Hacer el amor es una mudanza invisible

¿Quién podía pensar que encontraría al amor en una mudanza?. Nadie, pero lo hice. Llevábamos los bagallos atados en la cabeza era ropa liviana, almohadones con mis primos cuando la ví. Teníamos que dejarlos en la parte trasera de la chata celeste que comandaba mi tío cuando se me vino encima: pasaba por la vereda de enfrente y la reconocí: era de la escuela, de los turnos tardes, en los claustros altos. Ester se llamaba. Po de apellido como el río de Italia. Caminaba como las gimnastas pero con la cabeza echada hacia adelante en una especie de reconvención monástica con determinación del que está orando y a nadie percibe, salvo sus pensamientos, sus arroyos personales. Pasaba desapercibida salvo para mí. Había descubierto en ella una belleza potencial que habría de fulgurar si se la sabía encender, si esa llama portátil que consistía en el cuerpito de una mujer era soplado sin ferocidad y con talento. Dirán: es excesivo el argumento para un chico de doce años ¿Y con eso? ¿Quién puede afirmar que no pensara en aquello sólo traducido en torpezas de primate de vientre caliente con el corazón apurado y las manos frías? Los chicos saben cosas de honduras interminables sólo que no tienen el lenguaje para semejante cartografía de gruta, de silencio y abismo. Ella era hermosa pero aquella brillantez de magia me sería reservada para mí si obraba con prudencia. Mientras, atravesaba el ancho mundo de los corredores de sus calles con la insignificancia de una chica común. Era invisible para el resto. Sólo a mí me estaba destinado abrir los altos portones de luz que conducen al Amor. En un decir, estaba enamorado. Rubén mi primo me susurró al pasar. Eh, no es para tanto. Hay más lindas. Yo hace rato que estaba detenido con el pie apoyado en el paragolpes de la chata viéndola irse hasta que dobló la cortada. Mi timidez era monstruosa. No me acercaba a ellas porque me trababa, pero podía actuar en un acto escolar. Imitar a otros. Contar inventos y hasta sacarme por debajo la malla en la pileta del club. Era fuerte, ingenioso. Peleaba con fiereza para que me vieran, luchaba en un partido hasta la hazaña; todo en la presunción que llegarían hasta sus oídos de diosa como se debatía un mortal en sus territorios. Juzgaba que la sola existencia de mis actos la habrían de acercar hacia mí. Allí estaba yo entonces, detenido en el cielo de altar de sacrificio junto a la chata celeste. Ya estaba acabando de pasar: era más alta que yo y nariz de ratoncito respingada. Un encantamiento extraído de un film donde era ella la pordiosera, la Cenicienta postergada a la que nadie aún ha brindado su capullo de manzana roja, su color más escondido. Me gustaba hacer el amor: en eso consistía, ello creía yo que era cuando por vez primera escuché la frase "el tipo hacía el amor". Debía ser eso: imaginarse, construirlo, hacerlo, moldearlo, ayudarlo, imaginarlo y formarlo. Fue creciendo y creciendo. Yo estaba haciendo el amor. Era eso. Mientras, el tiempo transcurría en algunas horas muertas en que el cielo se cubría de pájaros malos que chirriaban, que el universo agobiaba con palotes y dibujitos escolares, olor a estufas y pedos escolares. A madre con santuario y llanto por su hijita muerta, hermana que nunca ví, o algún dramón de hermanos batallando por herencias, Julio Sosa, alto en la parodia de un muerto que cantaba, mi padre en su palomar, sin hablar, sólo silbándole a sus halcones negros que quería más que a mí. Ocurrió aquello en una esquina: confrontados por una pelota esquiva fuimos a dar ambos contendientes contra un portón y allí sudados tratamos de cortar una pelota ya mascada por la patadas y llevarla hacia el redil de un arco con piedras. Entonces pasó ella. Mirando a la distancia sin ver. Un instinto de saltar a un vacío me diezmó el estómago pero una fuerza añeja y desconocida me creció en el pecho. La tomé por su brazo, un brazito de sueter mostaza. Se asustó. Yo estaba sudado, echando fuego por la boca y no era esa la mejor entrada al reino. Le dije que siempre la veía, que la esperaba y que no aguantaba más sin su amor. Fue a un apartado donde la fui conduciendo sin arte, ella como asomada a un pozo, la barra callada detrás, asistiendo a un asesinato o a una coronación. Me miró, era corta de vista hasta la exageración. No te conozco, no sé quien sos y sacame la mano del brazo. Soy de tu colegio del turno mañana. -Ah, dijo y empezó ella súbitamente a oler a violetas: estábamos bajo una parra de glicinas. Vos, vos, tartamudeó... Seguí jugando y se quitó de un suave empellón mi torso Vos, sos muy chico para mí todavía.
Volví a la querencia. Habían visto y oído todo. De nada valía aclarar. Se suspendió el partido. Yo ya era invisible.
Nos sentamos en el mármol de la sodería.Era la tarde en la languidez de vacas muertas en el cielo de nubes que flotaban.
Toledo, eficiente, bestia pero fiel, habló.
No es para tanto! Te dijo que todavía sos chico para ella. Pero los varones crecemos más rápido. Cuando la alcancés te ponés de novio y la dejás por otra. Sí, pero ¿cuánto falta?, interrogó el Fabio buscando precisión.
Ellas crecen menos que nosotros, exclamó. Vos y al tocarme me volvió de nuevo visible en unos meses la pasás en edad, acordate lo que te digo.

El pintor



La casa de Vincent quedaba en calle Zeballos, pasando Avellaneda, al lado de la casa de electrónicos Vaylan, mirando al Carrasco. Arriba, en un altillo empolvado y con la ventana siempre abierta de la cual indefectiblemente emergía música clásica. Vincent era pintor. Daba clases. En el frente un azulejo violeta con filigranas. Vincent era alto, pulcro y usaba una bici inglesa verde. Camisola y sandalias. Collares y un anillo en el meñique. ?Es un pobre invertido, sentenciaba el farmaceútico desde su silla en la vereda con la boca torcida. Al pintor lo veíamos pasar erguido manejando como un lord, pañuelo al cuello, con anteojos de sol gigantes rumbo quien sabe donde; las carpetas enganchadas en el portaequipaje. Dibujaba parques, los cielos del barrio pero de una forma como habíamos visto se derramaba en los cuerpos de muchachas de ojos gatunos por los bocetos del Intervalo, con fondo parisino, lunas en los tejados o negocios bajo la lluvia y puentes sobre un río que se intuía siempre azul. Vincent expuso en el hall del colegio y hasta nos ofreció una charla sobre la Inspiración. Ese día estaba todo de marrón y la mariconería apenas si se le notaba. Las maestras estaba encantadas con esa visita distinguida que había ganado el premio Mérito Joven e incluso viajado por Europa. ¿Que hacía en este barrio miserable de techitos bajos, perros aulladores, negros fieros y malevaje? ?El señor Vincent es un buscador de los pintorescos arrabales, nos explicó la señorita Gladys. Aquello fue una bengala en la noche de nuestra suspicacia. ?Un buscador es un depravado, definió Toledo. ?Es uno que se agarra a los pibitos, aclaré yo. ?¿Y nosotros? se irguió Lopecito sacando pecho -¿Lo vamos a permitir? ¿Eh? -¿No tenemos hermanitos chiquitos acaso?, ¿eh?, cerré. Todos aprobamos. Nos sentamos en el cordón que daba a San Luis. Aquello era grave: se había detectado una infección peligrosa que los grandes no. Tuve una idea: un espía. Algunos de nosotros debía anotarse para tomar clases con él y estudiarle la madriguera, para luego, con suerte y destreza, incendiarle el atelier, la cueva donde seguro habría de arrastrar a los nenitos. Lopecito en su furia helada se ofreció. ?Voy a convencer a mi abuela para que me pague las clases. A los días empezaba. Cuando le interrogábamos por el asunto él decía ya va, ya va, estoy estudiando el terreno. Una tarde, después de un desafío lo acorralamos. Vaciló, tenía esa mirada de tiburón gris, los labios finos, todos sus rasgos como incrustados. ?Miren muchachos, me parece que tenemos que esperar un poco. Hasta ahora no vi nada sospechoso. Nada, che, parece un buen tipo y yo no vi nada raro. Por detrás Antonioni y José hicieron al unísono la misma seña de llevarse comida a la boca. Lopecito sin verlos, presintiendo que su postura flaqueaba se paró, trastabillo y nos increpó ?¡Manden a otro si no les gusta! -¡Yo voy a seguir yendo hasta develar la verdad! Dijo develar, un término inusual para nosotros. Agregó, enojado: ?La pintura, como dice el maestro, es un misterio y el mundo está lleno de misterios, ¡quien sabe!, fue su enigmática respuesta. Y arrió. ?Se hizo invertido también, sentencié con dificultad. ?Lo perdimos, rubricó Toledo. Se apartó de nosotros. Al tiempo breve, lo encontramos reapareciendo pero de un modo insólito: modelo en los cuadros de Vincent y expuesto en la óptica de Mendoza. Ahí estaba con camiseta de Racing, la pelota bajo el brazo; sentado mirando con melancolía una ventana con mar o embarrado con un perrito entre los brazos.
La casa de Vincent quedaba en la calle Zeballos y desde su ventana salía siempre una música lírica. A veces pasábamos por ahí a ver si lo veíamos a Lopecito, quien había dejado la barra y ahora andaba con los de Luján y hasta jugaba para ellos. El sábado los teníamos que enfrentar en el torneo. Lo semblanteamos con nostalgia. Yo me acerqué a darle la mano pero ni me saludó. Luego ocurrió aquel ruido como a madera seca y el Gatito desparramado. Le hablaba al caído. ?Esto es para vos y para los otros: no soy ningún comilón, ¿tamo? !Ahora soy un pintor! Lo echaron, para su suerte se fue antes de que lo fajáramos. Nos enteramos después que había abandonado el fútbol y que exponía en la heladería La Gloria. No nos hablamos más.
Se nos escapó un dilema que nadie nos supo explicar ¿Qué diferencia había entre un puto y un artista?

