Especie de gusto
Hay azafrán de color indefinible
Ángel del señor
Palabra combinada
Con mandíbula
Pez
Abrazo
Resaca de tiempo
Filtrado en una noche de velas
Surcadas y carmín
Pero carmín de las difuntas
Ahogadas en el canal
Llenas de azahares y sapos
Candombe de los santos
Eterno chiste ajado
Sobre la mesa de hule y lágrimas
Dejemos ya de amargarnos
Aunque nos guste ver
El lingote de carne de animal
En el antebrazo
El brazo del azar
De comer
De soñar
Humillados
Hermanados
Hijos de los confines
Donde la suerte desconfía de sí misma
Hay pimienta que en las olas te descargas
Necesito de tu fulminante
Comida
Trampa
Velocidad
Y naúseas
En tu cuello entero
Yo adivino todas las ciudades
Y los condimentos
Vuelo rasante tormentoso beso dado
Entre traficantes
Bautizadotes de las cosas
Esas que ya han sido cortadas
Y se disputan los pedazos
Bestias de veloz acuerdo
No hay entre nosotros
Más que amor
Y especias
Autor : Adrián Abonizio
Libro : Casa de Fieras
NOTICIAS PARA FANS
En marzo de éste 2009, bajo el sello "Instituto del Paraná" saldrá el NUEVO libro de Adrián Abonizio, relatos de infancia futbolera, recopilacón de contratapas del Rosario 12 durante el período 2008.El título tentativo va desde "Deportivo Perón", "Deportivo Pocho", "Las pelotas de la maestra" o "El fútbol silencio".La correccion y el armado cuenta con la participación del equipo de Ciudad Gótica, editorial local.
Finalizado está el libro de Aguafuertes de la columna de Opinión del diario La Capital desde el período 2005 al 2007.Recopilacón sustanciosa que habrá de salir por el sello Ciudad Gótica.
Pescando tras el muro de la patria
El tipo, un cincuentón quemado por el sol; con la brasa entre los labios volvió a encarnar y arrojar la tanza lo más lejos posible. Cada atardecer, desde su viudez, ocurría lo mismo: cargaba el maletín de pesca en el renaulcito y se iba al muelle, a estrellarse en la confirmación de una liturgia del aburrimiento descolorido: ya no había pesca en el muelle de Rosario.
Tenía una manía, contar barcos. Una hora diez y 23 barcos de calado enorme. A razón de uno cada tres minutos. Ellos le estaban espantando las bogas. Habían dragado demasiado hondo para permitirles el paso a los monstruosos buques y ahora las barrancas temblaban de miedo a caerse. Y las redes finas que los pescadores menores habían puesto, luego que a ellos, desde las factorías, les habían puesto otras más finas aún para que no pase ni siquiera un feto de bagre, completaban el revés. Una guerra submarina para darle de comer a vacas de Europa, pescado nuestro aplastado, reseco. La bosta de ellas sería barrida por ignotos franceses, alemanes rudos, para ser tiradas en una acequia final. Ahí quedaba el victorioso Paraná. En esa ciénaga apartada. Los hijos del río yacían definitivamente hechos desperdicios, pero antes deberían de cruzar el océano en cubos olorosos a pez, licuados en una harina degradante.
Negó con la cabeza: no quería ver eso. Se lo imaginaba y le quemaba la razón. El Monumento a la Bandera, a su derecha, se encendió de golpe: le habían puesto una corbatita blanca consistente en una franja blanca con costados azules de neones, cosa que luciera como una bandera erguida. El puente, otro espantador de peces, también se encendió de golpe y el tipo tuvo en ese momento una nostalgia de lejanías tangueras: extrañaba lo que no conocía. Irse; ya era tarde. Conocer los puertos de mujeres exóticas y fragancias prohibidas, ya no podía. Ya no quería más desearlo porque en ello se le escapaba ese deseo de animal que olía a la esperanza por un mundo distante y tal vez inexistente, como contrapartida de éste, previsible, parado en el lanzadero sopesando que ningún tirón del otro lado de la línea le daría un vuelco en el corazón al fin y su confirmación de pescador de raza.
Los del campo estaban ahí nomás, de pie pero agazapados, las manos al frío, incomprensibles e incomprendidos, llamando a la gente junto a los guardarails y los tambores con fuego. Los del gobierno, se asentaban, cálidos en sus ministerios, tironeando una soga con olor a bosta. No se entendía el por qué de tanta saña. O sí. Uno tira diez gatos hambreados en un campito y sobreviven dos. Eso era esta guerra, la submarina y la terrestre. Comer, hartarse hasta explotar. No pensar en el mañana, engordar, morir sin morir. El que hace sufrir se muere, se solía decír para sus adentros. El era distinto. No entendía mucho pero hubiera resuelto mejor estas pendencias. No hubiese empezado la pelea o bien, hubiese sabido aplacarla con eficiencia si hacia él la dirigían.
El Rosario del General Belgrano estaba allá abajo, con sus baterías apuntando a la nada. Un gordito enfermo, loco y armando la patria de la nada, según había leído. La patria. Se le figuró un muro enorme, con agujeros de bala, pintadas y graffitis donde cada uno escribía o asesinaba o comía o hacía sus deposiciones según su credo. Pero el muro nunca se terminaba, encalado y ceniciento. Un muro que delimitaba vaya a saberse con qué cosa. Estamos encerrados en la patria, pensó. Y se sobresaltó. Dejó la caña y, como cada vez que un pensamiento gigantesco lo absorbía, tenía que sentarse y disolverlo, entrarle al centro. No era de hablar, era de pensar el tipo.
Así estaba cuando arribó al apeadero un colega. Venía de buen humor, fumándose el frío de la noche que se insinuaba. —¿Y? ¿Pican, amigo?—, le dijo sabiendo que no le contestaría, porque hace mucho tiempo que nada bueno estaba sucediendo en esas aguas con olor a sorgo descompuesto.
Autor: Adrián Abonizio
Instantáneas de Clonazepan
Las retorcidas palabras chuecas, las estridentes demencias de oratoria, las dudas, la paranoia, nos arrojan al dilema: estamos con o contra. Soportamos no poder ni asomarnos hasta Cañada de Gómez porque a fervorosos gauchos de encendido eléctrico se les ocurrió, en salvaguarda de la patria, impedírnoslo. Como moneda de cambio se nos ofrecía una presidenta repleta de tics que los azuzaba tratándolos de golpistas. Lock out técnico, cierto, pero una vehemencia litúrgica y exagerada también. Los mismos defensores del ambiente botniano ni mencionan al glifosato. Tampoco el gobierno. Botnia resultó un angelito al lado de Monsanto. Lo saben de ambos bandos. Lados, quise decir. Nadie dice nada. Los que van a perder su tierra no tienen voz.
No se dialoga: la Constitución permite acopiar la renta extraordinaria, los del campo apostaron y sacaron pleno: quieren todo. Bienvenidos entonces a la patria de los gritos. Se grita para razonar, para hacerse entender, para dialogar, para tener fe y para rezar. La patria del teflón, la del batón de empleada doméstica que golpea la cacerola por su ama, la de los montoneros sin y con Perón, la ridiculez de enjuiciar al gobierno por un algo izquierdoso que nunca hizo, asalariados sin salario, la de los bien intencionados y los creyentes, los dirigentes oligarcas y los maoístas, los de la solicitada a favor de Videla y los del grito de Alcorta, la de los sin casa ni agua acampados frente a la sede de la Gobernación santafesina en diagonal con el Rock and Feller Center en Rosario -ex centro de detención clandestina- y hoy elegante bar. No usan cacerolas: no tienen.
