercaba a él, siempre ocurre que uno se pone un poco nervioso, recuerdo que me preguntó a nombre de quién lo firmo, y lo de dije a nombre de Daniel y él con el bullicio puso Adamiel.

Letra de : Te dí, te dí , te dí de Adrián Abonizio

TE DÍ, TE DÍ, TE DÍ

Te dí, te dí,
No sé lo que te ti,
Un terremoto o un mar te dí,
Solo sé que al lado de vos,
Todos somos, más chicos que
Tu amor
Una porción, de feliz te dí, escrita por que sí,
Si una canción te abrió, ésta te abrirá,
Nunca será, más grande que tu amor
Hay un alma que te extraña
Hay un alma subterránea
Que es la tierra donde crece tu amor
Donde crece tu amor
No sé lo que te dí, luego escribí ésta canción
Te dí, te dí,
No sé lo que te ti,
Un terremoto o un mar te dí,
Si una canción te abrió, ésta te abrirá,
Nunca será, más grande que tu amor
Hay un alma que te extraña
Hay un alma subterránea
Que es la tierra donde crece tu amor
Donde crece tu amor
No sé lo que te dí, luego escribí ésta canción
Luego te dí
Si una canción te abrió, ésta te abrirá,
Nunca será, más grande que tu amor
Hay un alma
Hay un alma
Que es la tierra donde crece tu amor
Donde crece tu amor
No sé lo que te dí, pero escribí ésta canción
Luego te dí

Autor: Adrián Abonizio

Letra de : Echesortu de Adrián Abonizio

ECHESORTU

Heredé de mi padre, la cabeza optimista,
La galera del pobre, trucos de ilusionista,
Los dos fuimos ladrones, asesinos sin sueldo,
Él mató para comer yo robé amor ajeno

Heredé de mi padre, al actor fatalista,
Sabiendo que el Universo, es un cuento de risas,
Y una luna de invierno, y pescados volantes,
Alfabeto de un loco y de un niño gigante,
Liberado por la locura, sin cura y sin gobiernos,
Él sabe bien que el infierno lo lleva dentro uno mismo,
Canta como un alud o como un ataúd,
Éstas son las cosas que me alejan
Y esto solo a mí me interesa.

Heredé de mi padre, una cierta ternura,
La chuequera imposible y los días con luna,
Yo crecía con descuido, por eso nunca pensaba,
Que le haría una canción, si no le importaba nada,
Ferroviario de bares y con vales de caja,
Lo esperaba en la casa, la monotonía,
Pero ella intuía, que no queda salida, más que crecer,
Aunque demostrarlo, no podía bien.
Viejo idealista, larga prisa, te quemó la sonrisa,
Y el premio, de que tu hijo sea importante,
Vale más no engañarse, y esa es tú pregunta,
Y éste es mi homenaje, a tus dudas,
Pon las dudas a mis dudas,
Son las tuyas, sólo que vos lo guardas,
Y yo tengo la suerte de poderlo cantar.

Conoce tanto a la gente pero una vez a él también lo engañaron,
Éstas son las cosas que me acercan
Unidos por el mismo cansancio
Atrapado por la locura, sin curas y sin gobiernos,
Él sabe bien que el infierno, lo lleva dentro uno mismo,
Canta como un alud o como un ataúd,
Éstas son las cosas que me alejan y esto solo a mi me interesan
Éstas son las cosas que me acercan y esto solo a mi me interesan.


Autor: Adrián Abonizio

Letra de : La puerta

LA PUERTA

Cuando no puedas si quiera llamar,
Cuando se borre la línea del mar,
Cuando no puedas si quiera escribir,
Y no necesites falsear tu matiz,
Acordate de mí
Yo ya pasé por un trance peor,
Se borra la tierra y el cielo es peor,
Cuando te compren solo por monedas,
Y tú enredadera se cubra de hollín,
Acordate de mí

No persigas, no persignes,
No permitas, ni prohibas,
No permutes la partida,
No te partas ni me pidas,
Que me fije solo en dolor,
Si repasar el libro que dice...

Cuando no puedas si quiera llamar
Un espejismo pudo ser tu mal,
Alimentando, un títere en vos
Con la comida del envenenador, ahora vomítalo

.
No persigas, no persignes,
No permitas, ni prohibas,
No permutes la partida,
No te partas ni me pidas,
Que me fije solo en dolor,
Si repasar el libro que dice...

