Ocurrió en Córdoba. El loco del pueblo se había propuesto volar, definitivamente. Como en el lugar común de todas las poblaciones, siempre habrá uno que lo intente. Armó una mochila de maderas y dispositivos erróneos, unas alas de nylon, cosidas burdamente y subió en aquella mañana de domingo hasta El Nevado. Todo el pueblo lo seguía o esperaba a los costados de la pendiente, antes del precipicio. Ninguno lo detuvo. Ya era hora de que el tipo compruebe aquello. Sin más ceremonias tomó valor y se largó corriendo hacia abajo para lanzarse al vacío. No hizo más de veinte pasos que enredado en sus piolines, tropezó y llegó rodando hasta la base de lanzamiento, hecho un despojo de sangre, tela y plástico. El detalle fue que de la perrada que ladraba enervaba surgió su pichicho y al no reconocer que aquello era su dueño lo mordió. -Soy yo Boby, tranquilo, fueron sus últimas palabras.
Le trajeron un reloj de New York comprado en el barrio chino, muy berreta. Impresionaba de lejos. De cerca un pedacito de plástico bien dispuesto. La perillita se falseó, la malla de descascaró pero le quedó adentro la magia oriental. Descubrió que al detenerse, trabado en sí mismo, las agujas quedaron marcando una hora que invertida era igual: las 20.10 -al revés serían las 13.40 o las 20.10 si uno no mide el tamaño de las agujas--. Es como el amor, donde no hay ley aunque todo es circular y según se mire.
Son feas pero sonríen: pasean, recorren el circuito deportivo con una fe que las hace victoriosas.Y se tornan lindas porque tienen ganas de serlo. Para él, que se encuentra deprimido, aquello es una epifanía, un mensaje de que todo no está perdido. Pasa y las piropea como lo haría si se encontrara con la mismísima Pampita.
Ya divorciado trajo a vivir a su hijo adolescente con él. Por la privacidad es que ha hecho un despliegue único; concederle una entrada aparte con un tabique y de un viejo garage hacer la habitación para el pibe. En algunos sábados siente las llaves, murmullos y luego una risa de mujer, siempre distinta. El intenta concentrarse en la película. Cada vez las voces y los gemidos amatorios van subiendo en calidad y cantidad. Una noche se descubrió con el oído en la mampara e imaginándosela, pues la había espiado cuando bajaron del taxi. -Una bestia hermosa, se dijo. Avergonzado, se sentó a ver 2001, Odisea del Espacio con una mezcla de orgullosa envidia.
"¿Cuando una ropa de salir se hace para todos los días? ¿Cuando una zapatilla se torna chancleta?". En estos detalles ella piensa regando las plantas, mientras coteja que ya no la piropean o la miran con estudiada concentración y nada más. Entonces sin resentimiento tira a la basura algunos adornos que la acompañaron por siglos cree ella. Se desnuda frente al espejo, oye a Serrat, se sirve un té frío con vodka y se acaricia intuyendo que ya deben ser las siete y su novia está por visitarla.
Aquí, comida al paso, parecen decir los autos estacionados, porque los gorriones dan vuelta y vueltas sobre la trompa y el parabrisas del Citroen azul. A él le encanta la coincidencia, mirando el sitio donde han quedado impregnados los insectos de la ruta. -Parrilla a la parrilla sería ¿no? --le cuenta a la moza, quien apurada por los pedidos le dispensa una sonrisa, pero sabe que no entendió.
En la calle en una esquina de viento, huyendo de un conteiner abierto empiezan a escapar hojas y mas hojas de cuaderno. Ella las recoge por su instinto profesional de maestra. Son de una nena y le impresiona como si tuviera en sus manos restos de mortaja. Junto al caparazón verde de la basura empieza el reguero de dibujitos, oraciones, escrituras. Se le pone la piel de gallina. Parece tener en sus manos la marcas inocentes de una muertita.
Los restaurants al paso en las inmediaciones de la zona bancaria y cerca del mediodía le dan arcadas: ve en lugar de gente, pollos sentados, comiendo granza en un criadero
"Dios no es perfecto: muchos no creen en él". Y este pensamiento pueril lo deja a mano con quien hasta hacía poco había sido su guía, protector y amigo. Su perfección empieza desde el momento en que dejamos de adorarlo, lee. Pero todo se desarma, se torna áspero, legítimo y bélico cuando enciende la tevé y ruega o increpa a su dios para su equipo no pierda.