Binner habla como un Buda pronosticando tempestades y Reutemann que tercia como oposición cuidando, sin eufemismos, su campito. En el medio, una franja de grises. Vemos por tevé por vez primera las caras de algunos legisladores y me sorprendo pues no hablan tan mal como uno los imaginaba. Pero bueno, a uno lo tornan desconfiado. Taiana, con su carpeta donde dice Relaciones Comerciales aterriza en Portugal para emprender voluntariosos intercambios y se entera que mientras él volaba hacia las costas lusitanas, hubo acuerdo bilateral celebrado entre gallos y medianoche en algún galpón ribereño y entre muchachos pesados: un cargamento de más de seis toneladas de cocaína partió de Rosario hacia allá. Pavada de charlita como para romper el hielo habrá tenido el funcionario. Mientras, la Capital de los Cereales amanece bajo la niebla debatiéndose por el astro rey que no funciona más. —Importemos sol de Europa—, me dice un tipo, mientras le pega con los nudillos al diario como para amansar a las noticias que le disgustan.
Aumento del boleto de micro y el blindex o la alarma o el enrejado para los taxis. Una ciudad sitiada con un centro saturado de señores que con sus polarizados o sus matracas antediluvianas compiten por quién ocupa más espacio, camina menos y contamina más. Claro, el negocio de las maquinitas expendeboletas de estacionar es fabuloso. Y su adjudicatario es el ex menemista Manzano, aquerenciado en la ciudad. Entonces uno bebe el café abstraído y mira el cielo empollado de torres que crecen a golpe de maza y hasta puede asistir a la caída libre de algún pajarito humanoide. Pegado en una obra en construcción clausurada un afichito recuerda: “No somos suicidas, nos obligan a matarnos”, con el dibujito de un casco obrero. El D’Elía poderoso como un rey watussi, cortador de alambradas foráneas, trompeador y trompeado, con su vocecita, ha desaparecido de escena. Luis Barrionuevo asusta con otra CGT y Moyano se abraza con el gobierno en un final anunciado.
El café se enfría y uno recorre otras latitudes imaginando en qué mundo se estará mejor. Aquí dentro el ruido es insoportable: la máquina de café resopla como un toro rabioso, la música que se propaga es horrorosa, el parloteo es altísimo y la moza, hastiada, cuando corre una silla sin la gomita en la base de las patas es como si rechinara doscientas tizas sobre un pizarrón.
Mi medicación, ella me salvará. Recurro y la bebo como quien se traga una lunita mágica. —Tres sacudidas es masturbación—, decían los chistes de los mingitorios. —Tres pastillitas es adicción—, me digo. Pero son las once y mi clonazepán es el dios protector que me llevará hasta el mediodía sin taquicardia.
En la esquina me ofrecen DVDs de películas que se estrenaron anoche en las salas comerciales. También señoritas solas en sus departamentos, pero ya vi ambos films. Busco un sitio tranquilo, con aguas danzantes, aromas a mirra y silencio. Voy a la clínica.
—Está bien de la presión—, me dice el médico. —¿Está tomando lo que le indiqué?—, alarga, mientras bosteza. El también está harto de este spleeen sin ruidos de su consultorio. El hubiese querido ser investigador pero la vida lo fue cercando a este cuadrilátero de obra social donde se puede ser medianamente feliz.
—Este fin de semana me voy al country y me olvido de todo—, repite. —Usted, ¿adónde va?. —Nada, yo trabajo—, le contesto poniéndome el acorazado piloto para la garúa. Le doy la mano y se queda mirando el horizonte. —Ferraruti—, llama tarjeta en mano. —¡Ferrarutti!—, grita. Y la no llegada de Ferraruti lo desconsuela al punto de llamarme y pedirme si no le hago compañía un rato.
En la sala de espera hay una tevé que habla del dictámen de la 125 y emite señales de Poblete como un verdugo engrillado rumbeado hacia su perpetua. El doctor pone sus piernas sobre el escritorio y fuma.
—Ah, qué ganas de dormir la siesta—, alarga, mientras mira el vapor de adentro dibujado contra el de afuera, el que viene empujado por el humo de los pastizales desde las islas entrerrianas. Y, efectivamente, se queda dormido, con un fondo de patria sonora, debates, discursos, pacientes que se esfuman y clonazepanes que regala como al pan.
Autor: Adrián Abonizio
Fuente: Revista Zoom
Carnavales de la alegría
Reflexiones
No es verdad que los carnavales me ponen melancólico por lo que tuvieron de felices. No constituyen un pasado emblemático de alegrías pasadas ni fervor póstumo. No eran más que la vigilia de las armas en una semana de vértigo y novedad. Mi única melancolía fue comprender, en el amanecer de las cosas, que la pena verdadera estaba en el primer fracaso amoroso, la sordera de un país caníbal y que habría de caminar mucho y mal todo aquel no nacido en cuna de oro. En la escuela obligatoria y en la familia desarmada. La patria de la inocencia. La patria de las cosas mágicas. La patria del anochecer en que uno se dormía protegido por el retumbar de las comparsas que ensayaban en los barracones. Los carnavales no igualaban nada: mostraban lo que éramos.
Eran una droga poderosa: uno podía sangrar en una pelea que el Rey Momo lo curaba. A uno se le podía morir un tío que el carnaval lo amenguaba. O un padre hastiado molernos a patadas o mordernos un perro rabioso o caer por goleada que el carnaval todo lo sanaba. Ser chicos era una maldición de indiferencia. Lo único nuestro y poderoso era el juego de agua en la siesta, en que uno olvidaba masturbarse o mirar canal cinco, para salir a mojar chicas. Recuerdo que se evitaba gastar agua en las feas y ese estigma me duró hasta hoy: cuando puedo voy hacia una y le declaro un amor de paso como para redimirme. La impiedad y el sarcasmo, el erotismo, la victoria o derrota estaban en los carnavales. Algunos les ponían a las bombuchas piedritas o venenitos de paraíso para que doliera; otros pintura para que manchara y los más osados orina para que oliera. Yo despreciaba esas prácticas pero al tener una puntería endiablada, me solían contratar los más grandes como mercenario a cambio de fotos porno. Cuando me hastié del contrato vil (diez víctimas por una foto de la Sarli) escapé y allí, en el atardecer con olor de glicinas y el recio sudor que exhalaban los mayores que se habían estado corriendo con cubos de agua, descubrí la hilera de cantores que esperaban su oportunidad de inscribirse para trepar alguna noche al escenario. Cantaban cosas tremebundas, horrorosas, lúgubres, pero al ser carnaval la gente perdonaba esas letras mortuorias, esa vergüenza ajena mientras llovían serpentinas sobre sus cabezas engominadas de artistas y resonaban los compases fúnebres de sus vidas de tango.
Nada importaba, la gente era bestial pero feliz; los ignoraba o compadecía con aplausos, nada importaba y esos tipos habrían de ser prontamente olvidados en las postrimerías de una bacanal inocente y con luz de amanecer, sin sexo ni borracheras de cuchillos y en una claridad de patios mojados con la evocación de besos que no fueron. Mirábamos a esos cantores. Los veíamos pasar derrotados y pese a que veníamos de una carnicería y éramos curtidos soldados de línea, jamás se nos hubiera ocurrido burlarnos. ¡Ah esos cantores amateurs caminando la plaza del barrio cabizbajos, tomando agua de los bebederos porque no tenían ni para una gaseosa y regresaban a sus oscuros barrios metiéndose en la noche de los vencidos! ¡Ah, esos gorditos tímidos, esos flacos venosos, esos colorados refunfuñantes! Esa sí era una Señora Melancolía; era la derrota, la auténtica derrota de un pueblo. Lo comprendí después, cuando uno ya no vería jamás las cosas desde afuera. Una noche fuimos al desfile y pasaron mascaritas, marcianos con cabezas de engrudo, parsimoniosos carros con guirnaldas, triunfadoras gentiles de dientes blancos, reinas del disfraz perfecto, candomberos falsos con hollín en las caras, negros ficticios, todos seguros de sus vidas y el podio que los aguardaba. Entre la gente, cubierta su cabeza con una bolsa de nailon dura, andaba un tipo que besaba en la boca a los hombres. Aquello me sacudió, algo siniestro se estaba incubando bajo las farolas y yo lo había descubierto: era el margen, la pobreza, la miseria. Eran los cantores sin laureles, las feas a quien nadie mojaba ni sacaba a bailar, eran los mariquitas que debían esconder su cara.