El negro Azúcar, un jugador distinto




El pibe era negro, como el azúcar quemada y así le decían: Negro Azúcar. El mote resultó largo y se redujo a "Azúcar". Era brasilero como su papá -un motudo que trabajaba en la Chaina- y que llegaba por el atardecer subido a la bicicleta para hundirse en el largo pasillo donde vivían apilados junto a otros, una familia boliviana y una chilena. Aquello era una babel tranquila, con ropa tendida y una prole tan variada como estruendosa. El Azúcar vivía allí, pero pertenecía a otro barrio: el de la otra escuela tras la avenida, una que ni conocíamos, donde cursaría el mismo año que nosotros. -Si es brasileño debe ser bueno jugando, dijo con lógica Cornaglia. Lo encontramos en una esquina volviendo de su colegio como al mediodía. Parecía una hormiga dentro de su guardapolvos gigante. Le tiramos con un venenito para ver como reaccionaba. Se sonrió y cruzó. Había tomado aquella provocación como una llamada amistosa y algo nos advirtió que no era miedo su reacción, sino algo distinto que ignorábamos y que atribuimos a su negrura cordial, a un síntoma de hermandad desconocida. Era bueno tener un negro amigo. Hablaba raro, pero lo atribuimos al portuñol. Nos dio conversación en confianza y hasta nos invitó a su casa. La cocina humeante, un patio atestado de fierros viejos, dos negras que pasaron sonrientes con bultos de ropa, muchas crías y la número cinco, con los colores del Brasil. La levantó, la puso sobre su cabeza; luego la arrojó alto y al bajarla de pecho, le rebotó. ¿Que importaba? Juramos, al salir, ya caminando por el arrabal que el negro era el once que nos estaba faltando. -¡Si no sabemos si es zurdo!, recriminó López. -Todos los brasileños son zurdos, sentencié. Lo convocamos a ciegas y debutó el sábado mismo contra los punteros del Rivadavia que nos la tenían jurada. Lo que aconteció fue desastroso: la primera pelota la tomó con la mano y se la llevó hacia el área, para luego pararse en seco, volver sobre sus pasos y ensayar un pase a nuestro arquero que salió por el corner. Luego se la sacó a nuestro cinco y pateó tan alto y tan lejos que la tuvieron que ir a buscar cerca del campanario. Aprovechamos para rodearlo. Ya lo mirábamos como a un insecto dañino. El se sonreía con toda la dentadura blanca. Cuando regresó la pelota chilló y empezó a dar saltitos y a aplaudir. En coincidencia con Castillo que hizo la seña del dedo sobre la sien llegó al lateral su papá, el motudo, en bicicleta. Justo terminó el primer tiempo. El negro gigantesco nos llamaba: brillaban sus uñas rosadas bajo la luz de setiembre al mover la mano pero estaba serio. Habló en media lengua. Nos agradecía de haber invitado a su "muchacho" pero que se lo tenía que llevar porque era tarde. -E un minino special, ¿eh?, nos advirtió, sonriente por primera vez. El niño hormiga saludó y se fue muy alegre montado en la caño de la bici de su papi. -Minino, ¿dijo minino, porque es un gatito?, susurró Fabio. El Azúcar nos supo acompañar todo el invierno a lejanas canchas hasta que se mudó y no lo volvimos a ver. La escuela resultó ser de aquellas destinadas a los pibes distintos. Nadie dijo nada del equívoco, con mucho de culpa y de pudor por haber sido sorprendidos en el desacierto: era negro, por tanto debía jugar bien al fútbol y tendría bien puestas las luces dentro de su cabecita de cascarudito satisfecho. Ni una cosa ni otra. Para nosotros era como haber invitado a un marciano a jugar, era lo mismo. A pesar que comprendimos lo seguimos arriando, ya de ladero o de aguatero con su barrilito plástico. Antes que el oleaje se llevase a la familia y desaparezcan de la historia, el padre tuvo tiempo de aparecerse una tarde en la cortada cargando en los hombros y a bordo de su bici un arco de hierro construido por sus manos. Era hermoso verlo todo pintado de blanco, con una base argentina y la otra brasileña. Estaba emocionado y el Azúcar venía al lado festivo como siempre, hablándole a un pajarito de plástico. Quedamos bien. Nunca advirtieron el equívoco ni el padre y menos aún el hijo. Al despedirse con abrazos nos quedamos confusos, cotejando el arquito aquél donde cabían por goleada nuestra estupidez, nuestra vanidad temprana mixturada de inocencia con la inadvertida compasión que otorga el silencio cuando es también complicidad.

Abonizio en el Solar de las Artes - Santa Fé



VIERNES 2 DE OCTUBRE - 22:30hs :
"Adrián Abonizio"



Abonizio es profeta en su tierra. Miembro fundador de la "Trova Rosarina", movimiento de poetas y músicos que se dio el lujo de imponer su estética; su obra es atemporal y constituye uno de los pilares fundamentales de la música popular.
"Abonizio", "Los años felices", "Todo es humo", "15 bonitas melodías" y el último, "Extraño conocido", son discos íntimos que reflejan la personalidad de este compositor, que no sólo es dueño de hermosas melodías, sino de letras claves para el rock nacional, entre las que se incluyen las de "Mirta, de regreso", "Dios y el diablo en el taller", "El témpano" e "Historia de mate cocido".

Don Francisco fué un Titán


El árbitro era Hanz Aguila. El Dr. Karate contra El Comendatore Benito Durante. La Momia Blanca antes de la perversa Momia Negra versus Peucelle y la ignomioniosa terna arbitral mientras que sobre el cuero tensado rodaba el gordo William Boo. El hombre de la barra de hielo entraba al bar por un pasillito lateral, arpillera al hombro y oliente a sudores caballunos, la chata hirviente como advertencia que lo que se rozara apenas fuera ardido por el troley que tenía que torcer la cornamenta para ni hacerle sombra siquiera. Chichita de Erquiaga traicionaba a Doña Petrona de Gandulfo, moviéndole el espacio. Pavita a la York. Juanita, la esclava alcanza cosas. ¿Qué significaría la "C" metida como cuña antes de Gandulfo?. Carrizo, el nombre del arquero de River. Y Colomba presentando una momia indígena en La Campana de Cristal.

Arriba, entre flores, el televisor entre el mármol, y la madera y con ese plástico delante para ver en colores. El padre de Carlos era albañil, luego se hizo contratista y era muy petizo y le gustaba estar con nosotros los pibes, los amigos de sus hijos. Fumaba mucho, Clifton creo y echaba el humo mirando la tevé con la mano apoyada en la barbilla, entre melancólico y cansado. Siempre andaba de blanco, oreado por el sol y con manchas eternas de pintura o de mezcla a bordo de un jeep y nos llevaba al campo, a La Carolina, un campito vaya a saberse de quien era y nos hablaba de "Titanes en el Ring" con un entusiasmo infantil. Creía en lo que propalaba el aparato y el mismo era un actor secundario, un héroe de la clase trabajadora, esmirriado y fuerte, con ojitos de laucha feliz, allá arriba entre los andamios y el cielo. Un semidios sin físico de atleta pero con ángel. Cuando no estaba allí, en la altura, se metía en el traje de astronauta porque cultivaba abejas. "Cultivar" se decía a eso que tenía en una entrada perteneciente a la familia por la calle de enfrente y espiar desde fuera, porque se nos estaba prohibida la entrada, él andaba con su disfraz entre las celdas de madera, entre flores de un verdín que hacía de telón de fondo y las abejas como otras florecitas moviéndose al silbido de él, su amo.

El Caballero Rojo perdió su primer pelea y Don Francisco abandonó su entusiasmo, porque según su credo, los buenos no perdían, Central no se iba nunca al descenso y sus hijos solo serían artilleros del equipo. Uno fue bailarín y el otro se perdió con atorrantas que lo único que hacían era sacarle el dinero que ganaba en la pinturería. Un día enfermó de un cáncer al pulmón y lo lloramos retroactivamente, mientras Karadagian en la próxima pelea que antecedió a su partida, casi pone de espaldas al oso que le habían tirado como rival.

Vino por última vez al Estoril a tomarse un fernet, pero ya la muerte lo seguía y él sabía y todos los sabíamos pero, en el fondo, esperábamos, como cualquier héroe cualunque, que la Muerte le temiese y no se lo llevara. Se despidió de mi tocándome la cabeza y augurándome iba a salir bueno y se subió al jeep por última vez antes de entrar al Hospital y perder la batalla que ni se televisó porque ya el rating elegía que era lo que vendía más o menos. Luego, en un tiempo que no pude medir se supo que tenía una hija en un pueblo, una hija de otra, una tal Florencia cuya mamá había muerto antes que él y que la viuda, la mamá de Carlos fue y deshizo la tumba a palazos y lo vedó del descanso final, traspasándolo al panteón de los hermanos. La tal Florencia fue, durante un verano tema de conversación en todo el barrio, pero luego, con el vértigo de las clases ella misma desapareció de la escena donde se había colado y nunca le pudimos ver la cara. Mi amigo Carlos una vez nos habló y dijo querer conocerla. Es mi hermana al fin y al cabo, pero, nunca a los chicos se les abre la puerta de la verdad y quedó la historia trunca, sin encuentros, ni regalos ni película. Allí en los altos andamios debe andar bebiendo grapa don Francisco, que así se llamaba el hombre. Dejó su ropa salpicada entre un montón de cosas, el traje de astronauta enlutado y las abejas que se mudaron de barrio. Carlos viajó a Europa a encontrarse con su destino, cambió de sexo y se perdió en los canales de Venecia para reaparecer en postales. El otro hermano progresó, adquirió un lote y puso un bazar enorme que luego fundió por culpa de las putas.

Don Francisco, a pesar que no compitió nunca en las luchas, fue sin dudas mi mejor Titán.

Los Jettatores mueren dos veces


Tito la Spada se ha muerto de golpe y lo velan en la peluquería de la vuelta, la bandera de Ñuls sobre el cajón le tiende un aúrea marina por aquello de los films donde el ataúd cae al mar. Se ahorran la bandera. En cambio, por los dichos de los mayores descenderá a la tierra con él, abrazada a las maderas del cajón y la foto de todos los muchachos que luce agarrada artificiosamente entre los dedos del finado. Es nuestro primer muerto y no nos perdemos nada. Ni los percherones en la puerta, ni el crespón sobre los espejos, ni el aroma de las calas y las coronas saturando de muerte el recinto entabacado. Es nuestro primer muerto y nos lo dejan ver a través del vidrio: el espejo lo devuelve y se parece un poco a Boris Karloff con su barbita en punta, su frente alta, blanca, ya en otra dimensión. Empieza a garuar y como nos impiden quedarnos dentro nos cruzamos al alero de la carnicería cerrada, donde en los domingos solemos armar un cabeza a cabeza debido a la dimensión perfecta y las marcas de cemento en la vereda que delimitan el perímetro exacto para el match. Alguien aporta una de goma, de esas duras, negritas, que dejan un chichón invisible hasta que uno se acostumbra. -Jueguen respetando el luto, nos amonesta Doña Coquito, con su culo enorme de avispa señorial paraguas en mano, cruzándose hacia el velatorio. Lo hacemos, la pelota pica encabritada y como absorbe manchas de humedad detecta con perfección el sitio donde picó, convalidando el gol o no. Hoy está hecha una bengala heridora, como un animal rústico de piel brillosa que estuviese confinado en los bosques durante milenios y saliera hoy a la luz por algún encantamiento. Se nos escapa de las manos, nos ataca, nos perfora el pecho y la frente. Decidimos cambiarla, buscar una más suave y grande, una de plástico pero el ruido resultaría descortés. -Falta un gol, se queja Azuli que tiene el partido controlado y está jadeante bajo la garúa. Un solo golcito y la gloria de haberle ganado al Antonioni, el gigante negro imbatible. Se asiente y se prosigue, faltan segundos: un tiro corto para el pecho de Azuli que remata ya solo frente a un rival vencido y la pelotita como un demonio que brinca en un cascote, pega en el reborde de un balcón, salta al medio de la calle y al ser embestida por un Siam Di Tella que pasa justo sale disparada como bola de acero hacia el vidrio de la peluquería y hace estallar los vidrios como si se cayese de pronto un océano de cristal y hierro. Hay un silencio atroz; corremos hacia Alsina que ya es una boca negra ensimismada en las sombras de los altos plátanos y la casi ausencia de luz. La negrura nos hunde, nos protege. Recién nos detenemos en el centro de la plaza Buratovich, donde en la fuente reseca una venus de bronce parece acogernos. Nos tiramos bajo ella como en una trinchera: se oyen nuestras respiraciones afanosas. Arriba, sale la luna, ya escampó y advertimos el frío en nuestras remeras empapadas de sudor. -Deben estar buscándonos, articulamos como si fuésemos una patrulla de Combate. -Cagamos, aludo yo con mi optimismo lozano. Y saltamos la redonda fuente hacia la gramilla emprendiendo el retorno a la crucifixión: hay una mansedumbre de entregarnos, hartos de lucha y escondrijos. Vamos hacia nuestro destino -!Que ninguno arruge!, grito yo, que me gustaría huir a la luna. Al llegar hacia el velatorio nos recibe un camión de bomberos, agua por todas partes y vecinos atribulados. No sabemos qué sentir, si alegría por la muerte, por el suceso extraordinario, por la fortuna que tapa las pistas. Resultó que en el momento de entrar la pelota por el vidrio, se desmoronó el techo sobre los presentes y tras un cortocircuito se incendió el local. Afuera vemos a Troilito, el peluquero acongojado por la doble pérdida, la de su amigo y la de su local.
-No hay que lamentar víctimas, dice alguien.Suerte inusitada la nuestra, justo en el momento del impacto ardió Troya. -Se murió dos veces el Tito. -!Que lechuza!- No podía con su genio, se oye entre susurros.
Mi tío que ha estado fumando con otros en la esquina comenta por lo bajo ?Era el campeón de los yetas el finado, si hasta muerto dejó su legado, ¿eh?
Agradecemos a todos los mufas, los jettatores, los fierros del barrio y del mundo. -Lo único que no sé es que hacía esta pelotita cachuza dentro, dice un tipo gordo. Y nos descubre -¿Es de alguno de ustedes?, mostrándola averiada de calor. Negamos, negamos mientras hacemos los cuernos por detrás.