Autor: Adrián Abonizio

Anecdotario Nº 4 : Ningún tren a ningún lado

Los trenes visitan siempre las mismas estaciones y conocen hasta el cansancio que harán con sus vidas de fierro y en cuna de yuyos, durmientes y señales impálidas habran de culminar su periplo.

Nosotros preferimos cualquier tren a ningún lado, porque es mejor partir sin saber adonde a esperar por el viaje predecible que termina oxidando todo lo que toca: rieles, campo, cielo, corazón.


Adrían Abonizio


(interior CD Ningún tren a ningún lado) con Sergio Sanz


Anecdotario Nº 3: Cuando escribí Mirta

Trabajaba en una pujante, hoy una extina, empresa de transporte.
Tenía turno nocturno y escondía una guitarra en mi casillero. Allí era considerado por mis patrones como un boludo, porque sabían que "andaba en la música" y porque además, tenía el desparpajo de usar lentes oscuros mientras cobraba en la caja.
Volví temprano y el tema me salío como un chorro, en el living de mis viejos.

Tenía la casa en venta y mientras era mostrada a una pareja, yo, con una pierna frenaba el ingreso de los posibles compradores, hasta tanto poder terminar el tema. El Mundial 78 estaba cerca.

Escrito en el cuerpo por Adrián Abonizio

Jueves, 18 de noviembre de 2004
El buen escritor no se distingue de cualquier humano. No tiene cuernos dorados, no es luminoso, ni ostenta una corona radiante. Es muy parecido a un cualquiera. En eso reside su poder: la invisibilidad, el don de pasar desapercibido. Está tomando café y sonríe ante el logo del Congreso de la Lengua. "Hay un millón de pibes analfabetos en Argentina que si ven esto confundirían a esta e minúscula con un muñequito". Luego habla como si estuviese solo.

"Escribir es un privilegio y una maldición. Es una espada que está hambrienta de nuestro cuerpo y que siempre cae parada de punta sobre la tierra mientras nosotros yacemos debajo. Escribir cansa y a la vez alarga la vida. Nos llena de protagonismo en un mundo de abanicos intermitentes, candilejas mustias y adioses sagrados. Es el protagónico de la soledad: solos en la duermevela, solos en la madrugada, solos en la altura o bajo la garúa o la nieve. Escribir conduce la electricidad y el rayo; apaga las tormentas de arena con reflejos de otro viento que la amaina. Amansa las fieras y las reaviva, surgidas de un fuego fatuo que provocamos al infringir la ley primera: no hay que mover de sus casillas secretas a los fantasmas. Escribir angustia, exalta y diagnostica, enferma, salva y ahoga. Perfuma, aburre y mata. Perfora y tapa. Ahuyenta y atrae, enloquece y cura. Escribir es como mirar la noche sin testigos, como dormir en el campo, o alumbrar un pozo de animales peligrosos o hacer ruido en medio de una casona repleta de asesinos durmiendo. El escritor quiere pasar desapercibido pero no puede: sus letras lo apabullan y hacen el ruido que el no quiere oír. El escritor ha traído hijos al mundo y debe luego alimentarlos. Por eso es que los escritores son padres a la fuerza para comprobar en carne la verdadera simiente y no la abstracta, la de las oraciones que reclaman con más fuerza el fin de su orfandad. Hay escritores que no son valientes y se caen, podridos del árbol. No hace falta escribir denuncias para serlo. La valentía es algo horizontal, imperceptible no vertical y llamativa. Cada uno sabe donde le empieza a picar la cobardía. Un buen escritor se da cuenta de todo eso, sólo que debe disimular para no enloquecer o hacerse matar en extramuros. Hay escritores que no son valientes y simulan serlo. Hay otros que son en exceso y nadie lo sabe, ni ellos mismos. Pena sobre pena hace la vida lastimarse. Alegría sobre alegría hace que uno viva sonriendo y se agobien las comisuras. El buen escritor no quiere ni una cosa ni otra: quiere todo, todo junto y mezclado. El sabe que cuando está cerca de algo y luego se aleja y luego vuelve a acercarse si ha desarrollado la capacidad de caza a la espera sobrevivirá. A pesar del insomnio. El impaciente es devorado por la luz del amanecer y tal vez con él se mueran un rosario de buenas intenciones. El escritor es un silencioso pescador enamorado del sedal o del pez: debe contar con una paciencia infinita para hilar o matar. Solo él atrapará ese animal, solo él lo matará, solo él lo podrá dar a comer a sus vecinos si así lo quisiera".