Allí, en ese espacio perfumado, con estrellas simulando bombitas sentí que me alcanzó un rayo y me abrió una herida con la comprensión cabal de mi destino: jamás sería como los triunfadores, jamás me compraría un traje luminoso y jamás estaría del lado de los ganadores. Lo supe ahí, como supe también que escribiría para redimirlos. Eso marcó mi vida y signará mi muerte. Y la gente habla tontamente de los carnavales como con melancolía tenue, como la postal de un cielo perdido y maravilloso. Melancolía legítima en suma, pero no entienden la mía y es razonable: la gente en general elige a los ganadores, pero ignoran que la sombra que proyectan sobre ellos es de falso oropel, de un agua florida descompuesta y de un Rey Momo que se les está riendo en la cara desde siempre.
martes, 08 de febrero de 2005
Adrián Abonizio
NOTICIAS PARA FANS
Abonizio graba junto a Chula Vanegas y otros invitados el disco "Canción de cuna para murciélagos" a través del sello Atypica de Bs AS, su director Cristian Arce sacará además de este el postergado "Tangolpeando", cd de tango grabado en el mítico estudio Moebius donde grabara Almendra, una especie de Abbey Road criollo.Sobre los temas terminados Abonizio le agregó temas cortos, relatos bufos e irónicos, a ,odo de separador con musica de Martín Delgado del grupo San telmo Lounge actualmente en Europa.
Lo que el viento No se llevó
Recital en Vivo realizado en la ciudad de Rosario en el teatro Auditorio Fundación ,el sábado 20 de Agosto y 21 de Agosto creo que del año 1998, apesar de tener la entrada del mismo no figura el año del mismo.
Tocaron con lleno total Juan Carlos Baglietto, Jorge Fandermole, Adrián Abonizio y Rubén Goldín acompañados por Claudio Carbone en teclados y Ivan Tarabelli en pianos.
Hoy gracias a la tecnología y poder contactarme con gente maravillosa que han hecho posible que podamos disfrutar de aquel memorioso espectáculo.
Agradezco muy especialmente a Elba Nunci de La Cofradía y a Marisa Artale por poder
conseguir éste material tan preciado.
Para poder escucharlo solo tenés que ir al costado derecho de la pantalla y buscar en Playlist color negro que está por debajo de las Etiquetas.
Como ser rosarinos y ....
Luego, el tema femenino: si están las mujeres más bellas debe haber una matemática que nació espúrea: ¿donde están las que nos corresponden? ¿Porque no caen rendidas ante nosotros? Leyendas urbanas, fábulas de criollos machistas, nos decimos y contemplamos embobados la sombra cambiante de un edificio de hace dos siglos atrás caer sobre un contrafrente donde una gigantesca dama de Vanzo baila un tango imposible. Una aldea exótica: frente a mi casa vive Rita La salvaje pero nunca se deja ver.
Por allí desfilan cubanos, jamaiquinos, dominicanos fumando cigarros negros de hoja, deambulando, hablando en argot en las cabinas telefónicas, cambiando dólares. Marineros varados algunos, de paso otros, yo los miro como a la fauna de un país de oriente mientras escribo que este cronista, con el porte de falso atleta que corre junto al puerto, se va metiendo en la noche rosarina, estelar y de neones, con una luna arriba que parece va a hundirse en el Paraná.Regresé a Rosario hace dos años y ya parece que fue ayer.
A no ser por los carros de a caballo, por los revolvedores profesionales de basura plástica para vender parecería una ciudad europea, con sus torretas y sus alfiles y sus luces. En Rosario hay rusos, franceses, viajeros de distintas tierras que se han afincado; personas y personajes vaya a saberse atraídos porque raras flores.Temo que la frase aquella se haga verdad: "el progreso es bueno, pero cuando termina?"
Autor: Adrián Abonizio
Día de los Santos Inocentes
Yo ya había tomado la Comunión y se me mezclaban los sentidos: El 8 de diciembre a la vez que era el cumpleaños de mi madre, era algo de la Virgen, ascensión, natalicio o descenso, no recuerdo. Aún tenía la entrepierna paspada pues el trajecito gris que me habían dado era de sarguilla y ningún adulto supuso lo que significaba el calor, los hilos de agua cayendo hacia el culo mismo, la vergüenza de estar disfrazado y en el fondo, sentirse un pelotudo. Con mis primos decidimos huir al campito a quemarnos en los pastizales corriendo una pelota, sacudirnos las hilachas de la entrada a la religión y la adultez temida.
Ibamos con la número tres bajo el brazo. Comentábamos con risas el estado mental de la tía Eulalia. Pasamos por una tapicería: Nos debían allí el pago por la limpieza del patio y con él pretendíamos hartarnos de Coca familiar, luego del partido. Entramos; bajo el resplandor solar del mediodía las pelusitas bailaban entre los chorros de luz que penetraban por las chapas agujereadas. Había ese olor a lustrín y sudor. Entonces lo vimos: El flaco dependiente, el clavador de sillones, sucio como siempre estaba al fondo sumergido en su tarea tan concentradamente que ni nos oyó acercarnos. Uno a uno, extraía de un cajón de manzanas sendos gatitos que iba ahogando en el piletón. Alguien hizo un ruido o una mueca. Se volvió como una fiera sorprendida en pleno asesinato. -!Eh, para afuera, váyanse!...tenía la sonrisa amarronada y el pelo le cubría los ojos. Transpiraba, como en cámara lenta las gotitas de sudor caían sobre el agua del crimen.
Corrimos hasta la canchita y poco dijimos. El sol nos echó una bocanada de dragón y nos expulsó hacia la sombra de los paraísos en un rato. Era imposible jugar. No pudimos tomar la Coca, pedimos agua en un lavadero de remolques y regresamos por las calles de tierra. Al llegar a la puerta, donde la sombra de un gigantesco plátano amparaba del infierno, la tía Eulalia era mecida por una niña vecina, una mano en la Biblia, la otra peinándose los largos cabellos grisados -!Infantes míos! !Santitos inocentes! ¿Habráis visto el pecado de la carne entre las piernas de las negritas que traen esas caras de espanto?. En la galería había un espejo y allí nos miramos. Sofocados, la claridad impedía ver las siluetas. En esas condiciones nuestras facciones danzaban imperceptiblemente al son de esos gusanitos trasladándose de un punto al otro, aquellos que uno ve en el cielo si se mira mucho y fijamente. La gata barcina, la de nuestra Nona, maulló detrás nuestro, como preguntando algo. Entonces recordamos la matanza de ese día y nos echamos apesadumbrados bajo la escalera que era el único sitio donde la humedad impedía el calor.
Nos llamaron a comer. En los restos del pollo alguno creyó ver la silueta de un gatito. El ventilador hacía un ruido de motor de avión. Había música de los Wawancó. Comimos con repugnancia, envueltos en el giterío y la alegría salvaje de los mayores disputándose los restos del festín. Tía Eulalia callaba, rezando por lo bajo. Tío Diácono hizo un chiste acerca de su sexualidad dudosa y hasta hubo un instante de descuido para robarse una botella de sidra helada que pasó de mano en mano por debajo nuestro hasta que el Dany la sacó afuera y subió con ella a la terraza. Al rato lo seguimos pero ya se la había tomado toda. Moqueaba, no sé si por el alcohol, por él, por nosotros, por la tía, por la familia entera o el mundo y sus pesares. Nos dió a entender en su lengua de borrachín asoleado que todos éramos como aquellos gatitos, santos inocentes y predijo en el mismo tono que la tía Eulalia las terribles batallas que sobrevendrían. -...por los siglos de los siglos, a todos nos van a ahogar algún día...y eructó después. Al Dany lo tiraron desde un Hércules al Río de la Plata, cerca del año 1978.