El cuadrero


A Gilberto Krass


Venía de lejos, siempre estaba llegando al territorio de las cañas, los techos de chapa, la perrada en los barrios bajos donde los micros se detenían para saciar la sed, embarrado el borde de sus zapatillas medio básket, su sonrisa de lado y el pelo larguísimo. Una mochila al hombro, rectangular por los cuadros que cargaba dentro y lo transformaba en astronauta y las manos flacas; invariablemente en camisa, sin frío, azotado por los huracanes y las ventiscas de frente. Esa voluntad de vendedor de retratos a domicilio, cuando era posible aún transitar los arrabales, lo hizo famoso y querible entre las señoras que se encantaban con su andar de fiera mansa, su canchereaje de mozuelo, sus historias de mercachifle con dignidad. A nosotros nos gustaba su leyenda. Era el Judío Errante, según oímos, pero desconocíamos lo peyorativo del tono. Nos habían dicho los curas lo ignominioso de lo primero y lo vanal de lo segundo: el universo sin el Dios sangrante de las iglesias era para los malnacidos y el caminar sin rumbo para los ateos. Eso oímos de boca de aquellos temblorosos curitas remendones de almas que teníamos cerca.

¿Qué pasa; qué hay de nuevo? exclamaba al vernos y se sentaba mientras fumaba y se sacaba el cansancio contando aventuras. Un día abrió el bolso y una mujer desnuda con el brazo detrás de su nuca apareció.

Es una Modigliani, anunció. Una gordita amarilla y rosa. Las Meninas, dijo señalando una escena. Después el desgraciado de Picasso la desfiguró. Hablaba de ellos como parientes, cercanos forwards campeones en trofeos. Era como si abriera un álbum de figuritas. Los soles giratorios en una noche azul y extraña. Es un Van Gogh, pobrecito, decía. Se rebanó la oreja y nunca vendió una mierda. Huy, estos Goyas, murmuraba silbando para si y nos corría el paño donde cotejábamos toros muertos, fusilados y lo que desconocíamos pero se llamaba aquelarre con una cabra reinante en el centro. Si ven esto los curas me fusilan, decía en una carcajada. Y nos hablaba del olor de la trementina, del júbilo cuando algún autor de estos vendía un mísero cuadro original, allá lejos y hace tiempo y que ahora estaban todos muertos. El vendía las reproducciones para honrarlos.

El Cuadrero, le decíamos. Ahí viene el Cuadrero. A pie, portando una figura de mago, ensuciado sus pantalones claros con algún salpicón, su camisa perlada bajo las axilas sudadas, alguna flor a modo de los carreros en la oreja, el pitillo humeante en sus dedos de gigante flaco y el tiempo para apoyarse en los ladrillos y narrarnos alguna andanza, alguna contingencia mundana, exótica, febril, elegante, cargada de romanticismo. Africa, las nubes, los santos irreverentes, las vírgenes que no eran tales, piratas, la revolución, el teatro y las artes eran su mejor ámbito. Un día nos animamos y le preguntamos sobre el tesoro. Ah, ¿el tesoro, eso dicen que busco?. ¿Cómo el de los faraones? Claro, lo dirán por ahí, en el club, sus familias. Es verdad, y estoy cerca de encontrarlo.

Hay un mundo chicos, hay un mundo mejor que está más allá, y apuntaba por detrás de los techámenes odiosos de las fábricas de plásticos o la avenida barrosa. Hay que descubirlo, hay que recorrer mundo. Estos son mis amores, contestaba cuando le preguntábamos por mujeres y se abrazaba teatralmente a los cuadros. Bueno, me voy a engañar gente, decía de un salto y nos palmeaba las espaldas, uno a uno, como hacían los técnicos de básket, los coroneles que veíamos en el cine, los galanes partiendo envueltos en la bruma de la noche y fumando, fumando siempre.

Hoy lo descubrí en un bar, con gorrita azul de pescador, bastón en ristre. A su alrededor, como si fuese aún aquel contador de cuentos, un grupo. Se perfilaba para prócer; había estimulado el arte, había ganado mucho dinero y perdido poco; había pasado madrugadas discutiendo sobre pinceladas y parlamentos, sobre peces y amaneceres. Me lo contaron cuando pregunté por él. No me acerqué, lo miré como quien avizora a Ramsés II aspirando de un narguil, bajo una enramada con el templo que cuenta su gloria detrás con escriba a favor, amantes en las galerías, escudos guerreros en las paredes, jeroglíficos escondidos tras los portones de hierro. Le puse la mano en el hombro. No se acuerda de mí, pero soy uno de los que encontró el tesoro, gracias. Y por respuesta solo atinó a señalarse la sien, como el arcón del oro legítimo y agregar si quería que le firmase un ejemplar de su libro. Luego me hizo llegar a mi mesa un vaso de vino. Desapareció con su corte. Ya no vendía nada más, creo que con su trajín había comprado, parcelado y revendido más de una vez al mismo cielo agnóstico, comunista y vital que logró al fin enmarcar y que será, igual que los reyes, enterrado en su catafalco, cuando los pinceles negros de las honduras terminen por fin con su retrato.

Fuente: Página 12

La mujeres siempre triunfan



Yo tenía catorce años y debía trabajar, por eso mis padres me enviaron a lo del doctor Monteleone, a su casa, a su estudio a ver si me ganaba los garbanzos en la escribanía. ¿Qué hacía yo allí? Diría que nada y todo. No limpiaba. Era mandadero. Solía atender el portero eléctrico que se multiplicaba en sus rings por toda la mañana. Luego, al mediodía, iba a los bancos a realizar pagos o trámites y pasada la hora pico me dejaban ir a almorzar a mi casa. Al otro día rendía los papeles y seguía la rutina. Creo que el doctor me descubrió y me pidió: había visto mi esmero entre ceja y ceja, mi seriedad y claro, la necesidad en los muebles de mi casa, las pocas veces que estuvo retenido en el living, por mi madre y un café torrado.
Allí habrá comprobado los cuadros imitación, las paredes sin reboque, el olor a comida y se le habrá ocurrido darle una mano a mi papá. Al que puntualmente le cobraba el crédito por la casa. Yo le hice creer que era aplicado, mi padre exageró "-Un técnico propiamente", dijo absurdamente para definir mi precisión. No pudo ser más desubicado. El DT que me dirigía habíame echado la semana anterior. Fue en un córner, marqué el primer palo y un negro -Pelé le decían- me anticipó y cabeceó a la red, -"¿Pero usted es puto que no marca?", gritó. Un fracasado de apellido Gamez. Lo cierto es que me saqué la casaca y me fui al vestuario. Nunca más pisé el club. Y me había puesto raro: Un huracancito rojo, lleno de humo y apisonada violencia me empezaba a ladrar en los intestinos.
Al otro día me trompée con Claudio, el gordo de la imprenta por una pavada. Por esas jornadas en que andaba en pie de guerra me pidió Monteleone. Los adultos confunden seriedad con contracción al trabajo. Laburaba en su estudio?casa de luna oval con entrada de vitreaux, una servidumbre extensa, especie de familia portátil que el doctor había fabricado tratando a todos bien, pagando en término, regalando de vez en cuando camisas para el chofer, cuadernos para la hija de la mucama, ropa nueva para Sarita la secretaria que se decía andaba con él a pesar de estar casada.
Un dios malefico, ponzoñoso, cobrizo y maloliente me condujo hasta la verdad, esa ganzúa que abre el cofre personal cuando solo uno tiene la réplica, pues se sabe, para la verdad nunca hay una llave original: La tal Sarita resultó ser la esposa del técnico que me habia echado. En el cordón de Castellanos dirimíamos la escena mientras una luna rojiza subía por los álamos. López razonaba como ante una batalla. "Si la mandás en cana lo jodés al técnico, pero también al doctor que decís es buen tipo, y tiene la hipoteca de la casa". Toledo extendió su mano con el gesto de los cuernitos. "Además de que se enteren que está coronado también te ponés en evidencia". Lo miramos, usaba una jerga magnífica. "Un técnico en el arte del análisis de los casos policiales", dictaminó Antonioni. "Termínenla con la palabra técnico", rogué yo. La cuestión es que se venía la noche, encendimos el primer cigarrillo y buscamos aquello que significaba hacer el daño sin que se sepa el causante.
-"¿Está buena la Sarita?", ofertó Lopez. -"Unas tetas así grafiqué". -"Bueno, con esas tetas y mi labia vamos a hacer el negocio", levantándose, magnífico con la idea, cerrándose la campera y feliz en haberle encontrado la vuelta al asunto. Al día siguiente suena el portero y abro. Lo veo a Lópecito con un morral al hombro como los que usan los carteros. Vacilé, lo miré como a un zombie. "Qué..¿qué haces acá vos?" -"!Carta para la señora Sarita Zampapietro de Gámez!", chilló estruendosamente. Al oir su nombre vino por el corredor, con sus labios rojos, su perfume a naranjas y su escote. "Sí, precioso, ¿qué es?. Qué raro ¿acá?".
-"Soy correo privado, señora. Suyo", extendió la bic sin dejar de mirarle los pechos; firme acá y alargó un papel. Los dejé en la puerta y me metí en el estudio. Regresó Sarita y no pude soportar verla abrir el sobre asi que salí como alma que lleva al diablo para los bancos. El sábado por la mañana me llamaron del club que vuelva a entrenar porque "Ese bruto de Gamez se rajó sin avisar y usted, mi viejo, sabemos si que abandonó el club fue por él y ahora lo necesitamos ya!", me urgía el Señor Floritti, el propio presidente del Horizonte Club. Jugué, hice un gol y por el atardecer vimos a López que venía fumando y nos invitaba a sentarnos al cordón. Contó todo, el anónimo escrito en la máquina de su hermana, la obligación que deje el club su marido caso contrario se iba a enterar que ella lo gorreba con Monteleone. Una luna enorme y perfecta crecía tras él."¿Y cómo habrá hecho para convencer al cornudo?", inquirió Toledo. Lopecito, mirando el humear de su pucho susurró. Estaba sobre el tobogán, las manos en la nuca. "Ah, las mujeres. Cuando quieren algo lo logran.. las mujeres. Qué tetas lindas que tiene la señora Sarita. Las mujeres, para que vayan sabiendo siempre triunfan, che".