No lo puedo seguir, se lo digo. Hace un gesto leve de fastidio y sigue: "El buen escritor anda en un territorio de sombra con encrucijadas en los caminos. Letreros de chapa que conducen a posadas funestas o a hoteles de diez pesos, caminos sin salida, pantanos, gramíneas que esconden espantapájaros o mochuelos fúnebres o mozas de bosque de novelas dispuestas a compartir manjares. El escritor cuando es benévolo muchas veces deja inconclusa una frase por socorrer a alguien. Luego se arrepiente. El buen escritor cuando es egoísta puede dejar morir a su mejor amigo que no dejará la presa. Luego, el remordimiento se amengua con una tapa fragante y de reciente edición. ¿Cómo distinguir uno del que no lo es? Pregunta incómoda. Solo puedo decir que los escritores sudan otro olor, que están acá tomando café con nosotros pero no lo están. No fingen de distracción, son la distracción misma. Son el empeño, el coraje, la traición, la locura y la fe enorme de caminar en las nubes cuando abajo apenas si se llega a pagar los impuestos. ¿Son los escritores llamados para algo? Habitualmente nadie los convoca, ni los redime, ni los calma. Los ignoran, los estafan, los ocultan. A veces ocurre que un buen escritor logra la anticipación con la gente y esa gente lo elige como a un gobernante. A veces es la misma gente que ruega bajito que se muera para poder llorarlo. O que se exilie para entenderlo. El buen escritor debe conocer este juego maldito: te amo pero te odio, quiero tu destrucción y tu gloria. Debe cuidarse más que nada de sus lectores. Que no lo ablanden las alabanzas, ni las preguntas llamativas, ni las mujeres o los hombres hermosos: debe entender que son diablos aburridos que los quieren despistar. Un buen escritor sabe que no existe para nadie pero es eterno. No importa que pinten sus frases en los muros o que alguna oración suya sea recitada por gente impresentable. El escritor siempre debe estar en otro lado, pero armado. No es conveniente salir a la calle con tanto loberío. Tanta comadre. Tanto escritor de sobrecitos de azúcar dando vueltas. Ahora que está el Congreso de la Lengua el buen escritor debe aprovechar el momento: hay tanta gente culta ocupada en el evento que el buen escritor debe estar alerta para tratar de conquistar las mujeres de esos otros escritores con asistencia perfecta, salvo al lecho. Y si, por algún hechizo le otorgan un premio no está permitido rechazarlo ni criticarlo: solo cambiarlo por efectivo en alguna casa de empeño". Luego, como si yo saliera de la nada me consulta sobre el precio del café.

Fumando espero de Adrián Abonizio

Jueves, 17 de febrero de 2005
Los escapes de los autos hacen fumar a toda una ciudad. Los de los aviones al cielo. Las velas de los santuarios a las deidades. Tengo recuerdos de fumadores notables: sastres reflexivos barriendo sobre el paño cenizas involuntarias, apostadores de juego divertidísimos, madams perturbadoras, flacos anarquistas de corazones enormes. Todos rodeados de humo, oliendo a oficios de gente hermosa en un país posible. Estos son los recuerdos de mi vicio, abrevados en la historia y en la poética. Yo necesito fumar para pensar. Y cuando pienso, resuelvo que debería dejar de fumar, pero al instante, cuando estoy pensando, tan encantado de mi pensar estoy, que prendo otro cigarrillo. Volví a hacerlo una tarde en que estaba pescando, en paz con Natura y me sentía tan saludable que lo festejé encendiendo una brasa. Así de paradojal es la vida del fumador. Han instalado en mi un placebo para sufrir menos, una artificialidad sensorial, una droga fácil, un espíritu viajero y sensual, un modelo de universo insatisfecho solo reparable en la plenitud del humo. Al menos así lo creemos, quienes, confiados y certeros, vamos al desastre pulmonar como quien accede a un podio con guirnaldas, besos en las mejillas y aplausos. Estamos condenados al éxito del fracaso: éxito pues no le dejaremos a la Parca que se abstenga de ejercer su oficio y fracaso porque en definitiva le allanamos el camino y pagando, además.