La tía Eulalia seguía insistiendo que un ángel se lo había llevado hasta que se murió de vieja. Pidió ser momificada como una santa y exhibida en la casa de la Nona. Los tíos no lo permitieron.
Autor: Adrián Abonizio
NOTICIAS PARA FANS
En díalogo con el músico Adrián Abonizio, éste nos anticipó el lanzamiento de su próximo DISCO
llamado " Embarcaciones" , es un disco terminado que espera sello y que esta grabado en BsAs. con producción propia junto a Sergio Muerto Sainz en bajo; Rodrigo Aberastegui en guitarras y Adrián Abonizio en guitarras.
"Todos tocamos un poco de todo, cantamos, y compartimos composiciones y autorías diversas.Nos entrecruzamos en un trabajo donde están repartidas, inadvertidamente parejas, las canciones en cuanto a sus autores." (comentó)
Invitado en percusión figura Tomy Sainz, hijo de Sergio, actualmente en la banda de Javier Malosetti.
Esperamos conseguir sello y distribuidora para continuar el sino del anterior ·"Cualquier tren a ningún lado" mencionada a 2 Gardeles en mejor Disco de folclore, y Revelación del 2006.
Recorte Diario La Capital de Rosario
En la sección SEÑALES del diario se preguntó a importantes personalidades de nuestra ciudad, sobre que leer; (1) En qué lugar lograr el descanso deseado? (2) y qué música o película aprovechar sin apuro (3).
Doble click sobre la imágen para para ampliar.
Fuente: Diario La Capital de Rosario, Santa Fé (Argentina)
Mielamor
GIRA LA MIEL
OBTUSA
ESDRUJULA
CARNE CONDENADA A SER FELIZ
BRUJA TERNAL
FAROL INTERMITENTE
ENTRE VARIOS AMORES
COMO GUIÑOS
MIS CANCIONES
EN TUS PIERNAS DE BAILE
ENREDADERA SUBMARINA
CRESTA DE BARRO
CABALLO CIEGO
ES LA MUERTE
DE TANTO LLAMARLA COMERÁ
EN TU MONO.
CORTALA , DULCEMENTE TE DIGO,
EL PORVENIR REMOTO,
ES EL AYER DESPREVENIDO
ÁSPERA VOZ QUE GIRA
DULZURA DE AVISPAS
QUE SE HUNDE PARA CERRARSE
Y TAL VEZ EVAPORARSE
SIN DEJAR MAS QUE EN LA TIERRA
UNA MIEL
Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras
Cines bai gente media
el oído hace mella
resbala y se ciega
a todos los frentes
traslúcidos y frontal
como un grito de auxilio
larga el ceño la duda
la mascarada
gente arremolinada
gente de fes a plazos
media clase del domingo
sudando por imágenes de guerra
sonriendo ante el patético
cómico tropiezo nueva york
y el volver
con que los inaugura
el cantor de tangos
y por un momento
los reconoce
los aterriza
en su tierra, la argentina
mirá vos
no nos habíamos dado cuenta
a no ser por ellos
los de siempre
los negritos
que a la salida
piden
un balazo
Aplausos
como los pececitos en la pecera necesitan de otras manos
para llenarse el buche
Las maestras enseñan las marcas coloridas de los límites
pero desconocen los lardosos confines de sus broncas y sus ligas
a ambas muy pocos llegan
Nadie me llama para decirme que hice un viaje con buenos sentimientos
En las tripas. O te quiero y punto. Sólo ella, la mártil, a la que contesto
ausente, que sí , que ya va, que todo es ficción
Sólo ella me desespera
porque me desespera
Tragaluz en el desayuno
Es una islita ciega
tanta locura no llena
tanta geografía nos confunde
ambos no cabemos en una solo cabeza
Necesitamos de las dos
pero la mía sobra
Es el rastro de una mosca
aplaudida sobre un mapa
Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras
La vida difícil de un tigre de papel
Ex dueño de supermercados Tigre.
Francisco Regunaschi se hacía llamar Pancho y regenteaba desde su sillón la presidencia de la Cámara de Propietarios de Supermercados de Rosario y el Gran Rosario.Un título extenso que le habrá sonado a ínfulas de virreinato.
En 1989, en pleno saqueo, se quejaba de la ausencia de mano dura contra la comunidad hambreada y, más adelante, convertido en el príncipe de las góndolas, inauguró el primer super en la ciudad. Tigre le puso, vaya a saber basado en qué regias imágenes feudales criollistas.
Impartía justicia como un terrateniente, con un sistema de premios o castigos. Era el patrón y sus hijos, los patroncitos. “Sería incapaz de hacernos una macana, si es como un padre para nosotros”, murmuraban los incautos. Pero no se pagaban las horas extras pues eran el estímulo con que mostrar la adhesión al régimen.
Sucede. La gente tiene fe y cree que el que tiene más es el que más sabe. Y que por su abundancia es imposible que nos falle. Los Tigres se multiplicaron en la city con un hambre depredador inigualable. Se impuso el no descanso dominical. Pero aún las bestias saciadas se cansan. Vaya a saber si fue su desencanto por tomar conciencia de que habría de empujar mucho para enriquecerse más velozmente, la añoranza de plata dulce o la pérdida de fe empresarial, lo que lo llevó a vaciar paulatinamente sus cuevas: deudas acumuladas ex profeso, venta de herramientas y maquinarias, acaparamiento de insumos ocultos sin pagarlos, el silencio impuesto hacia sus asalariados, la creencia de poder vender sus activos al estómago extranjero y vivir sin estar condicionado nunca más al olor del sudor laburante o si la leche se excedía de precio.
Lo cierto es que don Pancho eligió vivir de rentas, excluido de la actividad: el sueño espúreo del inmigrante atroz, la bellaquería del vivo argentino, el liberal vaciador, el asesino invisible en cuotas. Mientras, los empleados, algunos expatriados con el retiro voluntario u otros desfondados o cansados de aquella vida, se fueron exiliando en otras changas. Otros, los sobrevivientes, cansados del rigor y en vista que perderían todo si no apostaban al menos algo, se empezaron a movilizar, juntándose de a cinco, de a diez.
Carlitos Ghioldi, ya un referente en el Sindicato de Comercio, vio el rayo en la oscuridad y se puso al lado. Cuaderno de bitácora en ciernes, estuvo a la cabeza y fue detallando la lucha en “Crónica de un conflicto en curso”, prolijamente, intuyendo que escribía la historia. Desde el prólogo, Osvaldo Bayer los saluda y se emociona. “Proeza de los hijos del pueblo”, resume en un lenguaje reminiscente, libertario. Lo cierto es que pasaron bajo el puente el concurso preventivo de acreedores, la Marcha de las Máscaras —con caretas de tigres debido a la persecución policial—, las gomas ardidas cerrando las calles, los retiros voluntarios, la flexibilidad laboral del traidor Menem y el paralizado De la Rúa, el apoyo a todo tipo de lucha similar hasta arribar a la apertura de un sitial con calidad de proyecto comunitario, y posteriormente Centro Cultural, Biblioteca, Teatro, Comedor Estudiantil.
“Jamás había visto una obra con actores o una muestra de escultura”, dice un trabajador. “Decidimos esta elección de vida para poder mirar a los ojos a nuestros hijos”, dice otro y el tercero alarga, sintetizando: “Acá se aprende a luchar”. Hay unos viejos cuadros apoyados cerca del baño, el televisor encendido y es mediodía. Entran los gorriones al comedor como si entrasen a un santuario: nadie los corre mientras saquean miguitas. El estofado es barato y rico. Guardan en la heladera, como en las viejas fondas, la bebida abierta con el nombre de su dueño. Y los cocineros, a veces, no te piden el vale de caja para darte la comida. Creen en lo que uno dice. Vienen de las trincheras, del frío, de la inclemencia, la enfermedad y de una patria horripilante, la de la cruz y la espada, que les diera la espalda. Sin embargo, no están ofendidos: hoy tienen esto pero saben que nadie los gobierna, solo ellos.