En las alturas




El Chango Gazznick jugaba en las alturas, las de su metro ochenta y sus catorce años; lo empleábamos para los partidos difíciles y se dejaba llevar, coronado de gloria, homenajeado con una gaseosa y el regalo de una camiseta que le quedaba inexorablemente a la altura del ombligo. Se conformaba con poco. Le sobraba dinero, coraje y bonhomía. Aceptaba todo para no desairarnos, creo. Y sonreía, siempre sonreía. Nos protegía. Dejaba hacer. Era de una familia de gentiles, de puertas abiertas, con hermanos formidables y hembras esplendorosas en su pubertad, de culitos aéreos bajo las polleritas tableadas escocesas de la escuela. Todas mayores que nosotros. Allá en la superioridad de las alturas. Una familia constituida con frontón de lajas, casa de dos plantas, auto coludo en la puerta. El papá dentista y la mamá bioquímica. Familia de alta clase que desentonaba con nosotros, los del llano del obreraje. Lo habíamos conocido en un carnaval cuando disfrazado de extraterrestre nos acorraló en una bocacalle: sus hermanos salieron de las tapias con embudos de colores en la cabeza y nos cagaron a bombitas de agua. Luego se rieron hasta más no poder y nos pidieron disculpas, gesto desconocido para nosotros. Luego del refrigerio nos hicimos como hermanos. La cordialidad en nuestra conversación de gladiadores desconfiados casi no existía. Pero aquella tarde fuimos amables, felices y plenos. El padre nos sirvió naranjada y la mamá torta. Eran bondadosos en aquella casa. Y el Flaco Gazznick, un poco más grande que nosotros y patadura, nos hacía el favor de pararse en el área contraria y allí esperar la carambola de algún centro que le dispensaran para salir a festejar como si el cuadro fuese suyo y el campeonato del mundo estuviese allí, esperando al filo. El papá venía a buscarlo y por ende a los que entráramos en su Kaiser Carabella gris tiburón que le hacía juego con su boquilla plateada y el molar como un escudo refulgente. Nos dejaba en las casas o se empeñaba en que tomemos chocolatada fría, allí -en los fondos- según decía él, pero era un jardinazo, con almenas, fuente, innumerables ventanas, plantas exóticas y dos mucamas. Pero había eso que los chicos descubren en el aire rápidamente y se llama potencia del vivir, alegría de saltar o festejar por cualquier tontería. Eramos brillantes, imaginativos, elocuentes e inspirados a pesar de sentirnos un poco cohibidos, allí en la galería con adornos y helechos gigantes. Una negra de busto enorme en bronce nos mostraba sus prodigios; más allá una Venus delicada dejada entrever un pubis alado entre los nenúfares de yeso. En el aire había olor a jazmines. Fue el gordo Azuli el de la tontería. Sin que nadie lo viera se deslizó por algún hueco y se robó aquello, esa prenda que ostentó flameando en un palo al salir y dejarla entrever cuando ya estábamos de regreso, lejos de la familia Gazznick: una bombacha rosada, con bordecitos espumosos que se llevaba a los labios y debía pertenecer a alguna de las hermanas del Chango. Lo espantamos, se la quitamos y le dijimos que era un pelotudito sin clase, un negro tarambana pata sucia. ?Eh, ¿Que pasa?, gimió buscando ayuda pero nadie le apoyó la broma. ?Andá a devolverla, se plantó López. ?¡Y ahora!, terminó torciéndole la muñeca detrás donde los huesitos parecen quebrarse. Estaba rojo y le sacudía el brazo. Nadie intervino. Hubo un crujido. El coche frenó. Era el Kaiser y su dueño impidió la quebradura de un empellón. Parecía un lord amortiguando las batallas de sus criados. Nadie explicó, la prenda la sostuve hecha un bollo en mi mano, escondida para que no se enterara. ?No hay que pelear entre amigos, alargó el dentista a modo de sermón.
Por la noche, mientras la luna filosa largaba algo de claridad en mi pieza la hice oscilar entre mis dedos. Olía a jabón caro y vainillina. A prodigio, milagro, dinero, romance y melancolía: nunca tendríamos a su dueña dentro de ella, nunca ninguna dama que vistiera aquello osaría mirarnos siquiera, nunca oleríamos en la cama matrimonial aquel aroma. Nunca triunfaríamos en suma, ni accederíamos a los castillos que en las ventanas cuadriculadas custodiaban princesas vírgenes. Todo estaba lejos, en las mismas alturas como la testa del Chango que nos hizo ganar el último desafío, aún cuando nos ladrara, sonriente como siempre. ?Dice mi hermanita que los vio, que no pisen más la casa, que son unos choritos de mierda, ¿saben? Y que si lo hacen les dice todo a mis viejos o yo voy y los cago bien a trompadas, pero no me den bola, guiñó un ojo desde su montaña y nos zurró la cabeza yéndose. Yo la había llevado envuelta en un papel strassa para devolvérsela, pero ni me animé. Terminé arrojándola en una huerta.
Habíamos perdido el reino y al Flaco Gazznick que ya no vino ni a cabecear ni nos atendía cuando a través de la verja, como presos del otro mundo, le gritábamos si por favor quería cabecear para nosotros.

Islas a la deriva




Y pensar que tenía un poema tuyo acerca de una isla escrito sobre un cartón con tres agujeros de carpeta. Lo lograste, enloqueciste, que es la mejor de todas. Trabajabas en una casa de repuestos y escribías poemas a máquina, sobre las cartulinas de archivo. Pegué uno de ellos sobre la puerta del lado de adentro de mi pieza, junto a Jimi Hendrix, Kempes y la chica Clairol. Y vos te aparecías bajando del 218, escapando de la villa con el bolsito de cuero al hombro y silbando. Vos, el que escribías poemas y querías jugar en el puesto de Ramón César Bóveda. Levantaste los ojos de tu condena previsible de oler eternamente los zanjones, el agridulce aroma del viento cuando se levanta en el barrial y trae eso que ahora odiás: pobreza de vivir en la zona estrafalaria para siempre. Ahora que habías conocido el techo con guardas de yeso, cuadros de verdad,el aire acondicionado y la heladera casi siempre repleta. Dormías en una casa distinta cada noche, esquivabas regresar a tu caverna de Godoy al 6000 alargando el encuentro con tu pasado que estaba ahí a quince minutos del 218. Dejaste la práctica de Central por las tumbadoras. Tocabas para todos, escribías en esos cartones celestes del trabajo que conservaste un poco más, hasta que lo abandonaste y empezaste a vivir la bohemia en serio: no trabajar, fumar de prestado, dormir de sentado en un bar de músicos que salían de tocar en Radio Nacional y se mezclaban con los pelilargos, los primeros de jeans apretados. Vos y tus cartuchos con palitos de batería, vos que me conociste serio, empeñoso en olvidarme también de quién había sido hasta hace poco. Yo también había dejado el expreso donde despachaba estúpidas cartas de porte con olor a ratón y también escribía poemas con remitente impreso. Poemas sobre islas igual que vos. No seguíamos la campaña de Central, estábamos perdidos en otros territorios. Yo también había desertado de la gimnasia y el orden de los entrenadores fracasados. La jugada genial, el codazo entre amigos, la promesa de llegar a jugar en primera, el olor a meada de los vestuarios, la lucha contra uno mismo y la sensación que había otro mundo mejor, basado en una nada expectante: sin trabajo, sin club, sin futuro. Eso también era una vocación. Escribir sobre islas. Pegar los papelitos en la puerta hasta que los padres se cansaban de uno y nos tiraban el diario recién amanecido sobre las colchas, abierto como una mariposa gigante blanquinegra en la página de los clasificados. Y pensar que yo alcancé a entenderte pero te saqué de mi vida porque necesitaba andar sin companía; hacer el camino hacia arriba a la inversa como vos, pero no precisaba de la complicidad ni la camaradería, dos cosas que debilitan el trabajo en solitario. Redención o victoria. Porque se apuesta, es así: uno deja el trabajo, la familia y el fútbol, los amigos y la novia. Todos estigmas de salitre en la llagas, todas estampas peligrosas, todas casas cómodas donde echarse a cambio de una que es eso sobre lo que escribíamos: islas a la deriva. Familias diezmadas por un mal de cobijo que nos ahogaba: esa familia de pertenencia a una divisa o a un amor nos había dado la espalda y la negábamos. Pero, yo decidí que cada uno lo haría por su lado y a su modo. Dejamos de vernos. Yo me mudé, vos te mudaste pero a ciudades distintas. Hoy nos reencontramos en ese cable tendido que es internet en el último día del 2008. Estás en Italia, luego de cruzar islas e islotes virtuales y de los otros. Estás en cafúa. Podés escribir, te lo permiten. Saldrás en meses. Te quedaste con un vuelto de una recaudadora, cansado del vuelto de los otros. Me mandás una foto con la camiseta del Parma que es como la de Central pero horizontal, sonriente, un diente plateado. Debajo una camiseta blanca con el impreso de un isla.
Ambos logramos entrar en una. Como sea, pisamos su arena y nos quedamos dentro. Cuando regreses con la guita me prometés comprar una para ambos. Lo decís en clave, claro. Pensar que tenía un poema escrito sobre un cartón con tres agujeros de carpeta. Y que nadie, salvo yo, daba un mango por tu futuro.

El abundante cuerno del sol



La franja va desde el Monumento a la Bandera hasta el Macro, los silos pintados que simulan lápices y que fueran trasmutados en museo de arte. ¿Dónde va la gente cuando hay sol? Allí, a dorarse, a verse, a investigarse como en las viejas plazas de las aldeas. Hay un gimnasio que permite espiar muslos y transpiración light merced a una pecera que, ¡oh, paradoja!, da al río donde ya no queda habitante fluvial alguno.

Aquí en Rosario, en fin de semana, todo parece concentrarse en una franja junto al agua —hay carteles de advertencia de Barranca Floja o si se quiere un Barranca Abajo gardeliano—, mas la gente no resiste estar advertida y se aposentaa en un despeñadero tomando mate para tal vez morir con la bombilla en la boca: es la única forma de lograr el anhelo de salir en todos los noticieros.

Luego de la Guerra del Agro, la ciudad está calma. Los basureros piden aumento y en un acto de libertad dejan suelta la basura. Propician un arte entre gótico y modernista camino al norte: pilas sobre pilas negras plásticas. Hay un aire de impasse. Los artesanos no venden, los churreros tampoco, yo no compro ni un alfiler aunque las parrillas están hinchadas de gente devorando carne. “El gobierno pide tregua pero los supermercados no la dan con nosotros”, me susurra un dirigente de Amsafé, mientras lee.