-¿Cómo? ¿Vos fumás? ¿Y tu hijo?, interrogan espantados.

- Bien, contesto; allí en su cuna, protegido de consejos. Estoy en el camino del tabaco. Una ruta serpenteante y brumosa con carteles donde asoman los Bogarts de impermeables y las Ritas Hayworth en el lecho, siempre con un faso entre los labios. Un James Dean sombrío y una Laureen Bacaall lloviznada y despectiva por el mundo imperfecto. Un sendero de luces nocturnas y diurnas a la vez; una verdadera arteria congestionada, valga la redundancia. Claro que empecé a fumar por debilidad y por hartazgo, para demostrar algo que no tenía: placer, equilibrio, armonía, esperanzas, futuro.

Fumar era lo prohibido. Se fumaba porque sí, porque éramos nocturnos y no dormíamos, porque el sol era un enemigo y ejercíamos el arte impuro de ser jóvenes chimeneas y hacer deportes, mientras todo se deshacía en trabajos de esclavos y obligaciones morales que nunca cumpliríamos. Dicen que el tabaco atrae a otras drogas: nosotros no las conocíamos y éramos tan pobres que de haberlas seguramente nos la hubiéramos comido. Dicen que el tabaco engendra otros vicios; yo creo que es al revés: los vicios secretos e infames como son la hipocresía, el desamor, la violencia de las ideas medievales, son las que impulsan a hacer lo opuesto. Por aquello de la transgresión. Lo saben las companías tabacaleras que cuanto más adviertan sobre los males de sus productos, mucho más se querrá burlar la ley y el orden. Pero son disquisiciones que no me interesan. A mi lo que me importa es fumar. Cargando con mi paranoia criolla y errática, creo que muchos ven al fumador como a las brujas los inquisidores. Ejercen su horror preventivo por moralistas, por anorgásmicos, por cobardes, más que por cuidado del prójimo. No se lamentan por el aire viciado en pulmones ajenos sino por pánico a manchar de impurezas los suyos; defienden lo que saben es el bien propio con garras de buitres y ponen caras de asco ante el menor vientecito de tabaco.

Pero, amigos, en el fondo desconfío de tantas virtudes iluminadas y descubro al cuáquero que presiente al Demonio en cada sombra. Para darles un poco la razón considero que fumar es un placer y es un castigo. Que proferimos males y recibimos otros; que hacemos pagar al resto por el nuestro y que somos fumarolas de peste, ekekos insoportables y que con cada bocanada nos vamos tostando por dentro, cual un pequeño infierno anticipado. La gente fuma porque está sola a veces y otras para festejar la compañía. Fuman por odio y por amor. Se fuma para estar apacible y degustar un manjar inenarrable. Se fuma con rabia y se exhala odio. Se fuma para molestar y para marcar un territorio .Se fuma para pensar como yo, y terminar creyendo que el tabaco alberga propiedades filosóficas.

Voy a ser explícito: me gusta el sexo, me gusta tenerlo, salvo cuando me lo ofrecen como carnaza sobre el mármol. Me gusta el tabaco, su aroma, su emblema, no así cuando lo siento como una irreverencia. ¿Cómo entender esto? ¿Como diagnosticarlo? Se podría llamar "fumador responsable" a aquel que fuma sin molestar. Lo llamaría estilo. Pero, cavernarios e imprudentes como somos decidimos que todos se retuerzan tosiendo porque decidimos morirnos con gusto a humo en las papilas y el resto está obligado a compartirlo. Y ahora, apagando la última colilla reflexiono: ¿Son esas personas empeñadas en curarnos el vicio las mismas que harían campaña para legitimizar el uso y aprendizaje del preservativo? ¿Son las mismas que bregarían porque se sepa donde está situado el clítoris o que parte del glande resulta más placentera? ¿Son quienes aceptarían la prevención o la supresión de hijos no deseados? ¿Son quienes difunden la matanza de perros y las desforestaciones? ¿Son quienes advierten sobre los pecados de los clérigos, las tuberculosis por hambre, el oro en las estatuas sacras y los charcos podridos de los suburbios? ¿Serán los mismos que necesitan que no se fume, y tampoco se beba o se toque música o se haga el amor? Si me equivoco, mis disculpas. Si quieren polemizar conmigo, encantado. Los voy a esperar fumando.