Esperan la Ley de Expropiación para Uso Temporal, lo que les garantizaría ser dueños de lo que los irresponsables abandonaron. “Elegimos no decir la frase Empresa Recuperada, sino Establecimiento puesto en marcha por sus propios obreros. Es más largo pero refleja la no voracidad empresarial. No somos nuevos propietarios, somos gente en lucha” resume como lo permite su verborragia Carlitos, mientras vestido de negro va y viene por las escaleras, puesto que, debajo, en la entrada del Centro Cultural, se están remodelando stands flamantes. Hay en el aire un olor a pintura estimulante, que es el perfume del posible bienestar y la victoria.
Paradojas. Nació como un tigre, quiso ser golondrina y terminó comido por un horóscopo leonino, escapado de la cárcel de los sinsabores, un 27 de julio, fecha en que abrió para siempre lo que en Rosario se conoce como La Toma, Tucumán 1349. Debería ser declarado Monumento Histórico Viviente.
La Toma. El chorro de un pequeño gran triunfo, porque la corriente del cambio va entre las piedras, parece estancarse a veces, pero nunca se detiene.
Pocho Lepratti un héroe del 2001
“Para lograr sus objetivos, los subversivos han usado las canciones de protesta, las historietas, el cine, la literatura, la universidad y la religión y, fundamentalmente, han usado, sin conseguirlo, el pánico.” Almirante Lambruschini, Diario La Razón, 3 de diciembre de 1976.
Pocho Lepratti es un ente mágico. Caja de encastres que funciona desde adentro hacia afuera y viceversa. Produce libros, pinturas, canciones, graffitis, educación de ojos abiertos en definitiva. Si algún santón y mártir ejecutado en antaño viviera diría de él, con una ironía tierna y sin pecar de apología: “! Bueno es vivir, pero así da gusto morirse!”. Y le convidaría un mate.
Es algo extraña esta reproducción: desaparecer para vivir, generar aún luego de la parca tanto torbellino, tanta fe en medio de la guerra, se asemeja a algo vinculado a una espiritualidad de altura. Claro que quienes lo tuvieron cerca lo extrañan, pero creencia al fin y al cabo, una bala espúrea abrió una herida y un camino multiplicador. Hay monumentos, cátedras, canciones, hits con su nombre. El, estimo, se hubiese sonreído con esto, pero las cosas suceden más allá de uno, de la ausencia misma.
¿Qué se imaginaba que Gieco le pondría en su recuerdo el premio Gardel a la mejor canción? ¿Qué sabía de esto el policía que le pegó en la tráquea? ¿Qué los de investigaciones que intentaron cambiar la evidencia haciendo pasar por casquillo de bala verde-goma lo que fue una naranja-plomo? ¿Qué el artista plástico Traverso cuando empezó a pintar las 350 bicis negras en memoria de los desaparecidos de la UNR para que luego coincidan en simbología con Pocho y su bicicleta errante?
Desde los asesinos hasta los pibes que comieron gracias a él, nada sabían que el 19 de diciembre de 2001 policías a cargo del móvil 2270 balearían la escuela donde había pibes alimentándose. Pocho sería la víctima premeditada y sin embargo el puente de sangre, el cordel invencible para atar a la gente entre sí en un abrazo de bronca y de justicia. ¿Quién sabría que luego esta pena se trasmutaría no en odio sino en construcción y vida? Milagros fuera del santoral. Destinos de flechas angelicales dirigidas hacia el espacio pero inscriptas en láminas callejeras, en pintadas, no en libros virginales ni sagrados cálices para el manso rebaño de las cosas congeladas.
Carlos Núñez lo recuerda y muestra las fotos cuando se inauguró esta casa: “Debe ser la única biblioteca que se abrió sin libros”. Pocho está bello en la foto, mirando la altura, rodeado de chicos. Está sentado en un banco, entresoñado. Resuenan voces: “Siempre recordamos ese día que se disfrazó de payaso para el Dia del Niño: había armado el comedor barrial y cocinaba. Estaba festejando eso”. “La primera vez que te vi, Pocho, rodeado de pibes me hiciste acordar a ET, por la ternura”. “Zafé de la droga, escribo en el diario nuestro y sé hacer pan”. “En diez minutos te organizaba un taller, una comida, una charla. A veces desaparecía con su bici: estaba multiplicando eso en otros barrios”. “Claudio no fue un mártir: fue un héroe que logra la inmortalidad en la memoria colectiva”.
¿Cuántas, cuántas hormigas hay pintadas en la ciudad que representan al Pochormiga? Cientos, miles. La hormiga gregaria con un fin supremo. La hormiga que acumula y a la que si le patean su casa, vuelve a reconstruirla. “Un mundo donde quepan muchos mundos”, decía Pocho con alocado razonamiento poético.
Su cuerpo está enterrado en Concepción del Uruguay desde donde vino, luego de abandonar los claustros y aún así elegir los votos de pobreza. Seguirle los pasos se hace difícil; si parece que estuvo en varios lados a la vez: protestando, curando, enseñando, contando, aprendiendo, animando.
Pobre de la policía que estaba como endemoniada aquel 19 de diciembre de 2001 entre los saqueos. Nadie los recordará con amor. Ni a sus jefes políticos. Les dijeron que el que mejor apuntaba y daba en el blanco tendría premio. No serán amados, los asesinos van a quedar sepultos y no entrarán a cielo alguno. Eso se sabe.
Claudio Lepratti, en cambio, no hay día en que uno no vea una pintada nueva que certifica que Pocho está, que Pocho vive, que le hizo un truco de magia a sus asesinos.
Anecdotario Nª 13: Cuando escribí... En tierra firme
Adrián Abonizio
Anecdotario Nª 12: Cuando escribí... Cantandolé a los vivos
Adrián Abonizio
Anecdotario Nª 11: Cuando escribí... Dormite patria
Hace por Adrián Abonizio
empantanado de éste, debajo
en la curva gastada del coral y más plena que ésta
hay uranio que proviene de las vírgenes
luz, auténtica luz de molino, del corazón
como esas pantallas que suscitan esperas en los bares
una veladura de suave manso vino
Hay otra vida, importunada de recuerdos
en los enlutados hombres que fabrican magia
y no lo saben o no lo dicen
van como silenciosas matanzas ven clarear las cosas
desde el timón de sus bicicletas
y son como desvelados grumetes entre las rocas
Hay una ventana abierta y te recostás
encontrás bajo tu almohadón una malla de dorado
con algas enganchadas y anzuelos y tanzas
rejunte memorioso de cuando eras chico
Poderoso ,claro ,ancho y diminuto allá en la caverna
en la indescifrable caverna de los días por venir
y que han llegado y son solamente esto: un cuerpo
para ser tomado a fondo , a fondo blanco
y un pecho que es de palmo a palmo una penitencia dulce del verano
una plaza a medianoche con bancos raspados de leyendas
y los banderines de otras tierras ornamentando la frente raspada
Hay otro mundo y nada se tiene en la vidas
sólo la arboladura de una ciudad que nos nació
la consistencia de una confesión
y algunos nombres propios.
Autor: Adrián Abonizio
Libro: Casa de fieras
Miedo del miedo - Adrián Abonizio
Hoy gracias a la tecnología, a andar preguntando y metiendome en páginas para poder digitalizar éstas reliquias, puedo compartir con un ustedes uno de los temas que durante mi adolecencia me acompañaron y ayudaron a entender lo que vivieron mucho de mis amigos que fueron a Malvinas.
Ojalá les guste, tanto como a mí y disculpen el sonido que no lo he podido mejorar más.