Reticencia. Espera. Desconfianza. Es lo que dejó el piquete agrario. Por eso el sol: la gente viene a drogarse en el olvido como lagartos. Llegan con sus reposeritas, sus módicos 2 pesos para un agua, la radio incrustada en los oídos y a mirar el río que es gratis y grato. De repente, un aroma a infierno que ya nos tiene acostrumbrados: quema de pastizales y el humo lo invade todo. Parece un Blade Runner diurno: la gente casi ni se ve y las chicas elegantes huyen a sus coches japoneses y los pobres montan sus bicis donde suelen tener atrapadas con elásticos una radio futbolera o cumbiera al palo.

Sospechas. Un corredor de sospechas. Por el mañana, por el hoy, por el vecino. Alguien extrae un tomate y lo miran como a un príncipe. Otro arma un sanguche de jamón y corre el riesgo de ser ultimado. Otro con su pedazo de queso teme ser arrastrado hasta los yuyales por el perrerío. Como tiene la fama de ser una ciudad come gatos, hay un cartelito que advierte que los mininos de la zona están protegidos y deben ser devueltos en caso de tentación. Por eso los perros, expectantes.

Con la humareda disipada, todo vuelve a la normalidad. Parejitas ansían malamente ser llamadas a ocupar una mesa del bar bacán: la moza repasa la lista de espera y sus nombres los delatan: —El 13, Milagros. El 14, Candela— Así acceden sin vergüenza al premio de pertenecer a un sitio. Si esto no es humillación, yo soy Muhammad Alí. A escasos treinta metros, unos morochones se han adentrado por las rompientes para poder extraerle algo de comida a este río traficado de barcos imperiales con sus bodegas hartas de soja. Pasa un dandy en su bicicleta de 5.OOO pesos. Lo sigue un pirincho con una robada tal vez, hecha flecos. Ambos mundos en un territorio cuadrado, una parcela, un muestrario del universo rosarino. Los lavacoches lavan y repasan suntuosas carrocerías nunca ensuciadas. Una pareja con su prole incontable desciende de un fitito como quien visita Egipto.

Me topo con Cuadrante, un meditador solitario que está urgido por hablar. “La polarización del poder económico y su necesidad de un rédito político dan la sensación de que en el gobierno no había nada que salvar. Lo hicieron confusamente, tarde y muy declamatoriamente. De ahí, mi pregunta. ¿Cómo se defiende algo que el pueblo ignora? ¡El crecimiento del País Sojero está dado no sobre la base de una riqueza proporcional y una recomposición salarial en el mundo! ¡El Imperialismo está en crisis!”, me amonesta. —Claro—, retruco con lucidez. Me toma de los hombros como si yo fuese el culpable de alguna cosa terrible. “Todo es veloz y aún para la derecha es difícil establecer el enemigo, pues todos van mutando también y los bandos se han convertido en timbas multinacionales. Hay renegados de la vieja oligarquía, políticos zorros, todos aventureros, rapiñeros. ¡La soja puede ser un crecimiento pero zizagueante en cuanto deje de rendir! ¡La derecha aclara sus ideas con los gobiernos débiles!”—, me grita. La gente nos mira. “La crisis de USA con su poder aflojando las riendas, en retroceso, y su pérdida de horizonte en Latinoamérica. Por eso el alarde de la Cuarta Flota”.

Miro instintivamente hacia el canal. Me deshago de Cuadrante y me siento bajo una estatua. Una ciudad baldeada de dinero y de hambre a la vez. Ambos mundos. Un paralelo de luz y de sombras. Por la calle lateral se oye un tango tocado tal vez en un patio y unos pibes con sus patinetas pasan a mil haciendo sonar algo así como un acid jazz, pero intuyo que la denominación ya debe ser antigua. Precedido por una agradable melancolía me dejo llevar por la guitarra rasposa que declama el valsecito. Me arrimo a la puerta y al entornarla un grito me para en seco. —¡No entre que llamo a la policía!— aúlla el malevo aterrado, a la vez que suspende el rasguido. ”Guapos eran los de antes”, me digo y regreso al sol.

Justo cuando paso entre una troupe de ancianitas que con sus gorros con pañuelos enganchados tienen un aire de milicianas de Legión Extranjera, se nubla y sorpresivamente, truena y en segundos un granizo de pororó percute el paisaje. Se oyen chillidos, piafar de batallas, puteadas. —Ni esto, ni esto se puede—, lagrimea una vieja con su canastita en brazos. Un fieltro blanco, una capa espesa cubre lo que era antes la luz. Luego, comienza a llover y cinematográficamente vuelve a salir el sol. Todo en quince minutos. Lo que duró la batalla de San Lorenzo. En vez de caballada destripada observo las bolsas de basura esparcidas transformando la Avenida del Valle en un Guernica espléndido. —Espero que esto no nos arruine las cosechas—, dice una señora al marido. Reflexiono, hoy que se me ha dado por pensar. Pobres, como si el Campo fuera de ellos o de todos, como si la guerra emprendida fuera generosa, amable y pródiga con los que menos tienen. Solo nos queda un poco de sol y encima cada dos por tres se nubla.


Referencia ; Revista Zoom
Autor: Adrián Abonizio

Llegaron los marcianos




Aquel es, dijo la voz apuntando con un dedo sucio, señalándolo. Sobre la mira de hueso y carne pasaba el pibe dientudo, cabeza baja, de unos doce años más o menos. ?Ese es el nuevo, el de los marcianos. Quisimos conocerlo y lo llamamos. Se presentó muy seriecito y lo cotejamos como baluarte para nuestro equipo: no daba ni para alcanzapelotas. Esmirriado, lauchesco, con lentes culo de botella, camisa a cuadros y además con tiradores. Le lanzamos una pelota mitad como invitación mitad para sacarnos la curiosidad. La tomó con la rodilla y la devolvió al pie del lanzador. Aquello nos gustó. Nos sentamos al cordón de la vereda. Enseguida sin que medie invitación nos preguntó si creíamos en los marcianos. Su tema favorito. El que lo había detectado, Cornaglia, creo, propuso que nos invitase a su cueva donde tenía, según el pibe, de apellido Casas, un refugio para escapar de los marcianos. ?Antes la contraseña, propuso en la puerta del pasillo que nos conducía hacia una puertita roja, lastimada por el tiempo. Dijo unas frases que repetimos. ?¡Son amigos, abuela!, expuso con naturalidad cuando entramos. Repitió mucho los ademanes de silencio y nos señaló arriba, hacia un cuartito cerrado con candado. Extrajo de una cuerda que le colgaba por debajo de la camisa la llave y abrió encendiendo una luz. Por las malas novelas posteriores supimos que aquello era un ático pero para nosotros no era más que un lavadero adaptado. Un recio olor a orines de gatos nos recibió. ?Che, ¿No ventilás nunca acá? preguntó Toledo. ?!No se puede, seguro que van a espiarme los de los platillos y me hacen sonar!, contestó un enfático Casas. Aquello era un caos apilado: una mesa de arquitecto con marcas de haber sido cagada por palomas milenarias, ahora con guano seco, rollos de papel con mapas, un globo terráqueo señalado con redondelitos rojos, paneles de plástico, fotos grisadas de planetas, caras inconfundibles de extaterrestres con ojos de hormigas. ?Che ¿Y este olor inmundo? alargué yo que no aguantaba más el ácido. Un michifuz negro me contestó de un rincón. ?Está bajo los efectos del gas paralizante de los extraterrestres, explicó Casas. Toledo se cansó, todos queríamos salir a la luz ?¿Este aroma a meo es de tus marcianos también?, y largó la risotada. El pibe lo frenó con un topetazo en la panza. Parecía una ardilla desnutrida revelándose contra un oso. Me causó gracia su enjundia; todos le oímos chillar. ?¡No te metas con ellos! ¡Te van a dejar ciego como al gato! ¡O como a la abuela! ¡No los nombrés!, ¿Entendiste? Era advertencia y una afrenta hacia la mole de Toledo. Entrecerré los ojos pensando que lo arrojaría de un sopapo al patio. Tuvo un ataque de risa, en cambio ?Qué pibe boludo resultaste, farfulló. Y nos invitó a irnos bajando él mismo las escaleras. Cuando nos volvimos, Casas seguía arriba en su torreta con el dedo extendido, acusándonos, advirtiéndonos de algo. Salimos a la calle y se armó un partido enseguida. Como lo habíamos conocido lo olvidamos. Vinieron días de colegio con frío y esa semana anunciaron por canal Cinco que el sábado divulgarían el sitio de la fortuna escondida. Era un juego que consistía en que la firma de vinos Vaschetti, organizaba una búsqueda del tesoro en una calle que era dada a conocer a través de la tele. El afortunado que obtenía la llave accedía a un sorteo por algún premio ínfimo. Podría estar en la caseta de la luz, en un árbol hueco o dentro de un hornero, quien sabe. La gente, sin más que hacer, salía en malón a jugar y encontrar aquella esquiva y pelotuda llave. Lo oímos y saltamos de las sillas. Decían que estaba por 9 de julio, a la vuelta de nuestra casa. Corrimos, ya había una multitud escarbando toda la cuadra. Pasamos por la puerta de calle del pibe Casas y la encontramos abierta. Entramos despaciosamente. En el medio del patio con su gato muerto estaba él, meado íntegramente, temblando de miedo, tartamudeando que habían llegado los marcianos, por eso la gente corría en la vereda. Por eso la abuela estaba desangrándose, acuchillada en el piso de la cocina por los seres. Salió de una pieza un mayor, el padre seguramente, quien nos inquirió qué hacíamos allí, quienes éramos y que nos retiráramos inmediatamente. Era la réplica de su hijo. Pero con un vozarrón tremendo.

Cuando salíamos el tipo ya estaba arriba, en la puerta roja del cuartito y señalándolos nos repetía aquello de que habían venido por fin los dueños de las estrellas y aleluya, alabado sea el Dios de todas las criaturas infernales en sus naves espaciales, liberadas en el barrio para que nos arrepintamos de todos nuestros pecados, ahora y en la hora de nuestra muerte.

abonizio@hotmail.com

Abremente - Homenaje a Luis Alberto Spinetta



01. Plegaria para el niño dormido Liliana Herrero
02. Credulidad Rodolfo García, César Silva y Marcelo Torres
03. Cielo de ti Cecilia Zabala y Quique Sinesi
04. Los libros de la buena memoria Franco Luciani Grupo
05. Laura va Carlos Aguirre Grupo
06. Barro tal vez Marcelo Katz
07. Ludmila Banda Hermética
08. Jabalíes conejines F.Lerman, G.Liamgot y C.Rossi
09. Quedándote o yéndote Adrián Abonizio, S.Sainz y R.Aberastegui
10. Preciosa dama azul María Elía y Diego Penelas
11. Muchacha Alejandro Franov
12. Yo miro tu amor Javier Malosetti
13. Alas de la mañana L.Epumer, P.Aznar, L.A.Spinetta y C.Judurcha


Adrián Abonizio participa del Homenaje a Spinetta en el nuevo disco.

