Carnavales de la alegría


Reflexiones


No es verdad que los carnavales me ponen melancólico por lo que tuvieron de felices. No constituyen un pasado emblemático de alegrías pasadas ni fervor póstumo. No eran más que la vigilia de las armas en una semana de vértigo y novedad. Mi única melancolía fue comprender, en el amanecer de las cosas, que la pena verdadera estaba en el primer fracaso amoroso, la sordera de un país caníbal y que habría de caminar mucho y mal todo aquel no nacido en cuna de oro. En la escuela obligatoria y en la familia desarmada. La patria de la inocencia. La patria de las cosas mágicas. La patria del anochecer en que uno se dormía protegido por el retumbar de las comparsas que ensayaban en los barracones. Los carnavales no igualaban nada: mostraban lo que éramos.

Eran una droga poderosa: uno podía sangrar en una pelea que el Rey Momo lo curaba. A uno se le podía morir un tío que el carnaval lo amenguaba. O un padre hastiado molernos a patadas o mordernos un perro rabioso o caer por goleada que el carnaval todo lo sanaba. Ser chicos era una maldición de indiferencia. Lo único nuestro y poderoso era el juego de agua en la siesta, en que uno olvidaba masturbarse o mirar canal cinco, para salir a mojar chicas. Recuerdo que se evitaba gastar agua en las feas y ese estigma me duró hasta hoy: cuando puedo voy hacia una y le declaro un amor de paso como para redimirme. La impiedad y el sarcasmo, el erotismo, la victoria o derrota estaban en los carnavales. Algunos les ponían a las bombuchas piedritas o venenitos de paraíso para que doliera; otros pintura para que manchara y los más osados orina para que oliera. Yo despreciaba esas prácticas pero al tener una puntería endiablada, me solían contratar los más grandes como mercenario a cambio de fotos porno. Cuando me hastié del contrato vil (diez víctimas por una foto de la Sarli) escapé y allí, en el atardecer con olor de glicinas y el recio sudor que exhalaban los mayores que se habían estado corriendo con cubos de agua, descubrí la hilera de cantores que esperaban su oportunidad de inscribirse para trepar alguna noche al escenario. Cantaban cosas tremebundas, horrorosas, lúgubres, pero al ser carnaval la gente perdonaba esas letras mortuorias, esa vergüenza ajena mientras llovían serpentinas sobre sus cabezas engominadas de artistas y resonaban los compases fúnebres de sus vidas de tango.

Nada importaba, la gente era bestial pero feliz; los ignoraba o compadecía con aplausos, nada importaba y esos tipos habrían de ser prontamente olvidados en las postrimerías de una bacanal inocente y con luz de amanecer, sin sexo ni borracheras de cuchillos y en una claridad de patios mojados con la evocación de besos que no fueron. Mirábamos a esos cantores. Los veíamos pasar derrotados y pese a que veníamos de una carnicería y éramos curtidos soldados de línea, jamás se nos hubiera ocurrido burlarnos. ¡Ah esos cantores amateurs caminando la plaza del barrio cabizbajos, tomando agua de los bebederos porque no tenían ni para una gaseosa y regresaban a sus oscuros barrios metiéndose en la noche de los vencidos! ¡Ah, esos gorditos tímidos, esos flacos venosos, esos colorados refunfuñantes! Esa sí era una Señora Melancolía; era la derrota, la auténtica derrota de un pueblo. Lo comprendí después, cuando uno ya no vería jamás las cosas desde afuera. Una noche fuimos al desfile y pasaron mascaritas, marcianos con cabezas de engrudo, parsimoniosos carros con guirnaldas, triunfadoras gentiles de dientes blancos, reinas del disfraz perfecto, candomberos falsos con hollín en las caras, negros ficticios, todos seguros de sus vidas y el podio que los aguardaba. Entre la gente, cubierta su cabeza con una bolsa de nailon dura, andaba un tipo que besaba en la boca a los hombres. Aquello me sacudió, algo siniestro se estaba incubando bajo las farolas y yo lo había descubierto: era el margen, la pobreza, la miseria. Eran los cantores sin laureles, las feas a quien nadie mojaba ni sacaba a bailar, eran los mariquitas que debían esconder su cara.