Daniel Mura
http://www.hotlinkfiles.com/files/2146719_g9gjo/iedodelmiedo-Adri__nAbonizio.mp3
Anticipo "Trinidad" - Abonizio - Bandera
Aquí va éste pequeño anticipo para todos los fans de Adrián.
http://www.hotlinkfiles.com/files/2146693_peovo/Trinidad-AbonizioyBandera.mp3
Espero que les guste. Me pueden dejar sus comentarios aquí abajo. Será recompensado mi trabajo.
Anecdotario Nª 10: Cuando escribí... Dios y el Diablo
Hambre de boemia, amigos que proveían de comer y el empecinamiento de fumar, y escribir toda la noche.
Adrián Abonizio .
Anecdotario Nª 9: Cuando escribí... Rieles
Anecdotario Nª 8: Cuando escribí... El Témpano
PARA MI AMIGO DEL ALMA, el ABO
Estimado poeta del verso rebuscado, que cambiaste mi vida,
recuerdo tus acordes que resuenan en mi cabeza,
tararié tus canciones, sin que nadie las sepa,
y me aferré a tus letras para marcar diferencias,
Enalteciste una época de cantores de barrio,
hoy nos faltan poetas que nos escriban quimeras,
en tú mundo amarillo me enseñaste que el azul canalla,
brotaba de tus lapiceras,
le cantaste a tú mami, al amor, y a la maestra,
a valores que juntos mamamos por Echesortu,
trovador rosarino que cantaste mil historias,
recorriendo nuestra patria con tus musas arrabaleras,
Hay quién junta monedas, estampillas o piedras,
hay quién se muere en alcohol, en juego y en piernas,
yo junté los recortes, los archivos y las letras,
y me mostraron otras realidades que aunque no supe escribir,
desde mi corazón de barco, las sentí a tú manera.
Autor: Daniel Mura
20 de Julio de 2008.
Recital de Abonizio en " El sitio" - Ramallo
http://elvio-elvalordelapalabra.blogspot.com
22 de Junio de 2008
Gracias Elvio por tus palabras.
Anecdotario Nº 7: Cuando escibí ...
Anecdotario Nº 6: Cuando escibí ...
Anecdotario Nº 5: Cuando escibí ...
Yo no era ni una cosa ni otra , pero sí me sentía "afuera" como él, esperando en los caminos un golpe de suerte con que cambiar de vida.
Entrevista por Alumnos de 4 "A" y "B" del Colegio Parque España de Rosario
Entrevista : a Adrián Abonizio
1- ¿A qué edad diste tus primeros pasos musicales?
A la edad del colegio con el grupo que participaba de los actos escolares, para luego seguir fuera de los claustros, ensayar, estudiar música y así jugando y practicando la amistad y la composición a la vez.
2- ¿Qué papel jugó la música en el desarrollo de tu infancia?
Mucha. Ya que no había reproductores de música se oía solo radio y por ende la audición era variada.En aquella época, aún los temas mas pasatistas estaban mejor confeccionados que cualquiera de los de ahora.Y los programas que se oían constaban de orquesta en vivo, lo que le otorgaba un carácter de “primera mano”.
3- Ser parte de la trova rosarina, ¿fue fundamental en su carrera musical?
Definitivamente.Te da pertenencia
4- ¿Crees que tu obra con la trova fue el detonante para el nacimiento de una nueva música en Rosario? ¿Cuáles fueron los fundamentos de ese movimiento musical?
No sé si “nueva música·” pero sí que ocupamos un lugar que no había.Y fue una convergencia histórica interesante de ahí su particularidad.Por otra parte nos “descubrieron” de Buenos Aires y como somos dependientes de aquella ciudad generó más atención.Pero el germen estaba y tarde o temprano se iba a propagar.
5- ¿Cuáles son los beneficios y las pérdidas de desarrollar una actividad artística en Rosario?
Por un lado te da continente, referencia y cercanía por el otro te limita el horizonte.Para componer, escribir o tocar cualquier lugar es bueno.Cada uno debe medir si tiene la fuerza para irse o para quedarse.Son decisiones muy personales.No creo en los chauviunismos ni defensas a ultranza del sitio donde se ha nacido.El artista es un buscador, por ende, puede tomarse la libertad de salir al camino.
6- ¿Quién o quiénes se deben hacer cargo de la transmisión de la cultura en una sociedad?
Todos, tomando como cultura a un modo de hacer las cosas o la vida misma.Los referentes artísticos de un lugar deben estar atentos a los cambios en la cultura y ser eficaces a la hora de retransmitir esos movimientos imperceptibles.Descreo de los “artistas oficiales” que trabajan para próceres o los ponen en ese lugar.
7- ¿Cómo componés una canción? ¿Cuál es el detonante que necesitás para componer?
La canción es un ejercicio espiritual y estético que debe hacerse con asiduidad más allá de los resultados.Es como comer o dormir: necesario.De allí que la “sagrada inspiración” es o debería ser resultado de un trabajo cotidiano, arduo a veces y por lo general idealizado.Yo me obligo a componer.
8- De todas las actividades que realizás como compositor, cantante y escritor, ¿cuál es la que más disfrutas?
Escribir te da la soledad necesaria, tocar en público es un riesgo placentero.Ambas cosas en mi caso se complementan y las busco.
9- Si el día de mañana tuvieras que abandonar la música, ¿qué harías? ¿a qué te dedicarías?
Guarda fauna o alguna actividad cercana a la naturaleza.
10- ¿En qué etapa de tu carrera musical te encontrás hoy?
Siempre más adelantado que la realización en objeto de la creación.Tengo tres discos terminados y compongo mucho, de ahí que cuando salen, me “atrasan” como un mal reloj.Pero, siempre aprendiendo.Y con esa buena disconformidad que te empuja a seguir mejorando.
11- Hablando un poco de actualidad, ¿qué solista o banda pensás que está siendo productivo musicalmente?
Muchas.Hay un impasse en el folclore, en el rock y en el tango muy interesante.Se están combinando, fusionando y no se respetan los límites, en algunos casos, por suerte.
12- ¿Qué música no debería faltar o sería imprescindible que escuchen los jóvenes?
Beatles, Yupanki, Goyeneche,Chico Buarque, Jao Gilberto, Frank Zappa,Gershwin, Miles Davis.Utopías musicales lejanas que estan en la cumbre mientras que lo que difunden es de lo más oscuro en cuanto a composición, actitud y liberación del alma.
13- ¿Qué música te gusta escuchar?
Cualquiera, de cualquier lugar que sea con tal que me guste.Oigo más instrumental pues como trabajo con la palabra es un descanso oír algo que no sea la voz humana contando algo.
14- ¿Hay algún género musical que identifique a los rosarinos?
No sé........es muy arrogante decir que la Trova lo es.
15- Si tuvieras que salvar o elegir una canción para el futuro, ¿cuál sería y por qué?
Una sola es difícil, pero pongamos Let it be. Dejalo ser.Dejar ser lo que cada uno quiera o pueda;no poner trabas.Ni impedir, Ser generosos.Repasar nuestros egoísmos.Contribuir a algo mejor.Pasar por este mundo haciendo un bien, chico, minúsculo pero necesario.En algún lado queda escrito y sirve.
16- En tu canción “dormite patria” hablás de la relación del niño, la escuela, y la argentinidad. ¿Cómo creés que se relacionan los niños con su patria hoy?
El concepto de patria es amplio.Lo usan los traidores políticos también.Una cosa noté: que en cada región del país los chicos se relacionan con los símbolos patrios de diferente manera y en el interior más lejano del “centro” esto es Buenos Aires el respeto es mayor, como si se comprendiera mejor la patria.Es una sensación.
17- Actualmente se elijen carreras para el desarrollo de una profesión u oficio que garantice un ingreso económico importante. Muchos jóvenes apartan su verdadera vocación artística en la búsqueda inmediata de una entrada de dinero segura. ¿Qué consejo le darías a quienes tiene vocación de artistas pero dudan en el momento de tomar una decisión?
Wall Street es la respuesta.La especulación, los negocios que van en contra de la salud de la gente terminan mal, en este o en el otro mundo.