MI TERCER LIBRO



"Deportivo Pocho" del sello Ciudad Gótica bajo la anuancia del Instituto del Paraná.
Son relatos, cuya excusa es el fútbol en la preadolescencia, pero que intentan pintar una aldea, un barrio en pleno crecimiento como sus protagonistas.Las luces y sombras de una Argentina, que al ritmo del olor de potrero, se fue integrando o desintegrando con un fondo de repiquetear de pelota en los baldíos o en las esquinas

Recital en El Alma Bar



Éste recital se realizó el 17 de Septiembre de 1998 en el Alma Bar con la invitación especial de Pepe Tajame, prestigiosa voz rosarina del grupo "Sin anestesia", juntos cantaron la canción Camarines, obasionada por el público presente. El Abo sin bigotes parece otro no?

Cuadro de hitorietas




CUADROS DE HISTORIETAS


ROSARIO, HERVIDA EN CICATRICES Y CERCADA EN DISPAROS
HEGEMONIA AUSTRAL DE UN CUERPO DILATADO
MONEDERO LUNAR QUE GUARDA BESOS GIGANTES
OTRAS INQUIETUDES, BOCAS DE SOMBRAS
SABUESOS DE TU REUMA
TRANSPIRACION ENERGETICA
LAMPARA DE UN PLASMA DULCE

TE DEJÉ ASÍ , SUDANDO ESE CONSABIDO ACEITE QUE
LOS TERRAPLENES GUARDAN PARA LOS CONSTELADOS QUE PARTEN
Y UN POCO DE HUMO FABRIL PARA QUE LOS QUE LA EXTRAÑEN
ASPIREN AL DORMIRSE EN INCIERTAS CAMAS DE LOS ARRABALES
TE DEJÉ CON LOS CORPIÑOS A MEDIO FLORECER
Y FURIOSO OLOR DE MALVONES DE LA CALLE PARANÁ
CON UNA TAPIADA HERMOSA Y LOS BORRACHOS LLAMANDO
AL GUARDABARRERAS

FINADA BORDALESA PARA LOS AMADORES DE LOS BRINDIS
AMARILLA LUZ QUE EN LA NOCHE DE MATIENZO DICE Y NO DICE NADA
ROSARIO CAPERUCITA DE PIERNAS LARGAS
PISANDO HOJAS YA CREPITADAS EN MI AUSENCIA
ROSARIO GALPÓN DE FIRMAMENTOS QUE HACÍAN LLAMAR A LOS PERROS
DE BARRIO A BARRIO BUSCANDO EN LOS ASTRAL UNA RESPUESTA
Y YO HIBERNABA, ESCRIBIA EN LOS CUADERNOS
PERO TE ESTABA DEJANDO
MEDIA MELANCOLÍA ABIERTA, SÓLO LO NECESARIO PARA NO LLORAR EN VANO

LA OTRA MITAD , UNA LUZ DE ALUMINIO QUE PERCIBIMOS CON AQUEL
MI AMIGO QUE PARTIÓ HACIA DENTRO SUYO Y ME TRANSFORMÓ EN SU CONOCIDO
Y QUE HOY VINO A PONER EN MI PUERTA EL TIMBRAZO DEL ADIÓS
Y ESO QUE ÉRAMOS INMORTALES , ENDIABLADOS, JURAMENTADOS
CAPERUCITA VISIBLE APENAS
VIMOS TUS OJOS QUE NOS DESPEDÍAN
CRUZADA DE BRAZOS Y PIERNAS ESTABAS
INCLINDADOS TUS DECLIVES SOBRE UNA VEGETACIÓN DE GUIRTARRA ELÉCTRICA

TE DEÉ ASÍ, COMO QUIÉN HUELE LA BARRENADORA EN UNA MINA
Y SE SABE ÉL MISMO EL MINERAL A DESHACER
TE PLANTÉ EN UN CANTERO, A MEDIA NOCHE DE CUARTO CRECIENTE
JUNTO CON LOS PLANETAS QUE BULLÍAN EN EL VESTIDO
Y ESA MÚSICA COMO DE FANFARRÍAS MEJICANAS
TANGOS HECHOS CON LOS CUERNOS DE LOS TROLEBUSES
Y EL REPIQUETEAR DE LAS BOMBARDAS
ESTRUJÁNDOTE PARA SER COMO UNA NAPA DE ALGO DULZÓN
CON ESE TELÓN DY HIERRO EMBRUJADO TE DEJÉ,
CON ESA ESTACIÓN PARALÍTICA DEL OESTE QUE A NADA LLEVA
Y NADA TRAE SÓLO LOS CUADERNOS CON TIERRA
EN MI PLEXO SOLAR
EN DONDE TE ESCRIBÍA Y TE ENTERRABA COMO UN IMÁN
TE REMOJABA COMO UNA MANZANA, TE BEBÍA COMO UNA ENAMORADA
TE ESTABA DEJANDO
Recibimos algo de dinero, bienvenido por cierto desde Jujuy hasta de Europa e incluso horas de estudio gratis por parte de Paez, pero aun es insuficiente para terminar.Estamos en mitad del rio y la orilla no esta tan cercana:por ello a no decaer y de ser posible nunca sera negada una pequeña ayudita de los amigos.Gracias.

Mas adelante detallaremos los nombres de los ayudantes de naufragios que estan impidiendo que esto no se hunda.

...desde Barcelona.......



Este e-mail lo subimos a pedido de Adrián. No es la intención de publicar cosas personales, pero sin duda éstas frases movilizaron al capitán Abonizio .(he reservado el correo) pero desde ya me parece muy bello lo escrito por ésta fans-

To: abonizio@hotmail.comSubject: Miriam, desde Barcelona...Date: Sun, 21 Jun 2009


Barcelona, noche de sábado casi verano.
Mi hombre destrozado en la cama después de un ensayo agotador, me deja el tiempo y espacio de soledad habitada de la que me satisface.
Así que bueno, hoy le toca el turno a cierto grado de nostalgia lúcida, lo suficientemente lúcida como para mantener la presencia aún entre el cotorreo incesante de las carcajadas burlonas de la Miriam de fondo ante éstas situaciones. Impulsa, pese a todo, la pregunta (LAAAA pregunta), la que lleva al viaje interno conocido:

“Y quién era yo?”

Risotadas de la Miriam de fondo. Empieza a dolerle la mandíbula y el estómago (veinte años después, cortá el tango, amor).

Pero persiste, tenaz.
Gusto a mate en la boca.
Suena en el aire la voz de Adrián, con ésa inagotable capacidad de ponerme palabras y sonidos, ahora como hace 20 años. Que 20 años son nada. La tristeza que ves es la tristeza que traes…

Imágenes…mi primer cigarrillo intentando sentirme más mujer, más adulta (muy Lalo). Recital de Adrián, año 84’, mis 15 añitos y un derby 10 fumado en 3 horas mate mediante.
Mates infinitos entre los acordes tuyos.
La joven muerte de mi papá por ésos años de los que escapé..
La voz de mi vieja.
Los amigos de El Cairo.

Antes de irme del país me fui a Córdoba a dejar un barquito en un riachuelo de las sierras, con la nota “será su origen de bosques lejanos eso de andar buscando lo imposible”. En el Paraná me era difícil, ése no se deja abandonar. Poco después me subía a un avión rumbo al abismo, con el corazón en dos mitades que apenas pueden sostenerse. Y así siguen ésas jodidas mitades viejo, intactas. Elegí la libertad del desarraigo, bonita y jodida libertad donde las haya. Cada uno se divide como malamente puede.

Y te dejé haciendo el trabajo. Ya sé que vos por ahí ni te enterás, pero cuando me fuí te dejé encomendado el trabajo de ser y decir todo lo sos y decís, que de alguna manera a mí me permite ser y decir allí. Así la ausencia miente.

Ay, hermano! con mis 40 años igual que con 20, todo sigue siendo humo.

La noche y el deseo de escapar de todo no terminan nunca,
A veces me parece estar a punto de develar los misterios,
después comprendo que no hay nada como éste momento, fugaz, fugaz…
… …
Vine a buscarte y te encontré, Google mediante, el que todo lo sabe.
Esta noche llenaste el espacio,
y tomé mates,
y fumé mucho aunque sea del todo inconveniente,
y lagrimeé,
y sonreí,
y me reí,
y me conmoví,
y tuve sabor a mate en la boca,
Y me puse a soltar letras locas en papeles nuevos.

Ahí estás, qué alegría.
Aquí estoy y ahí estoy, más o menos.
Barcelona está radiante, calurosa y cínica.

Espero encontrar el disco de tu nuevo proyecto por las calles de Rosario la próxima que vaya. Y espero poder oírte, que un viaje a Rosario sin oír a Adrián es como un alfajor sin dulce de leche. Estupendo el blog, y estupendo el apoyo de Fito, que ya te lo merecés pero que muy sobradamente.

Un abrazo gigante que traspase todos los océanos de espacio y de tiempo que hagan falta…

Miriam

FITO AYUDA A ABONIZIO

Recibimos de parte de Fito Paez la ayuda consistente en tres días de estudio, inmejorable envión para proseguir-El disco empezó y se va emparchando con buena voluntad lo que se pueda.
Gracias a él y a todos.

Adrián Abonizio

Respuesta de fans desde Santa Fé

Pienso que mi propuesta debe ir al blog. Les hablo a los fans de nuestro idolo Adrian Abonizio , mi propuesta es que le demostremos entre todos los fans , lo valiosa que fue y es ,su musica en nuestras vidas , actualmente se encuentra con problemas economicos para grabar su disco .Ahora en las malas, se debe reflejar lo que sentimos por el , ayudandolo sus fans de toda una vida , pienso que juntos lo podemos lograr colaborando con $ 100 cada uno o mas si se puede , y en unos dias lo tenemos grabando su nuevo disco y todos felices .Ojala esten de acuerdo , Asi se dara cuenta , lo importante que es su persona y su musica en nuestro pais!!!

Marisa Artale

Mensajes desde España

Hola Adrián.
>
> Mirá vos lo que es internet.
>
> Poder agradecerte las letras de unas pocas canciones que más me
> abrieron el corazón desde que empecé a escuchar música.
>
> A ver cuando te pasás por acá, creo que hay gente con ganas de
> escucharte.
>
> Seguramente conocés el Café Central > http://
> www.cafecentralmadrid.com/ . Allí siempre hay espacio y buenos oyentes.
> Me ofrezco a hacerte la gestión cuando tengas ganas de pasarte.
>
> Un cordial saludo.
>
> Pablo Suñer.

ATENCIÓN EDITORIAL HOMOSAPIENS

ESTE ES UNO DE LOS TANTOS MENSAJES QUE RECIBIMOS
>
> Hola. Mi nombre es Virginia Balmaceda. Soy sociologa, de Rosario. De momento me encuentro en Alemania escribiendo mi tesis de maestria sobre rosarinos.
> Quisiera saber como comprar el libro "Aguafuertes del paraiso rosarino", quizas se puede mandar via reembolso a San Juan para que mis padres me lo manden. Intente comprarlo en Homo Sapiens pero nunca llego :-(
> Agradezco cuaquier infomacion, porque el aporte de Abonizio en la practica discursiva de rosarinos me parece fundamental.
> Muchas gracias!!!!!!!!!
>
> Virginia B.


>
Creo que se tendría que editar nuevamente el libro. Daniel Mura

Abonizio un artista que intenta variantes!!