Allí, en ese espacio perfumado, con estrellas simulando bombitas sentí que me alcanzó un rayo y me abrió una herida con la comprensión cabal de mi destino: jamás sería como los triunfadores, jamás me compraría un traje luminoso y jamás estaría del lado de los ganadores. Lo supe ahí, como supe también que escribiría para redimirlos. Eso marcó mi vida y signará mi muerte. Y la gente habla tontamente de los carnavales como con melancolía tenue, como la postal de un cielo perdido y maravilloso. Melancolía legítima en suma, pero no entienden la mía y es razonable: la gente en general elige a los ganadores, pero ignoran que la sombra que proyectan sobre ellos es de falso oropel, de un agua florida descompuesta y de un Rey Momo que se les está riendo en la cara desde siempre.

martes, 08 de febrero de 2005
Adrián Abonizio

NOTICIAS PARA FANS


Abonizio graba junto a Chula Vanegas y otros invitados el disco "Canción de cuna para murciélagos" a través del sello Atypica de Bs AS, su director Cristian Arce sacará además de este el postergado "Tangolpeando", cd de tango grabado en el mítico estudio Moebius donde grabara Almendra, una especie de Abbey Road criollo.Sobre los temas terminados Abonizio le agregó temas cortos, relatos bufos e irónicos, a ,odo de separador con musica de Martín Delgado del grupo San telmo Lounge actualmente en Europa.

Lo que el viento No se llevó




Recital en Vivo realizado en la ciudad de Rosario en el teatro Auditorio Fundación ,el sábado 20 de Agosto y 21 de Agosto creo que del año 1998, apesar de tener la entrada del mismo no figura el año del mismo.
Tocaron con lleno total Juan Carlos Baglietto, Jorge Fandermole, Adrián Abonizio y Rubén Goldín acompañados por Claudio Carbone en teclados y Ivan Tarabelli en pianos.
Hoy gracias a la tecnología y poder contactarme con gente maravillosa que han hecho posible que podamos disfrutar de aquel memorioso espectáculo.
Agradezco muy especialmente a Elba Nunci de La Cofradía y a Marisa Artale por poder
conseguir éste material tan preciado.
Para poder escucharlo solo tenés que ir al costado derecho de la pantalla y buscar en Playlist color negro que está por debajo de las Etiquetas.

Como ser rosarinos y ....

Ser rosarino es una entidad difícil: se es mucho o no se es nada. Somos grande para el interior, pero miramos a La Capital con paranoia de pueblo chico.Con semejante Monumento los machos de la ciudad solemos mirarnos desnudos al espejo y murmurar: ..."no hay nada que hacer...". El río, dicen es uno de los más anchos del mundo y uno lo mira bajar al mar, siempre desde la costa, nunca embarcado de lujo, ajeno al precio de la nafta y las preocupaciones terrenas.
Luego, el tema femenino: si están las mujeres más bellas debe haber una matemática que nació espúrea: ¿donde están las que nos corresponden? ¿Porque no caen rendidas ante nosotros? Leyendas urbanas, fábulas de criollos machistas, nos decimos y contemplamos embobados la sombra cambiante de un edificio de hace dos siglos atrás caer sobre un contrafrente donde una gigantesca dama de Vanzo baila un tango imposible. Una aldea exótica: frente a mi casa vive Rita La salvaje pero nunca se deja ver.
Por allí desfilan cubanos, jamaiquinos, dominicanos fumando cigarros negros de hoja, deambulando, hablando en argot en las cabinas telefónicas, cambiando dólares. Marineros varados algunos, de paso otros, yo los miro como a la fauna de un país de oriente mientras escribo que este cronista, con el porte de falso atleta que corre junto al puerto, se va metiendo en la noche rosarina, estelar y de neones, con una luna arriba que parece va a hundirse en el Paraná.Regresé a Rosario hace dos años y ya parece que fue ayer.
A no ser por los carros de a caballo, por los revolvedores profesionales de basura plástica para vender parecería una ciudad europea, con sus torretas y sus alfiles y sus luces. En Rosario hay rusos, franceses, viajeros de distintas tierras que se han afincado; personas y personajes vaya a saberse atraídos porque raras flores.Temo que la frase aquella se haga verdad: "el progreso es bueno, pero cuando termina?"
Autor: Adrián Abonizio