La única felicidad posible es poner todo el empeño en lo que uno deba ser.
“Nunca amés sin esperanza” dice el dicho.
Realizada por vía e-mail en el mes de Octubre de 2008, por idea de la maestra de Música Profesora Susana Francesio, del Colegio Parque de España de Rosario.
Café : "La Buena Medida" con Adrían Abonizio
Crónica del recital en Morrison Bar por Marisa Artale
Gracias a nuestra FANS N° OO corresponsal en Santa Fe.
Recital éste Domingo en Santa Fé
Ciclo "En versos y trovas"
presenta a...
ADRIÁN ABONIZIO
Domingo 30 de Noviembre de 2009 - 21.30 hs
"Morrison bar" 25 de mayo 3428, Santa Fe
Crónicas Rosarinas: La fermosa Formosa
Por Adrián Abonizio
Cuando dije que me iba a Formosa faltó poco para que me recomendasen la vacuna contra la fiebre amarilla o la sugerencia de grabar sonidos de monos aulladores.
Pocos conocen a alguien que haya ido a Formosa. No es ni siquiera una provincia olvidada, es solamente la no recordada. Figura en álbumes familiares de remotas casas donde su dueño está retratado bajo el sol, surubí en ristre. Donde jugar un partidito de fútbol a las diez de la mañana con 48 grados de sensación térmica puede ser una experiencia límite. Como cenar yacaré, mientras las barcazas del contrabando suben y bajan de Alberdi, Paraguay, donde se consigue una imitación posible de cualquier cosa.
Un rosarino se debe cuidar en el lenguaje ante todo. El habitual “boludo” o la expresión cordial “¡Qué hijo de puta!” pueden hacer crecer un muro alrededor nuestro. Las tres etnias que comparten el lugar viven entre los demás pero apenas si hablan con la comunidad. Pero se llaman “hermanos” entre sí. Son los tobas, los wichis y los pigalás. Entre estos últimos, un amigo al que intenté vanamente hacer hincha de Rosario Central apelando a los colores vivaces de su enseña, me susurró que no está en su lengua el uso frecuente de la palabra amor, sencillamente porque pareció sugerirme que lo que está no se expresa. Está implícito, de ahí que al nombrarlo se lo desgasta. Las Lomitas es un paraje hechizado y son frecuentes en sus cercanías los accidentes viales: es lógico, pues en su alcaidía estuvo recluso el presidente más mufa de todos los tiempos y también el más temible por su capacidad de daño: Carlitos Saúl Menem. De su hijo putativo se dicen cosas como que baleó su propia casa para llamar la atención y que no puede dibujar ni la O con un vaso, dado la acatación a su negativa de retener algo de los magros estudios cursados. Ahí lo tenemos, en Buenos Aires, engordando con nuestros dineros, derrapando coches lujosos, haciendo crecer su imbécil fama de virilidad.
En Formosa florece el lapacho de tres colores, y la estación fría se llama invierno mientras que a la de verano le dicen familiarmente “infierno”. Hay en primavera un llamado al oxígeno y la luz, mientras para el fumador es un paraíso enmarcado en humo: en muchos bares es frecuente extraer un cigarrillo y pitar, mientras se mecen las palmeritas bajo el asador del cielo. Un cartelito anuncia “Si se va a embetunar no se saque los zapatos”, dado que era costumbre que el lustrador se los llevara fuera, a la vereda, para darle más enjundia a su trabajo.
—Hay tres Formosas—, me ilustra un maestro de grado. —La del estado brasilero de Goias, la isla de Taiwán y esta, la “fermosa” como le llamaron los españoles.
Yo le enumero todos los Rosarios del mundo y le gano por abandono: el sol del mediodía empieza a caer y huímos hacia distintas madrigueras. Paso por la Cruz de las Avenidas que de noche intimida por su descomunal tamaño encendido y de día se asemeja a una instalación postmoderna. Lo cierto es que, tras el cenit y hasta las cinco, todo se cierra y el averno con sus diablitos de tizne gobiernan la calle. Ni el Pombero asoma.
Leo un aviso en el Mediodía, diario local. “Se hacen sepelios a domicilio”. Intrigado, pregunto y me dicen que es común sepultar a los deudos en casa propia, de ser posible en los fondos.
Qué lejos y qué cerca estamos de entendernos. Parte de una Argentina ignota que solo aparece en algún documental, con sus palmares, sus flores exóticas y sus cercanías con la selva: un mar interior tan nuestro como desconocido donde la resignación y el cariño por las cosas propias constituyen una extraña mezcla. El llamado, como cualquiera que sea de altura, supera todo: se arman grupos de música, de teatro, cuyo horizonte es la ruta que limita al sur o con las boyas verdes que en la noche delimitan el río Bermejo. Un cable invisible cortado que a nada comunica.
Formosa era, en mi aula inicial, un rectángulo pintado de rosa. Más sabía de la 9 de julio que del lapacho, mucho más del actor de moda que del wichi alucinatorio vestido de monte, de animal mágico, en su fiesta principal.
¿Quiénes somos? ¿Qué elucubración monstruosa nos dispuso así, tan lejanos, erráticos los saberes, tan dispares y tan desconocidos? ¿Por qué miramos a la otra gente como si fuesen habitantes de otras galaxias? ¿Por qué son tan distintas y no hay pasarelas mientras los hombres no se lookean y no hay metrosexuales, ni metros, ni aires sexuales?
Es una tierra de picardía en sus dichos y de ingenuidad en sus haceres. He oído discos tobas que si Peter Gabriel los escuchara los convertiría en world music y en famosos. La belleza de sus morochas es proverbial pues no proviene de la producción: está en ellas, en sus líneas humanas que dejan ver alguna cintura excedida. En sus pinturas rústicas, sus colores selváticos, su candidez que está fuera del áurea de moda alguna.
Hay un riacho —Pykysyry— que conduce a la isla de Oro donde dicen que el ejército paraguayo, en retirada por la masacre de la Triple Alianza, enterró allí una fortuna. El islote está lleno de pozos y las monedas no aparecen. Por el sureste conviven correntinos junto a polacos. Por el este, alemanes con suizos y más al oeste, en tierras wichis, sirios libaneses con españoles. Todos saludan al paso de una canoa. La misma que condujo a Lucio V. Mansilla a ensoñorarse por estas tierras y sugerir el nombre de Punta Hermosa. Recién en 1955 se declaró a la provincia perteneciente a la Argentina. Un territorio salado y dulce, acuoso y reseco, cuyos durmientes o postes se multiplican por las vías transitables del país.
Al llegar a mi Rosario, atribulado de imágenes descubro que a la nomenclatura blanquiazul de la calle Presidente Roca, proverbial asesino de aborígenes, le han pintado prolijamente el nombre de Pocho Lepratti, el Angel de la Bicicleta que cayera por las balas policiales en el 2001 defendiendo su comedor infantil. ¿Cuántos formoseños habrán caído en las misiones, en las guerras de conquista, en los obrajes?
Habría, creo, que tapiar de anónimos nombres las denominaciones de sus calles, del país entero. Formosa, la “fermosa”, con su condescendencia de deidad selvática y su mansedumbre, lo habría de permitir.
También que se declare a Las Lomitas, donde pisó aquella lacra de ex presidente con apellido de anagrama maldito, jurisdicción del Mal.