NOTICIAS PARA FANS



El jueves 25 de junio en un sitio a designar , Abonizio, presenta el libro "Deportivo Pocho" del sello Ciudad Gótica bajo la anuancia del Instituto del Paraná.
Son relatos, cuya excusa es el fútbol en la preadolescencia, pero que intentan pintar una aldea, un barrio en pleno crecimiento como sus protagonistas.Las luces y sombras de una Argentina, que al ritmo del olor de potrero, se fue integrando o desintegrando con un fondo de repiquetear de pelota en los baldíos o en las esquinas

Próximamente Nuevo CD de Abonizio

En junio se empieza a grabar "La Madre de todas las batallas" nuevo Cd. del sello Típica.
Los músicos son: Carlo Seminara, en percusión.Mariano Sayago en bajo y Chula Vanegas en guitarras.Abonizio toca guitarras y canta, además de componer los catorce temas que componen el álbum.Son todos inéditos y soporta y mantiene con eficacia el sonido más el color del denominado "Rock nacional", esta vez incursionando casi en nada en matices folclóricos o tangueros.
En BsAs, está terminando "Embarcaciones" junto a Sergio sainz y Rodrigo Aberastegui.Disco que hace un año largo vienen derivando corriente abajo hasta culminar en el gran puerto de la edición que habrá de ser en julio.Ritmos latinos, brasileños especialmente con una tendencia acústica muy fuerte.Aquí Abonizio comparte composiciones, letras, arreglos con los demás integrantes en un tándem donde se intercalan y se mixturan las funciones.
Además., aquel postergado "Tangolpeando" -un disco de tango-aún espera ver la luz este año.
Tres proyectos distintos en distintas etapas de génesis y nacimiento.

Entrevista radial a Abonizio

Gracias a la gente de Una que sepamos todos


http://unaquesepamos.blogspot.com/

...como Gardel , "Cada vez canta mejor"...




Así es como lo pudimos disfrutar aquellos que asistimos al recital de Adrián Abonizio, éste viernes en la Isla de los Inventos con motivo del Día Mundial del Agua.
Como un espectador solitario llegué 10 minutos antes de la función, ubicado pude apreciar el exquisito público que atrae Adrián.
Público que no dejó de sorprenderse con la cantidad de nuevas canciones de su ídolo.
Fueron pocos los temas clásicos conocidos que interpretó y muchos los nuevos temas que saldrán en su próximo disco que está grabando junto a Javier Chulla Banegas, un joven músico que Abonizio presentó a mitad del recital, dándole lugar a sorprender al público con su guitarra y su clara y afinada voz.
Anticipos como El gran pez, Una chica MC Donals, o la canción del Conteiners dejaron a platea boquiabierta.
Canciones como La Villa de los Milagros (más actual que nunca) y el coreado Y ahora, fueron la más esperadas por la gente.
Abonizio interpretó una canción al estilo según él como si la hubiese escrito Nebbia, a quién por ser amigo se atrevió a componer una nueva canción Un niño en la cocina.
Hizo referencia a lo difícil que es llevarse con su productor “Ciro”, su hijo que allí presente no hacía más que pedirle que nombrara la palabra “Agua” por el Día Internacional de la misma.
Felices nos fuimos aquellos que extrañamos verlo por ésta ciudad, donde siempre nos regala su poesía, sus bromas ácidas y sus inolvidables canciones rosarinas.

Recital de Abonizio en el 1ª Festival Internacional de Cantautores en Paraguay




Doble click para ampliar

Éste viernes Recital de Abonizio en Rosario en la Islas de los Inventos, 21,30 hs

"Compartiendo el agua"
Rosario celebrará el Día Mundial del agua

Con muestras, conferencias, actividades para chicos y un recital a cargo de Adrián Abonizio, la ciudad celebrará el Día Mundial del Agua.

Rosario será el centro de un intenso programa de actividades vinculadas a la celebración del Día Mundial del Agua, establecido para cada 22 de marzo por la Organización de las Naciones Unidas.

Diagramada en conjunto por el Gobierno de Santa Fe, la municipalidad de Rosario, aguas Santafesinas, el Concejo Municipal y organizaciones ambientalistas, de usuarios y sociales; el programa prevé la realización de muestras fotográficas, de afiches alusivos y artísticas, además de la proyección de películas vinculadas a la problemática del agua, todo en el Museo de Ciencias Naturales “Dr. Ángel Gallardo”, en San Lorenzo 1949.

Fuente: Rosario.net.com.ar

Próximo recital de Abonizio en Santa Fé


ADRIÁN ABONIZIO Y MARTÍN SOSA: TROVA ROSARINA Volver
DONDE:
El Solar de las Artes - 9 de Julio 2955 - Tel.: 4554792

CUANDO:
13 de marzo de 2009 - 22:30

Adrián Abonizio es un musico integrante de la denominada trova rosarina, reconocido por su gran talento compositivo y por la calidad e inteligencia de sus letras.

MAS INFORMACION:

Adrián Abonizio es uno de los pilares de la trova rosarina por ser el autor de la mayoría de las canciones que grabó Juan Carlos Baglietto, transformados en éxitos rotundos para la historia del rock nacional y con un sello muy particular que sólo se lo pudieron dar artistas de un movimiento del interior que revolucionó toda una generación a través de temas como "El témpano", "Dios y el diablo en el taller", "Mirta, de regreso", "Canción de mate cocido" y muchos más..Su historial discográfico cuenta con cuatro discos, más una infinidad de participaciones en trabajos de otros artistas y no menos en la autoría de temas para otros cantantes de diferentes estilos musicales.

Esta vez trae bajo el brazo un trabajo de corte folclórico denominado "Cualquier tren a ningún lado" junto a otro escondido, vaya a saber por qué, artista de primera línea como lo es Sergio Sainz.

"Cualquier tren..." contiene una selección de temas compuestos por la dupla Abonizio - Sainz, como así también en solitario por parte de cada uno.

Encontramos una joya alguna vez grabada por Baglietto abriendo el juego y que en esta versión original del autor suena, quizás, una mejor interpretación, sin desmerecer la anterior. Tal es el caso de "No estamos a salvo" de autoría de Sainz.

Si hay algo que sobresaltar, además del espléndido resultado final de este CD por parte del dúo, es la excelente producción artística del multifacético Rodrigo Aberástegui con tan sólo veinte años de edad. Arreglos extremadamente cuidados para la ambientación de cada canción y la participación como cesionista y en los coros que lo deja en descubierto como un buen intérprete al mismo tiempo.

La sorpresa del último corte es un gusto del propio Abonizio dejando uno de sus himnos más conocidos como "Canción de mate cocido" a cargo de la interpretación estelar de Liliana Herrero y Raúl Carnota.

Si hablamos de invitados de lujo como los ya mencionados, nos encontramos al mismo tiempo con genios de la talla de Lucho González, Chango Spasiuk, Adrián Iaies, Mono Izarrualde, Rodolfo García, Virginia Álvarez y Mono Hurtado.


Fuente : corresponsal de Santa Fé: Marisa Artale

Próximo Recital de Abonizio en Rafaela



Es en la ciudad de Rafaela.
Hipolito Irigoyen 159 Biblioteca Estrada. , Sábado 14 de marzo 21 hs

Volver por Adrián Abonizio



Quisiera que mis amigos sean buenos y claros, de esa gente transparente, eficaz y sólida, pero no. No parece correr sangre alguna por sus venas. Son desconfiados, irónicos, altaneros. Hacen chistes presumiblemente geniales, insinuaciones mordaces certeras y se creen más allá de todo mal. Algunos trabajan de perdedores: sabemos queda bien. Otros son ganadores y no lo ocultan. Ostentan un racismo prudente y cuando lo exacerban es solamente por su humor negro, al que hay que soportar pues proviene de gente que ha leído y en todo caso, no son maldades sino contribuciones sociológicas. Mis amigos son solidarios con causas lejanas pero a las cercanas las obvian porque les atrae lo exótico. Son extremadamente derechistas, izquierdistas, brindan con alcohol caro cuando pueden y hay que soportarles las amantes, sus genios trasnochados, los berrinches de intelectuales, los rebusques para decir lo mismo con frases parecidas y sus sensibilidades especiales. No saben nada del mundo práctico, pero todo acerca de sus padres y en cuanto exactamente los han afectado, mutilado, castrado y otros ados que suelen utilizar. Quisiera que sean respetuosos con el prójimo pero se burlan; prefieren una buena escenografía de tragicomedias a poder intervenir para que alguna cosa mala deje de ocurrir. Viven entre avenidas y no van a ir más allá a mudarse. Se creen predestinados para algo absoluto y son una permanente promesa de que un suceso va a destaparse en sus vidas. Se consideran con luces pero agrisan en el atardecer y hay que darles vino para que no se terminen de entumecer. Arrastro a esos amigos de cuando era jovencito y creía que el mundo me debía algo que me había robado. Después medité y pensé que era al revés, para concluir que no es ni una cosa ni otra, sino un permanente mezclado de cosas, sin sentidos, malos entendidos, donde la piedad y la furia juegan en el mismo equipo. Yo estoy un poco harto de esos amigos, famélico de llaneza espero otros que no llegan y que me inflarían un poco las velas con aire puro. Soy consciente del porqué de mi elección: caí en sus redes de laberintos prefabricados y sus miserias que a la vista de sus encantos, se tornan perdonables. Yo estaba solo cuando los conocí y arribé a su círculo por una pollera que me pareció diferente y personal. Ahora es tarde, estoy atado a su falda; ella es la leona de un único mundo consistente en ellos, quienes por traslación se fueron haciendo íntimos. Mis amigos son eso y algo más: cuando uno escarba un poco y les raspa la pintura afloran lo que son: débiles, trastocados por teorías absurdas, machistas, feministas, nihilistas, artistas, arribistas y otros istas. Luego se ensombrecen iluminándose vagamente con ideas y posturas artificiales pero la parodia prosigue, porque según deducen es un fingir la vida y ellos son marionetas al viento, juguetes de un destino que los tornó lábiles, crueles, simpáticos, sabihondos, hondos, patéticos sin espejos. Debo abandonarlos pronto. He detectado una cosa a lo largo de todo este tiempo como de anestesia en que estuve en las cumbres de la estética, la ética y las formalidades de cosmogonías de sobremesa y poéticas sobre la existencia que te hacían sentirte exhausto, cómplice, casi un criminal solo por el hecho de vivir. Hace mucho que no veo fútbol: algo me pasa, algo me pasó. Me chuparon el cerebro con castrismos, castraciones y Castoriadis. Con significados, significantes, sigmunfreuds. Con comunismos, consumismos y confusionismos. Con alergias, alegrías y álgebras. Con posturas, proyecciones, predicciones. Con somatizaciones, sonorizaciones, sodomizaciones. Con siglas, siglos, sables, selvas, salvos, silbos. Me perdí en la telaraña en compañía de la máxima araña del amor, siempre expectante pero fría como una candileja apagada: restos de un romance ahora convertido en un examen diario sobre ecología, post Muro de Berlín, cine europeo medio y vanguardias. Esta mañana ella dormía, hasta tarde, como siempre y la descubrí vulgar. El hallazgo, lejos de aterrarme me tranquilizó. Luego evoqué al círculo de amigos y me dieron puntadas en la cabeza. Abrí entonces, en ese instante en que todo se hace sagrado, el diario en la página de deportes. Allí estaba el escudo de mi equipo: gallardo, arriba en un rincón, llamándome humildemente como en un tango. Y lo decidí; me vuelvo con mi vieja, al barrio y pisaré las tribunas que nunca debí de abandonar, entraré a las canchas nuevamente y me he de trepar al alambrado para aullar como lo hacía, cuando era lobo, tenía corazón y pertenecía a una manada más salvaje. La traición hacia mi club me será perdonada porque si bien he pecado, rezaré largamente para que mi contricción sea garantía de que nunca, pero nunca más he de abandonar los abonados campos de mi césped espiritual, donde me alimenté y sufrí, donde grité y susurré, donde aprendí a morir y matar simbólicamente, donde fui alimentado a chori y a coca y en donde mi amor no era eso que está tendido en la pieza, sino la piba del kiosco de la tribuna norte y que mis amigos, mis verdaderos amigos, ahora lo comprendo, no eran esos ilustrados arrogantes de calzones sucios sino esas otras siete, quince, veinte mil almas gritando todos juntos hasta ensordecer al mundo con el venerado nombre de mi divisa.
Autor: Adrián Abonizio
Fuente: Diario Página 12.