Día de los Santos Inocentes

Brindemos!, sí, pero hagamos silencio por los Santos Inocentes que mandó a matar el terrible Herodes!, explotó poniéndose de pie la tía Eulalia. -Esta boluda siempre arruinando las fiestas, dijo por lo bajo Diácono. -Te escuché. réprobo, oí tu insultante frase, pero sigamos y oremos, terminó con un abatimiento teatral. -! Sáquenle el chupi, reclamó alguno. Era la previa del remanente de los festejos con las sobras navideñas: Parva de trozos de pollo, hectolitros de sidra, pilas de turrones yacían tapadas sobre el mantel de hule de la casa de la Nona, mientras eran las once de la mañana de aquel 28 de diciembre y la tía Eulogía otra vez se había mamado tempranamente -!Soy una catequista de ley, una esclava del Señor!, gemía amparándose en sus fueros celestiales cuando fue arriada hacia una de las reposeras para que se aireara y soltara la copa que tenía en su garra como si fuera el Santo Grial.
Yo ya había tomado la Comunión y se me mezclaban los sentidos: El 8 de diciembre a la vez que era el cumpleaños de mi madre, era algo de la Virgen, ascensión, natalicio o descenso, no recuerdo. Aún tenía la entrepierna paspada pues el trajecito gris que me habían dado era de sarguilla y ningún adulto supuso lo que significaba el calor, los hilos de agua cayendo hacia el culo mismo, la vergüenza de estar disfrazado y en el fondo, sentirse un pelotudo. Con mis primos decidimos huir al campito a quemarnos en los pastizales corriendo una pelota, sacudirnos las hilachas de la entrada a la religión y la adultez temida.
Ibamos con la número tres bajo el brazo. Comentábamos con risas el estado mental de la tía Eulalia. Pasamos por una tapicería: Nos debían allí el pago por la limpieza del patio y con él pretendíamos hartarnos de Coca familiar, luego del partido. Entramos; bajo el resplandor solar del mediodía las pelusitas bailaban entre los chorros de luz que penetraban por las chapas agujereadas. Había ese olor a lustrín y sudor. Entonces lo vimos: El flaco dependiente, el clavador de sillones, sucio como siempre estaba al fondo sumergido en su tarea tan concentradamente que ni nos oyó acercarnos. Uno a uno, extraía de un cajón de manzanas sendos gatitos que iba ahogando en el piletón. Alguien hizo un ruido o una mueca. Se volvió como una fiera sorprendida en pleno asesinato. -!Eh, para afuera, váyanse!...tenía la sonrisa amarronada y el pelo le cubría los ojos. Transpiraba, como en cámara lenta las gotitas de sudor caían sobre el agua del crimen.
Corrimos hasta la canchita y poco dijimos. El sol nos echó una bocanada de dragón y nos expulsó hacia la sombra de los paraísos en un rato. Era imposible jugar. No pudimos tomar la Coca, pedimos agua en un lavadero de remolques y regresamos por las calles de tierra. Al llegar a la puerta, donde la sombra de un gigantesco plátano amparaba del infierno, la tía Eulalia era mecida por una niña vecina, una mano en la Biblia, la otra peinándose los largos cabellos grisados -!Infantes míos! !Santitos inocentes! ¿Habráis visto el pecado de la carne entre las piernas de las negritas que traen esas caras de espanto?. En la galería había un espejo y allí nos miramos. Sofocados, la claridad impedía ver las siluetas. En esas condiciones nuestras facciones danzaban imperceptiblemente al son de esos gusanitos trasladándose de un punto al otro, aquellos que uno ve en el cielo si se mira mucho y fijamente. La gata barcina, la de nuestra Nona, maulló detrás nuestro, como preguntando algo. Entonces recordamos la matanza de ese día y nos echamos apesadumbrados bajo la escalera que era el único sitio donde la humedad impedía el calor.
Nos llamaron a comer. En los restos del pollo alguno creyó ver la silueta de un gatito. El ventilador hacía un ruido de motor de avión. Había música de los Wawancó. Comimos con repugnancia, envueltos en el giterío y la alegría salvaje de los mayores disputándose los restos del festín. Tía Eulalia callaba, rezando por lo bajo. Tío Diácono hizo un chiste acerca de su sexualidad dudosa y hasta hubo un instante de descuido para robarse una botella de sidra helada que pasó de mano en mano por debajo nuestro hasta que el Dany la sacó afuera y subió con ella a la terraza. Al rato lo seguimos pero ya se la había tomado toda. Moqueaba, no sé si por el alcohol, por él, por nosotros, por la tía, por la familia entera o el mundo y sus pesares. Nos dió a entender en su lengua de borrachín asoleado que todos éramos como aquellos gatitos, santos inocentes y predijo en el mismo tono que la tía Eulalia las terribles batallas que sobrevendrían. -...por los siglos de los siglos, a todos nos van a ahogar algún día...y eructó después. Al Dany lo tiraron desde un Hércules al Río de la Plata, cerca del año 1978.
La tía Eulalia seguía insistiendo que un ángel se lo había llevado hasta que se murió de vieja. Pidió ser momificada como una santa y exhibida en la casa de la Nona. Los tíos no lo permitieron.