Fuente Revista Zoom
Un chiste del destino por Adrián Abonizio
Su empuje es legendario ya y su previsión ante lo que lo aguardaba digna de un gigante. A Landriscina en uno de los múltiples homenajes el inconsciente le jugó una mala pasada: se deshizo en elogios sobre su figura allí -presente- y culminó con un chiste sobre muertos.La costumbre argentina de llorar sobre el artista caído hizo que se apilaran estos encuentros. No desmerece el fervor por el Negro: solo llama la atención y macabriza la escena de despedida que nadie se quiso perder. Hasta tuvo la gentileza última de facilitar la nota póstuma: morirse a una hora razonable para que los diarios de mañana puedan narrar su adiós. Vendrán ahora los Mendietas angélicos y los Inodoros del más allá; el bronce, los nombres a algunas arterias del país, la biografía y su cara en todas las remeras. Yo no tengo palabras y eso que como tantos sabía el final de este chiste del destino.Yo no puedo escribir más que esto: tuve la fortuna de que una noche lejana, allá en el viejo Cairo de mesas blancas y sillas violetas espeluznantes, haberlo hecho reír con mi pedestre ingenio. A él, justamente a él. Y que recitara mis versos en un disco de Central, justamente él, el mismísimo dueño de las palabras exactas que uno nunca tiene.Confieso en verdad que me alargó la vida como ocurre con los magos: te tocan de una vez y para siempre abriéndote las puertas más oscuras de las cavernas que uno visita en su horizonte de palotes que pretenden ser cuentos y gags nunca bien resueltos. Me reconcilió conmigo, me hizo ver lo absurdo y tierno de lo humano. Hizo que dejara de tomarme tan en serio.No estoy triste, estoy sorprendido de que se haya ido. Creí que era inmortal, que alguien que dio, da y dará tanta felicidad es imposible que se termine. No lo creo, por más obituarios que lea o estatuas que se descubran. No lo creo y estoy en mi derecho de inventar la ficción que más me guste: el Negro lo entendería.
Fuente: Diario "Rosario 12"
Más información: www.pagina12.com.ar
Reflexiones: Elogio de la estupidez
Admiro a los que lucen inteligentes, opinan cosas brillantes y son perspicaces. Yo me siento torpe, al extremo de que mis pálpitos se pierden, pues son pálpitos de un distraído.
Admiro a los que creen en un dios, cuando los horrores de la condición humana alcanzarían para desconfiar de su mediación divina y de su "a imagen y semejanza". Los envidio sinceramente y con fervor; mi estupidez es tal que deposito mi pasión en mirar pasiones ajenas.
Admiro a los que son limpios de espíritu, a la gente que muestra sus sentimientos sin reparos, porque en ello reside su fortaleza. Yo esquivo exponerlos por miedo, creyendo que lo hago por delicadeza.
Admiro a los honestos de bolsillo y de alma: yo soy un fluctuante entre el ser y el parecer y a menudo he propiciado pequeños hurtos con el atenuante que el mundo me debe algo por tratarme de tan injustamente.
Admiro a los que descubren en los catálogos cómo funcionan los aparatos domésticos; a los que recuerdan los nombres de cada actor, cada película, cada libro; a los entendidos en tópicos inasibles como circuitos eléctricos o mecánicas de objetos necesarios. Mi ciencia sólo sabe de dispersión y desmemoria: cuento estrellas y las clasifico por color hasta que me quedo dormido.
Admiro a los prósperos que se han labrado un porvenir mercando con necesidades ajenas como la salud, la comida o el sexo. Debo ser un estúpido que no podría dormir tranquilo sabiendo que lo que tengo lo necesitan otros y sólo pagando evitarían sus hambres distintas.
Admiro a los que saben seducir. En la mayoría de los casos las mujeres a las que accedo terminan contrariadas con mi cortejo y aceptan más por aburrimiento que por deseo.
Admiro a los náuticos, a los marinos de verdad que conocen la lucha brava contra los elementos. Yo sólo soy un estúpido que sabe mucho de literatura de oleaje pero de seguro vomitaría en cubierta ante un leve azote del pampero. Además cree que bajo la superficie hay algo monstruoso que acecha y me está esperando desde siempre.
Admiro a los que logran salir indemnes de las mentiras; psicópatas domésticos e imperturbables, triunfantes de oratoria sensual. Yo soy un estúpido que cree que las palabras tienen vida propia y que su mal uso las envenena. Soy de los que tartamudean con cualquier sanata inofensiva.
Admiro a los que cuentan chistes con gracia y se constituyen en el alma de las fiestas. En ellas suelo elegir un rincón y se me pegan chifladas, solitarios o poseídos indefectiblemente.
Admiro a los ambientalistas que protegen el aire, la tierra, el agua o que salvan especies enteras del exterminio. Soy un estúpido que aún hoy tira los papeles en el piso y al ver a un animal no deja de pensar cómo sabrá su carne a la parrilla.
Admiro a los diseñadores, a quienes saben combinar pigmentos y ropa: yo no puedo ponerme una camisa y un pantalón sin parecerme a Piñón Fijo.
Admiro a quienes disfrutan con el baile y se los ve ligeros, libres en serio. Yo soy un estúpido fóbico y anorgásmico para las cuestiones de la danza; uno de esos que sueñan con lanzarse a las pistas y volar dentro de sus zapatos, pero éstos están rellenos de plomo y toda la gente no hace más que fijarse en nosotros, esperando que caigamos en ridículo.
Admiro a los felices sin testigos ni sombras de acechanzas: soy como ha dicho otro, un paranoico al revés que teme que la gente busque hacerlo feliz. Admiro a quienes tienen paciencia con los niños y los entienden: soy un estúpido sin talento para el hecho. Son para mí unas presencias animales insondables como las criaturas que viven en el fondo de los mares.
Admiro al que cree en el más allá. Yo no dejo de pensar que es un placebo redentor que nos hace conformistas, pero amortigua los dolores. Debo ser un estúpido que solo compra cosas nuevas, nunca usadas. Admiro a los vencidos que lucen estoicos, a los héroes que no están en el bronce, a los luchadores sociales con el corazón intacto. Yo sólo soy un pobre estúpido que desconfía, aun de las causas justas.
Admiro a los elegantes y a los nocturnos, a los revolucionarios y a los audaces, a los agnósticos y a los ilógicos, a los libertos y a los libertinos. A los jóvenes amables, a las mujeres prácticas, a los viejos expertos. A los argonautas y a los astronautas, a los pacifistas y a los paisajistas, a los perdedores y a los emprendedores, a los exóticos y a los exagerados.
Admiro a todos ellos y a muchos más. Todo lo ajeno me deslumbra y me parece rotundo. Yo sólo soy uno que no entiende de nada y deduce que el mundo ha de ser por siempre ancho y ajeno. Un estúpido al que sólo le interesa cómo se combinan las palabras.
Autor: Adrián Abonizio
Letra de : La Vitrina de Adrián Abonizio
No me importa el qué dirán,
ni si mañana es mejor,
no soy la bonita flor
perfumada y obediente.
Si debo apretar los dientes
y arremangarme la ropa,
un ancho es el as de copas
y a cualquier carta me apego
y al varón le sigo el juego
poniendo cara de sota.
No presumo de exquisita,
el lujo me importa un corno,
mujeres que son de adorno
se caen de la vitrina.
Soy morocha y argentina,
ni posmoderna, ni nada,
no sonrío a la carnada
ni acato la voz del amo,
yo no como de la mano
y más si es mano enguantada.
Me enamoro porque sí
sin preguntarme la causa,
el corazón es la balsa
que siempre va a la deriva.
Cuando me piden que escriba
sobre el juego glamoroso,
la casita o el reposo
y el nido de enamorados
yo contesto que a mi estado
no le conviene un esposo.
Aguante los vendavales
del criollo más macanero,
bacanales de soltero
con aires de nuevo rico,
puro jarabe de pico,
entre cuervo y golondrina,
soy morocha y argentina
y el brillo me importa un corno,
mujeres que son de adorno
se caen de la vitrina.
Me enamoro porque sí
sin preguntarme la causa,
el corazón es la balsa
que siempre va a la deriva.
Cuando me piden que escriba
sobre el juego glamoroso,
la casita o el reposo
y el nido de enamorados
yo contesto que a mi estado
no le conviene un esposo.
Puro jarabe de pico,
entre cuervo y golondrina,
soy morocha y argentina
y el brillo me importa un corno,
mujeres que son de adorno
se caen de la vitrina.