NOTICIAS PARA FANS





Además de grabar y componer Adrián Abonizio me pasa ésta info para compartir.

*) Finalizado está el libro de aguafuertes de la columna de Opinión del diario La Capital desde el período 2005 al 2007.Recopilacón sustanciosa que habrá de salir por el sello Ciudad Gótica.
*) Culminación de su novela corta " Tristes Lobizones" un triller sangriento y poético sobre un asesino serial, El Lobito, que mata al ver invadido su terrtitorio de caza.Se espera que en el 2009 salga a la luz.
*) Libro de POEMAS aún sin título.

Tóxico de fé



Tóxico de fe

Vengo insistiéndome
Disimulando y ostentoso
Parezco limpio
Asisto a los actores
Con un vaso de ceniza
Y otro de aleluyas
Vengo volándome
De a poco de a mordiscones
las pecas de mi dolor
Borrándolas
Con anestésicos
Ante los que urdo mecánicas tramas
En donde soy el sonriente yeti
El doctor viene de la sala
Él está redondo, rosa, marital
Con su confesionario a cuestas
Su esposa
Sus recetas sus modales de gerentes de poética
Y me saluda
Asiste a mi cabalgata
Me fascina con sus viajes
Atributos redondos
Genitales torcidos
Adicción con alpiste
Marcapasos de ombligos
Y caléndulas vomitivas
Soy mi ofrenda
Le insisto
En la alegría mortuoria
De acabar intoxicado entre sus líquidos
Pero él, mago con globo inflado
Asteroide de gas parlante
Guardián hipnótico
Me da una palmadita
Y como en un zoo
Me arroja una pastilla
Y va soltando una granza de bolsillo
En las otras jaulas


Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

Homenaje a Olmedo , por Adrián Abonizio




QUE ESTAS EN


Nunca estuvimos tan desarmados
Desamparados
Un ángel con la cincha floja
Tira del carro
Extrañamos tanto a Olmedo
Como un lado de juventud
Un milagro
O algo entumecido que de nuevo vibra

El poeta es apenas
La jactancia de una certeza
Falsa humildad del criador de perlas
Que troza fotogramas que no son
Extrae apenas una muela ficticia
De la boca de la vida

Y seguirá así indefinidamente combinando
Fotocopias de almas por sombras de sueños
Piedras transparentes por teléfonos de piel

Pero
Pero siempre pero
Me quedo corto a la hora de la hora
Y llega el lunes y se hace de noche
Y palpo a buenos aires tan
Abandonada
Tan deshilachada
Que necesito verlo de nuevo en la pantalla
Para asegurarme con un cinismo tierno casi diría exacto
Que solo aquí en la colonia mayor de la cruz del sur
Es posible que un vivo
Haga reír
A tantos muertos


Autor: Adrián Abonizio
Libro : Casa de fieras
Homenaje a Olmedo

Nombre propio


NOMBRE PROPIO



Tengo la tentación de haber escrito
Los poemas por otro
En ésta ciudad perdida
La gente olvida sus nombres propios

Fumo y perfumo el corredor
Con mi oliente incompletad
A la espera atestigua
La belleza duele en las entrañas
La detenida y pálida presencia
Olorosa como si viniera de mujer desconocida
Sopla en el cristal oprimido por el sol

Tendido como un cucarachón
Al que perdonaron ayer y hoy excomulgaron
Y lo pelearon y rayaron su pubis
Luego le pidieron dormirse
Con una filosa limpidez de aguja
Cae cae él cae caigo

Desde el adormilamiento
Desde el sonrosado torrentoso fin de luna
Calladamente desplomado en mi
Jubilado pardo del clavel, veintinueve años y una esposa
Si no es para tanto, apenas llevo raspada un ala
Qué problema profundo deja huella en éste silencio raso?
La guitarra depura un pañuelo vulnerado
Para tu cabeza de saussure
Tu inmovilidad de adivinanza que es tierra rotoamor

No jodamos, ábranme de esta cama
Que cae cae por el aire caigo
Tieso y sumergido de este acuario amable
De temperatura terrenal y peridural pasión
Aroma a pollo hervido santas liturgias pasaportes innombrables
Ropa de parientes murmullos y novias dispares
Mientras la cadencia de una enfermera lobuna
Musita “ Tócame soy tuya” pero sola dibuja un gesto
De profesional encuentro hacia el caído
Circunda el televisor que echa centellas
Dictamina el gráfico de armonía lobotomía
Seminomia en estado puro y desde la niebla
Imagino una veta incalculable de tesoro de carne
“quiero acostarme con vos” antes que partas
Pero solo me da un besito triangular en la frente
Por los inmolados
Por los arponeados
Por los cantautores
Por los corazonados



Autor: Adrián Abonizio
Libro : Casa de fieras

Miramos solos


Miramos solos

Tardarán
En abrirte
En mojarte
Circularmente
Cerrada y llovida
Movida como un dado
Sellarán
Tus manos
Profecía arrebatada
A una fe barata
Show de los muertos
Comediantes barbudos
Te pedirán que los pises
Que escribas epitafios
Que aspires
Enturbiada
Faraona tumbada
Por ese tubito
Manoseado como un diente
Y acabarás dormida
En brazos
en otra magia
En fin es cierto
Profetizamos con licencia
Dormidos
Y el agua
No nos deja ver
Más que palabras


Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

Botellas y almas queridas


BOTELLAS Y ALMAS QUERIDAS



Vinimos al lugar equivocado por error
Nuestra infelicidad
Consiste en reclamarle a ese alguien
Que está en lugar de nosotros
Un poco de aguante
Y de ternura
Ahora que a la luna la han roto
Comprenderás algo?
Sed de estar en otro lado
Sin la cara ajada y de limón
Somos la parodia de algo que no empezó
Catecismo del cinismo, palabrejas insutas
Cagadas de frío
Necesitadas de tener algo no sé qué
Pero tener
A falta de luces
Tener una combustión en cada mirada
Posadas sobre las maravillas
O los rastrojos
Si es que hay un cielo
También habrá quién lo necesite
Ideas astilladas que la cerveza apura
Y tus piernas desnudan
Carraspeado astronauta en mayo
Tu bufanda quedó enganchada en un aerolito
Y fue percal angélico y alcoholico
Tu frío
Alguien , quién sabe ella, un espectro
Te tiene que devolver tanta hermosura
Soñada anoche. Como los celos que el jockey siente
Frente a la gatera que ciñe el caballo,
Sentís la cobardía de la competencia
Y la soledad del viajador
Sabés que los domingos los patos hacen cola
Para estar primeros en la lista
Y que un zapato en el agua pesa menos que
Un cadáver de un ahogado
Pero es más siniestro
Sentís un tirón hondo en la zona de agua
Será un riñón gastado
O un anzuelo que ella tiró
Intentando pescar en tus profundidades
Sabés tanto que da vértigo mirarte.


Autor: Adrián Abonizio
Libro : Casa de fieras

Lugar común


Lugar común


Quién podrá oír tu voz maternal
Sabrán de tu luto es ocasional?
Un angelito es apenas
Quién bebe del vaso de los otros
Los contagia de plumas
De un optimismo a prueba de fracasos
O la mera moralidad
Son sabemos cuestiones de creer
O no
Territorio de la evanescencia
Es el sentir mafioso
Que encubre una belleza para salvar a otra
Ah chica leve
Cuánto esperé para decirte que
Lo que el enemigo vuelca
En tus costado
En tus oídos
Es solo diario carcomido
Tinta vana
Palabra trucada
Nada
Y estás sentada la ropa te ajusta
La negrura cae por tus piernas
Y sos chispa y perfume
Fuerte
No te detengas a verte morir hermosa
Antes del amanecer
Nada te ensombrecerá de rabia
Mi bella
Te mereces más que este piantado mundo
Yo te haré dormir
Yo te haré llorar.


Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

Insistencia



INSISTENCIA


Espero una orden de algún lado
Arenal caliente en mis sueños;
Creí que me dejabas, era en un teatro
Y Gardel cantaba con una rana en la mano
Después me desvelé, ví que dormías
Abrí el marco
Y era la empañada luz de la tarde
Escribí la memoria de los mitos
Sentencias en el idioma de los taitas
Historias pasadas por segundas manos borjanas
Un poema dedicado a la daga
y el último tucazo
Por un beso
Ya que los mitos aplazan los degollamientos
Y todo ese paquete absurdo llamado tristeza
Se lo comió la rana
Que estaba en tu falda
Y eso fue una señal redonda
Eso y un beso
Son la orden
Que esperaba
Soñando

Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras

Especie de gusto




Hay azafrán de color indefinible
Ángel del señor
Palabra combinada
Con mandíbula
Pez
Abrazo
Resaca de tiempo
Filtrado en una noche de velas
Surcadas y carmín
Pero carmín de las difuntas
Ahogadas en el canal
Llenas de azahares y sapos
Candombe de los santos
Eterno chiste ajado
Sobre la mesa de hule y lágrimas
Dejemos ya de amargarnos
Aunque nos guste ver
El lingote de carne de animal
En el antebrazo
El brazo del azar
De comer
De soñar
Humillados
Hermanados
Hijos de los confines
Donde la suerte desconfía de sí misma
Hay pimienta que en las olas te descargas
Necesito de tu fulminante
Comida
Trampa
Velocidad
Y naúseas
En tu cuello entero
Yo adivino todas las ciudades
Y los condimentos
Vuelo rasante tormentoso beso dado
Entre traficantes
Bautizadotes de las cosas
Esas que ya han sido cortadas
Y se disputan los pedazos
Bestias de veloz acuerdo
No hay entre nosotros
Más que amor
Y especias


Autor : Adrián Abonizio
Libro : Casa de Fieras

NOTICIAS PARA FANS





En marzo de éste 2009, bajo el sello "Instituto del Paraná" saldrá el NUEVO libro de Adrián Abonizio, relatos de infancia futbolera, recopilacón de contratapas del Rosario 12 durante el período 2008.El título tentativo va desde "Deportivo Perón", "Deportivo Pocho", "Las pelotas de la maestra" o "El fútbol silencio".La correccion y el armado cuenta con la participación del equipo de Ciudad Gótica, editorial local.
Finalizado está el libro de Aguafuertes de la columna de Opinión del diario La Capital desde el período 2005 al 2007.Recopilacón sustanciosa que habrá de salir por el sello Ciudad Gótica.