Autor: Adrián Abonizio

NOTICIAS PARA FANS



En díalogo con el músico Adrián Abonizio, éste nos anticipó el lanzamiento de su próximo DISCO
llamado " Embarcaciones" , es un disco terminado que espera sello y que esta grabado en BsAs. con producción propia junto a Sergio Muerto Sainz en bajo; Rodrigo Aberastegui en guitarras y Adrián Abonizio en guitarras.

"Todos tocamos un poco de todo, cantamos, y compartimos composiciones y autorías diversas.Nos entrecruzamos en un trabajo donde están repartidas, inadvertidamente parejas, las canciones en cuanto a sus autores." (comentó)

Invitado en percusión figura Tomy Sainz, hijo de Sergio, actualmente en la banda de Javier Malosetti.
Esperamos conseguir sello y distribuidora para continuar el sino del anterior ·"Cualquier tren a ningún lado" mencionada a 2 Gardeles en mejor Disco de folclore, y Revelación del 2006.

Recorte Diario La Capital de Rosario

Domingo 4 de Enero de 2009.


En la sección SEÑALES del diario se preguntó a importantes personalidades de nuestra ciudad, sobre que leer; (1) En qué lugar lograr el descanso deseado? (2) y qué música o película aprovechar sin apuro (3).


Doble click sobre la imágen para para ampliar.


Fuente: Diario La Capital de Rosario, Santa Fé (Argentina)

Mielamor

CARGADA DE PRODIGIOS
GIRA LA MIEL
OBTUSA
ESDRUJULA
CARNE CONDENADA A SER FELIZ
BRUJA TERNAL
FAROL INTERMITENTE
ENTRE VARIOS AMORES
COMO GUIÑOS
MIS CANCIONES
EN TUS PIERNAS DE BAILE
ENREDADERA SUBMARINA
CRESTA DE BARRO
CABALLO CIEGO
ES LA MUERTE
DE TANTO LLAMARLA COMERÁ
EN TU MONO.
CORTALA , DULCEMENTE TE DIGO,
EL PORVENIR REMOTO,
ES EL AYER DESPREVENIDO
ÁSPERA VOZ QUE GIRA
DULZURA DE AVISPAS
QUE SE HUNDE PARA CERRARSE
Y TAL VEZ EVAPORARSE
SIN DEJAR MAS QUE EN LA TIERRA
UNA MIEL


Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

Cines bai gente media

por lo visto
el oído hace mella
resbala y se ciega
a todos los frentes
traslúcidos y frontal
como un grito de auxilio
larga el ceño la duda
la mascarada
gente arremolinada
gente de fes a plazos
media clase del domingo
sudando por imágenes de guerra
sonriendo ante el patético
cómico tropiezo nueva york
y el volver
con que los inaugura
el cantor de tangos
y por un momento
los reconoce
los aterriza
en su tierra, la argentina
mirá vos
no nos habíamos dado cuenta
a no ser por ellos
los de siempre
los negritos
que a la salida
piden
un balazo

Autor: Adrián Abonizio

Libro: Casa de fieras

Aplausos

Los artistas dicen que se alimentan con aplausos
como los pececitos en la pecera necesitan de otras manos
para llenarse el buche
Las maestras enseñan las marcas coloridas de los límites
pero desconocen los lardosos confines de sus broncas y sus ligas
a ambas muy pocos llegan
Nadie me llama para decirme que hice un viaje con buenos sentimientos
En las tripas. O te quiero y punto. Sólo ella, la mártil, a la que contesto
ausente, que sí , que ya va, que todo es ficción
Sólo ella me desespera
porque me desespera
Tragaluz en el desayuno
Es una islita ciega
tanta locura no llena
tanta geografía nos confunde
ambos no cabemos en una solo cabeza
Necesitamos de las dos
pero la mía sobra
Es el rastro de una mosca
aplaudida sobre un mapa

Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

La vida difícil de un tigre de papel

“Ustedes hagan que yo gane mucha plata, después me encargaré de repartirla.”
Ex dueño de supermercados Tigre.
Francisco Regunaschi se hacía llamar Pancho y regenteaba desde su sillón la presidencia de la Cámara de Propietarios de Supermercados de Rosario y el Gran Rosario.Un título extenso que le habrá sonado a ínfulas de virreinato.
En 1989, en pleno saqueo, se quejaba de la ausencia de mano dura contra la comunidad hambreada y, más adelante, convertido en el príncipe de las góndolas, inauguró el primer super en la ciudad. Tigre le puso, vaya a saber basado en qué regias imágenes feudales criollistas.
Impartía justicia como un terrateniente, con un sistema de premios o castigos. Era el patrón y sus hijos, los patroncitos. “Sería incapaz de hacernos una macana, si es como un padre para nosotros”, murmuraban los incautos. Pero no se pagaban las horas extras pues eran el estímulo con que mostrar la adhesión al régimen.
Sucede. La gente tiene fe y cree que el que tiene más es el que más sabe. Y que por su abundancia es imposible que nos falle. Los Tigres se multiplicaron en la city con un hambre depredador inigualable. Se impuso el no descanso dominical. Pero aún las bestias saciadas se cansan. Vaya a saber si fue su desencanto por tomar conciencia de que habría de empujar mucho para enriquecerse más velozmente, la añoranza de plata dulce o la pérdida de fe empresarial, lo que lo llevó a vaciar paulatinamente sus cuevas: deudas acumuladas ex profeso, venta de herramientas y maquinarias, acaparamiento de insumos ocultos sin pagarlos, el silencio impuesto hacia sus asalariados, la creencia de poder vender sus activos al estómago extranjero y vivir sin estar condicionado nunca más al olor del sudor laburante o si la leche se excedía de precio.
Lo cierto es que don Pancho eligió vivir de rentas, excluido de la actividad: el sueño espúreo del inmigrante atroz, la bellaquería del vivo argentino, el liberal vaciador, el asesino invisible en cuotas. Mientras, los empleados, algunos expatriados con el retiro voluntario u otros desfondados o cansados de aquella vida, se fueron exiliando en otras changas. Otros, los sobrevivientes, cansados del rigor y en vista que perderían todo si no apostaban al menos algo, se empezaron a movilizar, juntándose de a cinco, de a diez.
Carlitos Ghioldi, ya un referente en el Sindicato de Comercio, vio el rayo en la oscuridad y se puso al lado. Cuaderno de bitácora en ciernes, estuvo a la cabeza y fue detallando la lucha en “Crónica de un conflicto en curso”, prolijamente, intuyendo que escribía la historia. Desde el prólogo, Osvaldo Bayer los saluda y se emociona. “Proeza de los hijos del pueblo”, resume en un lenguaje reminiscente, libertario. Lo cierto es que pasaron bajo el puente el concurso preventivo de acreedores, la Marcha de las Máscaras —con caretas de tigres debido a la persecución policial—, las gomas ardidas cerrando las calles, los retiros voluntarios, la flexibilidad laboral del traidor Menem y el paralizado De la Rúa, el apoyo a todo tipo de lucha similar hasta arribar a la apertura de un sitial con calidad de proyecto comunitario, y posteriormente Centro Cultural, Biblioteca, Teatro, Comedor Estudiantil.
“Jamás había visto una obra con actores o una muestra de escultura”, dice un trabajador. “Decidimos esta elección de vida para poder mirar a los ojos a nuestros hijos”, dice otro y el tercero alarga, sintetizando: “Acá se aprende a luchar”. Hay unos viejos cuadros apoyados cerca del baño, el televisor encendido y es mediodía. Entran los gorriones al comedor como si entrasen a un santuario: nadie los corre mientras saquean miguitas. El estofado es barato y rico. Guardan en la heladera, como en las viejas fondas, la bebida abierta con el nombre de su dueño. Y los cocineros, a veces, no te piden el vale de caja para darte la comida. Creen en lo que uno dice. Vienen de las trincheras, del frío, de la inclemencia, la enfermedad y de una patria horripilante, la de la cruz y la espada, que les diera la espalda. Sin embargo, no están ofendidos: hoy tienen esto pero saben que nadie los gobierna, solo ellos.
Esperan la Ley de Expropiación para Uso Temporal, lo que les garantizaría ser dueños de lo que los irresponsables abandonaron. “Elegimos no decir la frase Empresa Recuperada, sino Establecimiento puesto en marcha por sus propios obreros. Es más largo pero refleja la no voracidad empresarial. No somos nuevos propietarios, somos gente en lucha” resume como lo permite su verborragia Carlitos, mientras vestido de negro va y viene por las escaleras, puesto que, debajo, en la entrada del Centro Cultural, se están remodelando stands flamantes. Hay en el aire un olor a pintura estimulante, que es el perfume del posible bienestar y la victoria.
Paradojas. Nació como un tigre, quiso ser golondrina y terminó comido por un horóscopo leonino, escapado de la cárcel de los sinsabores, un 27 de julio, fecha en que abrió para siempre lo que en Rosario se conoce como La Toma, Tucumán 1349. Debería ser declarado Monumento Histórico Viviente.
La Toma. El chorro de un pequeño gran triunfo, porque la corriente del cambio va entre las piedras, parece estancarse a veces, pero nunca se detiene.


Por Adrián Abonizio
Fuente: Revista Zoom

Pocho Lepratti un héroe del 2001

“Claudio Lepratti nació en Entre Ríos el 27 de febrero de 1966. Abandonó el seminario para participar de las organizaciones de base. Optó por los pobres con un talento sin igual. Se convirtió en el Angel de la bicicleta y en inmortal”. Anónimo
“Para lograr sus objetivos, los subversivos han usado las canciones de protesta, las historietas, el cine, la literatura, la universidad y la religión y, fundamentalmente, han usado, sin conseguirlo, el pánico.” Almirante Lambruschini, Diario La Razón, 3 de diciembre de 1976.
Pocho Lepratti es un ente mágico. Caja de encastres que funciona desde adentro hacia afuera y viceversa. Produce libros, pinturas, canciones, graffitis, educación de ojos abiertos en definitiva. Si algún santón y mártir ejecutado en antaño viviera diría de él, con una ironía tierna y sin pecar de apología: “! Bueno es vivir, pero así da gusto morirse!”. Y le convidaría un mate.
Es algo extraña esta reproducción: desaparecer para vivir, generar aún luego de la parca tanto torbellino, tanta fe en medio de la guerra, se asemeja a algo vinculado a una espiritualidad de altura. Claro que quienes lo tuvieron cerca lo extrañan, pero creencia al fin y al cabo, una bala espúrea abrió una herida y un camino multiplicador. Hay monumentos, cátedras, canciones, hits con su nombre. El, estimo, se hubiese sonreído con esto, pero las cosas suceden más allá de uno, de la ausencia misma.
¿Qué se imaginaba que Gieco le pondría en su recuerdo el premio Gardel a la mejor canción? ¿Qué sabía de esto el policía que le pegó en la tráquea? ¿Qué los de investigaciones que intentaron cambiar la evidencia haciendo pasar por casquillo de bala verde-goma lo que fue una naranja-plomo? ¿Qué el artista plástico Traverso cuando empezó a pintar las 350 bicis negras en memoria de los desaparecidos de la UNR para que luego coincidan en simbología con Pocho y su bicicleta errante?
Desde los asesinos hasta los pibes que comieron gracias a él, nada sabían que el 19 de diciembre de 2001 policías a cargo del móvil 2270 balearían la escuela donde había pibes alimentándose. Pocho sería la víctima premeditada y sin embargo el puente de sangre, el cordel invencible para atar a la gente entre sí en un abrazo de bronca y de justicia. ¿Quién sabría que luego esta pena se trasmutaría no en odio sino en construcción y vida? Milagros fuera del santoral. Destinos de flechas angelicales dirigidas hacia el espacio pero inscriptas en láminas callejeras, en pintadas, no en libros virginales ni sagrados cálices para el manso rebaño de las cosas congeladas.
Carlos Núñez lo recuerda y muestra las fotos cuando se inauguró esta casa: “Debe ser la única biblioteca que se abrió sin libros”. Pocho está bello en la foto, mirando la altura, rodeado de chicos. Está sentado en un banco, entresoñado. Resuenan voces: “Siempre recordamos ese día que se disfrazó de payaso para el Dia del Niño: había armado el comedor barrial y cocinaba. Estaba festejando eso”. “La primera vez que te vi, Pocho, rodeado de pibes me hiciste acordar a ET, por la ternura”. “Zafé de la droga, escribo en el diario nuestro y sé hacer pan”. “En diez minutos te organizaba un taller, una comida, una charla. A veces desaparecía con su bici: estaba multiplicando eso en otros barrios”. “Claudio no fue un mártir: fue un héroe que logra la inmortalidad en la memoria colectiva”.
¿Cuántas, cuántas hormigas hay pintadas en la ciudad que representan al Pochormiga? Cientos, miles. La hormiga gregaria con un fin supremo. La hormiga que acumula y a la que si le patean su casa, vuelve a reconstruirla. “Un mundo donde quepan muchos mundos”, decía Pocho con alocado razonamiento poético.
Su cuerpo está enterrado en Concepción del Uruguay desde donde vino, luego de abandonar los claustros y aún así elegir los votos de pobreza. Seguirle los pasos se hace difícil; si parece que estuvo en varios lados a la vez: protestando, curando, enseñando, contando, aprendiendo, animando.
Pobre de la policía que estaba como endemoniada aquel 19 de diciembre de 2001 entre los saqueos. Nadie los recordará con amor. Ni a sus jefes políticos. Les dijeron que el que mejor apuntaba y daba en el blanco tendría premio. No serán amados, los asesinos van a quedar sepultos y no entrarán a cielo alguno. Eso se sabe.
Claudio Lepratti, en cambio, no hay día en que uno no vea una pintada nueva que certifica que Pocho está, que Pocho vive, que le hizo un truco de magia a sus asesinos.
Por Adrián Abonizio
Fuente Revista Zoom

Música para canallas


Anecdotario Nª 13: Cuando escribí... En tierra firme

En Tierra firme : en plena democracia conocí muchos falsos mesías de falsos países, de falsos mensajes de salvación y lucha. La hice en medio de una mudanza, mientras otros descargaban por una larga escalera caracol los restos de una casa que se denominaba Palacio. Nos pagaron con unos cuadros viejos que nunca supimos su valor y que seguro malvendimos o abandonamos en alguna pensión.
Adrián Abonizio

Anecdotario Nª 12: Cuando escribí... Cantandolé a los vivos

Cantándole a los vivos: de la misma época que Plantas. Un casado joven, primera convivencia femenina, enamoramiento y el recuerdo de largas siestas sin dormir, trabajando en otra cosa, mirando el mundo desde un oficio ajeno, odioso.
Adrián Abonizio

Anecdotario Nª 11: Cuando escribí... Dormite patria

Dormite patria: una canción de cuna para la patria, sólo eso. Como si ella fuese una niña, un animalito herido y no esa cosa conmocionante de los libros y los mapas.

Hace por Adrián Abonizio

Hay otro mundo sé que lo hay
empantanado de éste, debajo
en la curva gastada del coral y más plena que ésta
hay uranio que proviene de las vírgenes
luz, auténtica luz de molino, del corazón
como esas pantallas que suscitan esperas en los bares
una veladura de suave manso vino
Hay otra vida, importunada de recuerdos
en los enlutados hombres que fabrican magia
y no lo saben o no lo dicen
van como silenciosas matanzas ven clarear las cosas
desde el timón de sus bicicletas
y son como desvelados grumetes entre las rocas
Hay una ventana abierta y te recostás
encontrás bajo tu almohadón una malla de dorado
con algas enganchadas y anzuelos y tanzas
rejunte memorioso de cuando eras chico
Poderoso ,claro ,ancho y diminuto allá en la caverna
en la indescifrable caverna de los días por venir
y que han llegado y son solamente esto: un cuerpo
para ser tomado a fondo , a fondo blanco
y un pecho que es de palmo a palmo una penitencia dulce del verano
una plaza a medianoche con bancos raspados de leyendas
y los banderines de otras tierras ornamentando la frente raspada
Hay otro mundo y nada se tiene en la vidas
sólo la arboladura de una ciudad que nos nació
la consistencia de una confesión
y algunos nombres propios.

Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

Miedo del miedo - Adrián Abonizio

En el año 1983, Adrián Abonizio participa de un proyecto maravilloso llamado Rock Rosario 83, donde interpretes rosarinos incluían un tema de su autoría, con la llegada de la democracia y el olvido de los momentos de años de plomo.
Hoy gracias a la tecnología, a andar preguntando y metiendome en páginas para poder digitalizar éstas reliquias, puedo compartir con un ustedes uno de los temas que durante mi adolecencia me acompañaron y ayudaron a entender lo que vivieron mucho de mis amigos que fueron a Malvinas.
Ojalá les guste, tanto como a mí y disculpen el sonido que no lo he podido mejorar más.

Daniel Mura

http://www.hotlinkfiles.com/files/2146719_g9gjo/iedodelmiedo-Adri__nAbonizio.mp3

Anticipo "Trinidad" - Abonizio - Bandera

Hoy miércoles 17 de Diciembre, Adrián Abonizio participó de un programa de Radio , la Rock & Pop , donde luego de cuentos, risas, anécdotas y otras yerbas, Adrián dió un anticipo de un tema que sin duda alguna será un exito más , llamado Trinidad , a duó con el músico Bandera.
Aquí va éste pequeño anticipo para todos los fans de Adrián.





http://www.hotlinkfiles.com/files/2146693_peovo/Trinidad-AbonizioyBandera.mp3

Espero que les guste. Me pueden dejar sus comentarios aquí abajo. Será recompensado mi trabajo.